Cultura
Albert Camus, periodista
Este año se han cumplido 60 años de la muerte del Nobel de Literatura.
Albert Camus solo tiene veinticinco años cuando comienza a ejercer de periodista, una edad en la que hoy muchos colegas están aún en prácticas, en su tierra natal, Argelia. A partir de ese momento, su carrera es imparable, culminada con el Premio Nobel de Literatura en 1957. Ejercerá la profesión en momentos breves, pero intensos, a veces con decepciones sonadas. Siempre con un sentido ético, con una gran honestidad intelectual y una independencia ejemplar, única en la historia del periodismo europeo. Primero, en el diario Argel Républicain, entre el 13 de octubre de 1938 y el 28 octubre de 1939, más tarde en Le Soir Républicain, hasta que las autoridades cierran el diario en 1940 tras un tenso pulso con los censores. Luego, como secretario de redacción en Paris-Soir y, después, como redactor jefe y editorialista del mítico diario Combat (1944-1947), donde firma editoriales que aún hoy resuenan en nuestras conciencias. La modernidad de Albert Camus debe probablemente mucho al periodismo: en su búsqueda incesante de la verdad, en su obsesión por el presente. Hoy, más que nunca frente al ascenso de las fake news, nos inspira como modelo de periodista rebelde, cuando afirma: “Resistir es no consentir la mentira”.
En su primer año debuta como joven reportero a pie de calle. Camus recorre toda la ciudad en busca de noticias. Trabaja desde las cinco de la tarde hasta la una de la madrugada. A veces, cuando la actualidad lo requiere, comienza por la mañana temprano para seguir una manifestación, un accidente u otro suceso de tinte social. Camus acude a las comisarias de policía de cada barrio, al Palacio de Justicia, al Ayuntamiento y a la Asamblea argelina, cuando hay sesiones. Tras pasar todo el día recogiendo testimonios, informándose, hablando con las fuentes, con la gente de la calle, al final de la tarde vuelve a la redacción para escribir su artículo. Escribe rápido, y cuando termina la crónica, hacia las siete de la tarde, relee todas las pruebas del diario y ayuda a confeccionar la maquetación. Durante el cierre del periódico prefiere quedarse en los talleres de la imprenta –con el olor de tinta mezclado al del tabaco, rodeado de los linotipistas, gente sencilla con los que comparte camaradería y buen humor– a estar encerrado en un despacho de la sala de redacción.
Camus se vuelca de lleno en este nuevo oficio. Enseguida se convierte en cronista judicial. Adquiere una sólida experiencia en los tribunales que le servirá, años después, para algunas de sus obras literarias como El extranjero. Paralelamente, ejerce como “gran reportero” realizando un periodismo de investigación en temáticas sociales y políticas, como la legendaria serie de reportajes Miseria de la Cabilia, publicada en Alger Républicain. Durante diez días recorre a pie y en autobús esta recóndita región argelina. Se ayuda de intérpretes, ya que no habla árabe ni bereber. Emplea diez días infatigables en realizar este exhaustivo y extenso reportaje, publicado por episodios entre el 5 y el 15 de junio de 1939. Una excelente labor de periodismo de investigación donde descubre, sur le terrain, las condiciones infrahumanas en las que vive la población local.
Tiene el mérito de interesarse por una región olvidada, de la que nadie habla, en un momento en que nadie en Francia se interesa por Argelia. Va allí donde nadie le espera, para descubrir lo que se silencia. Lo que debe ser la verdadera misión del periodismo. Una realidad ignorada por el resto de la prensa de Argel. Desvela un grado de miseria desconocida por la mayoría de los lectores del diario que vivían en la capital, Argel. Nadie hasta ahora ha revelado lo que allí está pasando.
Más adelante confesará no haberse imaginado lo que vió en su recorrido por Cabilia: “Nacido pobre, en un barrio obrero, yo no sabía, sin embargo, lo que era la verdadera desgracia antes de conocer nuestros suburbios fríos. Hasta la extrema miseria árabe se puede comparar bajo la diferencia de los cielos…». En este exhaustivo trabajo de investigación, pionero en el periodismo de datos, Camus utiliza el género reportaje aderezado con sus análisis, a veces incluso con sus opiniones, pero siempre ofreciendo datos en profundidad, documentando, verificando y contextualizando, con la exactitud que permite corroborar lo que está contando. Precisión y rigor, son las notas de esta radiografía de una realidad apabullante. Pero él va mucho más allá con su sentido de la precisión y de hacer justicia. Desde el principio Camus tiene muy claro el estilo de escritura que quiere emplear para expresar con mayor exactitud la dramática situación que contempla: “Usaré el mínimo de palabras para describir lo que veo”, así lo anota en sus Cuadernos. Cuando la escena que desea describir es más difícil recurre a un lenguaje sencillo, claro, preciso, escueto, para que su significado moral sea más penetrante: “Y para que se advierta bien la angustia y el absurdo de una situación semejante”, como él mismo apunta.
Camus va diseccionando las penurias de Cabilia, desde la falta de infraestructuras a la ausencia de escolaridad para los niños. Apenas si hay carreteras, ni escuelas. Tampoco tienen agua potable, ni siquiera servicios de limpieza, y sus habitantes se alimentan de raíces y hierbas. En Cabilia el paro hace estragos, más de la mitad de la población no tiene trabajo y los que lo tienen son explotados en jornadas interminables con un exiguo salario: “Se me había dicho que los salarios eran insuficientes. No sabía que eran insultantes. Se me había dicho que la jornada de trabajo era superior a lo legalmente permitido. Ignoraba que no estaba lejos de ser el doble. No querría alzar el tono. Pero me veo obligado a decir que el régimen de trabajo en la Cabilia es un régimen de esclavitud. Porque no veo con qué otro nombre llamar a un régimen en el que el obrero trabaja de 10 a 12 horas por un salario medio de 6 a 10 francos”. Camus extrema la comprobación de los datos. No solo entrevista a las gentes que allí habitan, también pide que le faciliten las nóminas para verificar él mismo la realidad de los salarios, la extrema precariedad de los trabajadores.
Sobre el reportaje, género periodístico estrella de la información, Camus señala una excelente definición, que debería ser recogida en los manuales de periodismo: “Un reportaje: hechos, color, acercamiento”.
Aunque Camus es tan joven cuando accede al oficio de periodista, dispone ya del talento, la honestidad y la madurez que le llevarán a denunciar las injusticias y las miserias que él mismo padeció durante su infancia pobre en el barrio popular argelino de Belcourt, un arrabal donde conviven immigrantes como él. Sin ninguna experiencia en el oficio, solamente había colaborado con críticas literarias en la revista mensual Sud –en 1932, entonces solo tenía 19 años– y en la revista bimensual Alger-Etudiant, va a descubrir enseguida su pasión por este oficio: “La profesión de periodista es la más bella que he conocido”, confesará. Una afirmación que combate las posiciones de algunos especialistas de Camus, que ven su pasaje en el periodismo más como un accidente o un trabajo de tipo “alimenticio”. En una entrevista a la revista Caliban, en 1951, Camus confiesa a Jean Daniel que le gustaría volver al periodismo. Desea retomar su proyecto inacabado en Combat, cuando deja el diario tras la entrada de nuevos accionistas que pretenden cambiar la línea editorial tan libre e independiente que él habia defendido.
El periodismo le permite disfrutar de su primer trabajo estable –a pesar de tener un salario equivalente al de un modesto empleado o dependiente– y realizar su sueño de “dialogar con lo real” a través de la escritura. Este compromiso con la realidad –que no le abandonará jamás–, lo expresa ya en sus confidencias plasmadas en los Carnets íntimos en noviembre de 1936 cuando anota: “Prefiero tener los ojos abiertos”. Es precisamente el periodismo el que le confronta a la realidad de lo que realmente está pasando. Sus crónicas ayudan al lector a trasladarse al lugar de los hechos, y a revivirlos con todos los sentidos: viendo, oyendo, tocando, oliendo, entendiendo lo que el Camus periodista tiene delante de sus ojos. Emplea un tipo de escritura donde mezcla lo carnal y sensual, con lo dramático y trágico. Como en la vida misma: “Accidente mortal, calle Michelet. Una anciana es atropellada por un auto y arrastrada unos cien metros. Muere al llegar al hospital […] En el lugar de los hechos, algunos minutos después del accidente, solo algunas verduras esparcidas, un racimo de uvas en el capó del coche, quedaban como testigos insignificantes de este doloroso accidente”.
María Santos Sainz es periodista y poeta. Autora de ‘Albert Camus, periodista’ (Libros.com)
Bienvenidos sean todos los medios para poner el foco sobre personas como Albert Camus que aparte de su enorme profesionalidad, coherencia, dignidad personal y altura moral es un ejemplo palmario de todo lo que «no son» muchos seudoperiodistas y políticos garbanceros.
Además, por diversas razones, tuvo una estrecha relación con nuestro país.
Aunque no soy agente comercial de nadie, me alegra que se publiquen estos libros y (sobre Camus) recomiendo también la lectura de «España libre» y «La sangre de la libertad», ambos editados por La linterna sorda cuyo enlace dejo a continuación.
https://lalinternasorda.com/camus.html
Saludos.
«Nada es más despreciable que el respeto basado en el miedo», dejó dicho..
Y lo más importante es que era consecuente.