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Belén Funes: “¿Iría Sara al cine a ver esta película?”

Belén Funes, nominada en los Goya 2020, cuenta en esta entrevista qué hay detrás de su nuevo trabajo, ‘La hija de un ladrón’, y del cine social actual.

Una escena de ‘La hija del ladrón’.

El cine social de hombres que salen de las fábricas inglesas entre brumas y cervezas está por desaparecer. La nueva clase obrera de la que habla Alberto Prunetti, autor del libro 108 metri. The new working class heroe, está sola, atomizada, es urbana, es migrante y es mujer. Mujeres como Sara, la última working class heroe que puebla las pantallas de los cines españoles, la protagonista de La hija de un ladrón. Sara, esa mujer fuerte, madre soltera y limpiadora, sale de la mente y el talento de Belén Funes, directora primeriza en metrajes largos pero con una larga trayectoria en el mundo audiovisual y nominada en los Goya 2020 a mejor dirección novel.

Belén Funes. D’A Film Festival

Sara vive en Barcelona, a las afueras de la ciudad, en los márgenes donde la Sagrada Familia no se alcanza a ver y el Paseo de Gracia es territorio ajeno. La Barcelona de Sara podría ser cualquier barrio periférico de cualquier ciudad. El Aluche de los muchachos de Barrio de Fernando León de Aranoa o el Jerez de Natalia de Molina en Techo y Comida. “Hay temas que son universales, vivencias compartidas.  Yo puedo ver I, Daniel Blake, de Ken Loach, que es una película ambientada en los suburbios de Londres, pero que podría suceder aquí donde la gente tiene las mismas batallas diarias. No obstante, escogí Barcelona porque es lo que yo conozco, quería hablar de esas gentes invisibles que no salen en las películas y quería hacerlo sin amarillismos ni miserialismos”, relata la directora.

Heredera del cine social europeo que popularizaron directores como Ken Loach, Nani Moretti o los hermanos Dardenne, el film de Funes cuenta las idas y venidas de Sara, una niña-mujer-madre que tiene que lidiar con la soledad sistémica de un entorno repleto de problemáticas: una madre inexistente, un padre que sale de la cárcel, un hijo no ilusionante, un hermano pequeño conflictivo y una precariedad grabada en la piel. “Sara es un homenaje a la Rosseta de los hermanos Dardenne. No me escondo de mis referentes -que van de Dardenne a Saura pasando por Varda o Arnold-, como de la necesidad que tenía de contar la precariedad femenina, porque al final soy mujer y esta es mi mirada”, explica Funes. 

Sara tiene un feminismo inconsciente, sale adelante y es completamente autónoma. “En su léxico seguramente no existiría la palabra feminismo, no tiene herramientas para definir cómo se siente. Ella solo hace pero poco a poco consigue emanciparse de dos hombres con los que mantiene relaciones tóxicas, que son su padre y su novio”. 

No obstante, en un momento de reivindicación del orgullo de clase, del barrionalismo o de una estética choni, –con libros como Listas, guapas, limpias, de Anna Pacheco, o la música de Bad Gyal–, se corre el riesgo, como señala Guy Standing, autor de El Precariado, de glamourizar la pobreza: “Si retratas lo que no conoces puedes llegar a hacer porno-miseria. Yo no quería retratar a una Sara miserable, ni que diera pena, porque Sara sobrevive, pero Sara lo que realmente quiere es vivir y ser normal”. 

«Si retratas lo que no conoces puedes llegar a hacer porno-miseria»

Belén Funes, directora de cine

Y es en esa normalidad donde radica la gran diferencia entre Sara y otros personajes del cine social español de los últimos años encarnados en mujeres como Juani, de Yo soy la Juani, de Bigas Luna, o Hermosa Juventud, de Jaime Rosales. “Sara no se quiere ir, no quiere ser de otro lugar, lo que quiere es quedarse y hacer del lugar donde está un sitio para vivir dignamente”. Esa obstinación también es la que retratan personajes como los de Cerca de tu casa, de Eduard Cortés, donde la verdadera grandeza es estar rodeada de gente noble: “Tengo la convicción de que la gente buena se rodea de gente buena y donde no llega la política llega tu vecina”. A pesar de ello, cuando mostramos la precariedad, explica el periodista inglés Owen Jones en su libro Chav’s la demonización de la clase obrera, corremos el riesgo de querer contar historias de superación, de gente que se ha ido del barrio y ahora son mejores. «Son historias de cherry picking, de escogidos que se han marchado a triunfar”. Así, en el imaginario colectivo, apunta Jones, los pobres son una masa homogénea de la que no hay escapatoria a no ser que seas el elegido. El protagonista de una historia individual de éxito porque el colectivo ya está condenado.

‘Uberización’ del trabajo y crisis social

Así, en el cine social de los años precrisis, los marginados eran aquellos que sufrían crisis laborales severas como los protagonistas de Los lunes al sol o The Full Monty. Ahora, sin embargo, el cine social se centra en retratar una realidad que tiene que ver con la uberización de la economía y la crisis de la vivienda. De hecho, directores de culto como Robert Guédiguian han abandonado el retrato del obrero añejo que lucha contra el patrón, para centrarse en los repartidores de Amazon o los chóferes de Uber. Hay filmes como Gloria Mundi, que cuenta la historia de un conductor de Uber apaleado por taxistas, o la película Sorry We Missed You de Loach, que habla de un repartidor de Amazon que no va al médico por miedo a perder pedidos. Una autoexplotación que se sufre en soledad en las grandes urbes.

Una escena de ‘Cerca de tu casa’.

La vivienda también es el gran tema que en los últimos años ha protagonizado el cine social: destacan metrajes como Cinco Metros Cuadrados o el aclamado Cerca de tu casa, donde la frase  “Es indecente y es indecente. Gente sin casa y casa sin gente”, cantada por Silvia Pérez Cruz, hizo furor en los Goya 2017. “Hace unos años el problema de la vivienda afectaba a una parte de la población, ahora nos afecta a todos. La democracia y la sociedad del bienestar que debería procurar techo está desapareciendo. La crisis de la vivienda es transversal y global. Mi próxima película hablará de esto. No nos podemos permitir que una casa sea un lujo, estamos en medio de una emergencia social”, opina la directora de La Hija de un ladrón.

¿Pero puede el cine servir para agitar conciencias? “Cada director hace el uso que quiere del cine, puede ser lúdico, social o político. El personaje de Sara está en el paso previo de estar desesperado. Supongo que sí que he hecho una película de denuncia, pero también de homenaje a los que tiran para adelante, a los que no caen. Ahora bien, la pregunta que me hago es si Sara iría al cine a ver la película, si los vecinos de Sara irán al cine a verla. Y la respuesta es que seguramente no porque no se lo pueden permitir. ¿Qué sentido tiene entonces hacer cine social? ¿Para quién lo hacemos? No tengo una respuesta». 

Una escena de ‘Gloria Mundi’.

Las mujeres en el cine social

Los films sociales son aquellos que emplean el cine como  medio para la crítica y denuncia de problemáticas sociales. Obras cinematográficas que se alimentan de la realidad para incidir críticamente en ella con el fin de concienciar y activar la transformación social y política.

Desde Ladrón de bicicletas de Vittorio De Sica hasta las últimas películas de Ken Loach, el cine social ha sido hecho y protagonizado por hombres. Sin embargo, en los últimos tiempos las cineastas están contando historias desde una óptica distinta, donde las mujeres, por el simple hecho de serlo, están atravesadas por violencias no solo de clase sino de género, raza u orientación sexual. En España contaron historias de mujeres Icíar Bollaín, donde en Flores de otro mundo explicaba una España casposa, testosterónica y racista, o Isabel Coixet en Ayer no termina nunca, donde se hacía una dura crítica a los recortes de sanidad. Fuera de nuestras fronteras han contado historias, Kelly Richardt con su película Certain Woman: Vidas de mujerNaomi Kawase, con Viaje a Nara, o Andrea Arnold, directora de la serie Big Little Lies y de películas como Fish Tank.

Mujeres todas ellas como Agnès Vard, una de las pioneras del cine hecho por mujeres y del cine feminista. Vard, conocida por los críticos como la abuela de la Nouvelle Vague, supo imprimir a sus personajes femeninos un halo de misterio, de silencios, mujeres obstinadas y nada complacientes que, como los silencios de Sara, acompañan y dicen más de lo que hay.

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Comentarios
  1. Todo cimiento para una sociedad «sana» se compone de enseñar valores tales como cooperación, solidaridad bien entendida, educación, cultura, en enseñar al ciudadano a ser libre y a pensar por sí mismo.
    El sistema capitalista y la iglesia han invadido la enseñanza adoctrinándola con sus falsos valores: ser súbditos, sumisos, consumistas y que todo siga igual que hace dos mil años, que la gente no piense por sí misma, tener a la sociedad adoctrinada, aborregada y sometida para seguir sacando provecho de ella.
    Mirar a que extremos está llegando el tándem capitalismo/religión.
    Está sucediendo en Chile, pero reconozcamos que ese tándem hace años que está atacando también aquí y haciéndonos retroceder a épocas que creíamos erróneamente que estaban superadas.
    La Sociedad de Derecho de las Letras (SADEL) expresó su rechazo y condena a la decisión de la actual ministra de educación chilena Marcela Cubillos, quien, a través de su Subsecretaría, objetó un libro de material educativo para la Educación Ciudadana de tercero medio.
    Esto ya es delirante, medieval, torquemadista, el afiebramiento católico de la élite dueña de Chile llevado al paroxismo: el Ministerio de Educación de Sebastián Piñera, Chile, ministerio a cargo de Marcela Cubillos –formada en el colegio del Opus Dei, hija de un ex ministro de Pinochet- ordena incautar y eliminar cientos de miles de libros escolares por el solo hecho de contener un poema del músico mártir de la dictadura de Pinochet, Víctor Jara.

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