Internacional
Una bomba de relojería en el norte de Siria
"El Estado Islámico ha regresado a sus orígenes, pasando de poder fáctico regional a grupo insurgente con tácticas de guerrilla, pero ahora dispone de una red social inexistente cuando dio el salto a Siria, en 2012", reflexiona la autora.
‘La mirada’ es una sección de ‘La Marea’ en la que diversas autoras y autores ponen el foco en la actualidad desde otro punto de vista a partir de una fotografía. Puedes leer todos los artículos de Mónica G. Prieto aquí.
A veces, es difícil saber si las malas decisiones se adoptan por mala fe, ignorancia o por una sabia combinación de ambas. Ya han pasado diez meses desde que la victoria de las tropas kurdas sobre el ISIS en sus últimos bastiones de Siria implicase el final territorial y físico del califato. Desde entonces, Estados Unidos ha traicionado a los kurdos que le hicieron el trabajo sucio –11.000 murieron en los combates– y Occidente se ha cruzado de brazos ante el legado del grupo yihadista: 11.000 combatientes presos en el norte de Siria, de los cuales 2.000 son extranjeros según el Pentágono, y decenas de miles de familiares tan radicalizados como ellos. Mucho se habla de qué se debería hacer con ellos, pero nada sobre qué debería ocurrir con los combatientes sirios e iraquíes que se pudren en campos de prisioneros ni con sus familiares, hacinados en campos de refugiados en condiciones draconianas y carcomidos por el rencor.
No se ha contemplado crear un tribunal de crímenes de guerra que escarmiente a los combatientes que se sumaron a las exacciones del ISIS. Ni exhumar fosas comunes, ni investigar y depurar responsabilidades, ni patrocinar una comisión de reconciliación que ayude a los iraquíes –víctimas de los intereses occidentales durante la invasión de su país– a rehacer ese tejido social corrompido durante las dos últimas décadas de crímenes de todos los bandos. Tampoco una misión que vele por la desradicalización a las familias de los combatientes, mujeres cómplices de los crímenes y, sobre todo, críos arrastrados a la locura del califato por la irresponsabilidad de sus padres o por estar en el peor momento en el lugar más equivocado.
Ni siquiera la opción más fácil: financiar una institución independiente y supervisada por donantes internacionales que se haga cargo de los procesos legales con plenas garantías judiciales, o la construcción de penales que pueda acoger a ese volumen de reos con personal adecuado para, al menos, intentar rehabilitarlos. Solo requeriría financiación a cambio de ofrecer soluciones a largo plazo, pero se ha optado por no hacer nada. Y esa inacción conlleva un enorme riesgo: Donald Trump dio por sentada la victoria sobre un grupo armado que, a diferencia de la mayoría, tuvo y tiene un proyecto a largo plazo que no puede ser exterminado con bombas ni con la desaparición del territorio. La muerte de su líder es solo una piedra en un camino jalonado por mártires: la sangre es, para ellos, un motor.
ISIS generó una ideología supremacista islámica que ha traspasado fronteras, alimentada por su maquinaria de propaganda y por el sentimiento de victimismo musulmán. Su ideología solo podrá ser vencida con otra ideología alternativa que sacie las expectativas de una comunidad legítimamente agraviada. Y mientras no aparezca, solo podemos hablar de una mutación. El Estado Islámico ha regresado a sus orígenes, pasando de poder fáctico regional a grupo insurgente con tácticas de guerrilla, pero ahora dispone de una red social inexistente cuando dio el salto a Siria, en 2012. Su minucioso esfuerzo por instruir a las nuevas generaciones en su ideología mediante escuelas, guarderías, campos de entrenamiento o actividades sociales –la mayor parte, asistencia obligatoria a ejecuciones públicas– han debido dar frutos, y debería ser una prioridad para el mundo entero desactivar ese ejército de menores programados para defender el radicalismo más abyecto.
Como explicaba el sociólogo Ervin Goffman, ISIS funcionó como una “institución total”, con la determinación de “mantener el monopolio del control sobre la vida ordinaria de sus ciudadanos” y la ambición de crear una nueva forma de ser humano, para lo cual se sirvió de los niños, fáciles de moldear y garantía de que su semilla prevalecería en el futuro. Fue lo que hizo en Camboya Pol Pot en los años 70 del siglo pasado con sus jemeres rojos, que pretendían crear una nueva sociedad afín exterminando a todo aquel que no demostraba suficiente entusiasmo –murió el 25% de la población de la entonces Kampuchea– y educando a los menores de edad, aislados de sus padres, bajo los preceptos de una utopía que se materializó en forma de distopía infernal.
Pol Pot se sirvió de los niños, los más fáciles de manipular, para “limpiar la sociedad”, y en cierta forma, el ISIS siguió sus pasos. Hagamos un poco de memoria: el primer bombardeo que lanzó Francia sobre posiciones del Estado Islámico en Siria mató a 12 niños reclutados por el grupo yihadista: no fue premeditado, fue una prueba de la importancia que puso el ISIS desde el primer momento en involucrar a las nuevas generaciones. En los tres primeros meses de 2015, cuando el grupo se hizo fuerte territorialmente, se estimaba que integró en sus filas a 400 menores. Hagan cuentas y échense a temblar, porque si extrapolamos salen miles de niños soldado. A ellos hay que sumar el enorme número de críos nacidos o criados en el Califato y educados en las escuelas del Estado Islámico que hoy sobreviven en los campos destinados a familiares del ISIS y que defienden y reivindican, repitiendo lo que escuchan a sus mayores, el regreso de la organización.
Nada ha hecho Occidente por rehabilitar a esa generación educada en el odio. Lo hacen algunas fundaciones como Juntos por Algarnya, un grupo local por el que han pasado 15.000 niños en Raqqa, antigua capital del califato, desde que comenzó a trabajar en 2017. “La ideología del ISIS sigue existiendo”, denunciaba en las páginas del diario árabe The National su director, Mahmud al Mabruk, a la cabeza de un equipo que constata a diario la persistencia de la semilla extremista sembrada en los más jóvenes. “Aunque haya sido derrotado militarmente, la amenaza es evidente en el noreste de Siria”, subrayaba. El pasado marzo, la ONG lanzó un centro comunitario en Raqqa para promover la ciudadanía, la reconciliación, la paz civil y la cultura del diálogo y la toma de decisiones conjunta, pero carece de fondos para mantenerlo activo. Depende de voluntarios.
La mayoría de los críos a quienes el ISIS lavó el cerebro permanecían en los campos controlados por los kurdos. Varios países de la UE han repatriado en silencio a algunos de esos niños: esta semana, la eurodiputada estonia Yana Toom se pronunciaba a favor de que todos los menores europeos en Siria e Iraq vuelvan a sus países de origen. Según el Instituto Egmont, hay registrados al menos unos 700 niños europeos distribuidos en tres campos de refugiados sirios, aunque se desconoce cuántos yihadistas de la UE tuvieron descendencia en Iraq y Siria desde que comenzó la gran égida convocada por el ISIS, en 2012.
Son muchas las instituciones que piden que sean todos, también los mayores, quienes regresen para ser juzgados y cumplir sus penas en sus países de origen, en lugar de crear más problemas a Iraq y Siria, pero incluso esa solución se queda corta. El llamamiento de Toom es un parche que calmará conciencias eurocéntricas muy propio de estas fechas, y un nuevo ejemplo de cortoplacismo político mundial que nos condena a nuevos desastres. Una bomba de relojería espera su momento en el norte de Siria sin que nadie esté dispuesto a desactivarla.
Europa, los EEUU y el poderoso primo del Zumosol, el que teje y mueve los hilos detrás del escenario.
Campaña anti BDS: «Nadie debería permitir la discriminación, el racismo y el apartheid en nombre del judaísmo»
La Administración Trump antipalestina y el gobierno de Boris Johnson están más que nunca directamente involucrados en la desesperada guerra de represión de Israel contra la defensa de los derechos palestinos y el movimiento BDS en particular.
(El BDS es un movimiento apolítico sin relación con ningún partido ni representación política palestina)
Un anuncio automático anti BDS comenzó a aparecer en las webs de varios medios españoles. Se trata de un nuevo ataque del Estado israelí contra el movimiento de boicot por los derechos palestinos que se fundamenta en las leyes internacionales.
Desde la franja de Gaza, Haidar Eid, profesor universitario y una de las personas propulsoras del movimiento del BDS, recuerda que en su lucha «no hay lugar para ningún ataque contra nuestros aliados judíos; ni para negar el Holocausto; ni aliarse de ninguna manera con teorías de conspiración, de extrema derecha, orientalistas y argumentos racistas».«Hay lecciones que aprender de la historia, pero dejo absolutamente claro que critico a Israel, no al judaísmo ni a los judíos».
Una parte de la ciudadanía israelí participa activamente en el BDS. Es el caso de Ofer Neiman, un israelí que en 2009 se unió a la campaña de boicot a su país.
Según Neiman, algunos de los líderes que lideran el bloque al BDS están «promoviendo la virulenta islamofobia en Francia o Alemania». Israel no cuenta con la reputación que querría «excepto entre los extremistas de derecha y los fanáticos religiosos», asegura el israelí.
No hay que irse fuera de España para comprobar esta apreciación. Aquí mismo, organizaciones que trabajan dentro del aparato propagandístico del Estado de Israel, como ACOM, realizan actos anti BDS amparados por la extrema derecha española. La misma derecha que glorifica al dictador Francisco Franco que deportó a miles de españoles a los campos de concentración nazis….
https://arainfo.org/nadie-deberia-permitir-la-discriminacion-el-racismo-y-el-apartheid-en-nombre-del-judaismo/
De acuerdo con el artículo de mónica G. Prieto sobre la situación del ISIS en Siria. Solo una observación que no queda clara en el artículo: Si Europa no hace nada con el problema de ISIS en Siria la explicación es muy sencilla, tanto Europa como los EE.UU. han sido los que han financiado y armado a los combatientes de ISIS, del Ejército Libre Sirio y otros grupos terroristas con la finalidad de derrocar al gobierno sirio que era un estorbo en sus planes geoestratégicos y al mismo tiempo apoderarse de sus recursos. Como la guerra la han perdido ahora se desentienden de los problemas que han causado y la situación actual no les preocupa.