Cultura

Oskar Alegria busca

En su nueva película, ‘Zumiriki’, el director se toma los lujos de nuestra época: vagar, y divagar.

Escena de ‘Zumiriki’ (Cortesía de Oskar Alegria)

Hay muchas historias de náufragos: hombres que se van a una isla y nos muestran cómo sobrevivir con poco sustento pero mucho ingenio y que descubren cosas parecidas al fuego: cómo construir un dique con cocos, cómo purificar agua con alguna hoja seca. En su última película, Oskar Alegria (sin tilde, en euskera) también se va a una isla. Solo que, para poder sobrevivir, el náufrago Alegria no necesita reinventar el fuego, sino algo más complicado y más sutil: hacer un acto poético al día. Y solo que esa isla, la isla de su infancia, está ahora sumergida bajo un río, y lo máximo que puede hacer Alegria es construirse una cabaña frente a ese río para inventarse maneras de llegar a ella. Esa isla es Zumiriki, una palabra en el euskera de la zona de Alegria para decir “isla en el centro del río”. Es la isla de la memoria.

Alegria (Pamplona, 1973) nos tiene acostumbradas a películas-búsqueda: su primer largometraje, Emak Bakia Baita (La casa Emak Bakia), seguía el camino marcado por el azar para encontrar la casa en la que Man Ray había filmado, en 1926, su cortometraje Emak Bakia (en euskera, déjame en paz. Era el nombre de la casa en la que lo filmó, la costa vascofrancesa). Durante 2013 y 2016, los cuatro años en los que dirigió Punto de vista, el festival de cine documental de Pamplona se convirtió también en eso: en un lugar donde ver el cine más arriesgado y más libre.

Porque la búsqueda de algo es también la búsqueda de la mejor manera de contarlo. El padre de Alegria fue pastor en las montañas y un día cogió su cámara para filmarlas. Entre esas filmaciones en súper 8, Alegria traza el objetivo de su película: “Filmar como filma un pastor, sin tiempo”. O, mejor, uno de los objetivos: en este presente continuo en el que la precariedad y los anuncios de la tele nos empujan siempre hacia delante, en dirección única, Zumiriki se toma los grandes lujos de nuestra época: vagar, y divagar.

En las dos horas que dura la película, Alegria pasa sus últimas noches con varios pastores que vivían solos en las montañas (y hace con ellos un pacto), lanza botellas al río (y no llegan a la otra orilla), trata de encontrar a una vaca extraviada hace décadas (aquí falta la imagen de una vaca fugitiva) o nos muestra las noches del zorro (y se da cuenta de que ha caído en su propia trampa: para mostrar las noches del zorro tiene, también, que mostrar sus propias noches).

Alegria es un buscador y quizá por eso también es un preservador, un defensor de las cosas que desaparecen, un luchador contra el tiempo. Como en Emak Bakia Baita, también en Zumiriki rescata palabras que estaban a punto de desaparecer –zumiriki es una de ellas-– o recompone el sonido de la primera película en euskera. El director desaparece para que las otras / los otros / lo otro no desaparezcan.

Zumiriki se estrenó el pasado septiembre en la sección Orizzonti de la Mostra de Venecia; ha sido recientemente premiada en el Festival de Cine Social de Peruggia y este mes de noviembre se ha podido ver en el Festival de Cine Europeo de Sevilla. Después, en L’Alternativa de Barcelona. Luego recorrerá el mundo de festival en festival, desde China hasta México: una película nacida en la quietud saltando de aeropuerto en aeropuerto.

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Comentarios
  1. Mejor que adoctrinamiento militar que vaya Alegria y «Zumiriki» a los escolares a «adoctrinar»
    «La presencia del Ejército en actividades escolares o extraescolares es un atentado en toda regla a la dignidad de los menores. El Estado ha de velar por una educación pública y de calidad que garantice no sólo la adquisición de conocimientos y habilidades para desenvolverse en el día de mañana, sino también en formar personas conscientes, críticas, con capacidad de desarrollar valores de empatía y solidaridad con el resto de seres humanos.
    Esta relación controvertida de menores con el Ejército – cuyos cometidos más importantes estriban en la defensa de los intereses geoestratégicos de estados y multinacionales, y en la resolución violenta de los conflictos, que detrae del presupuesto nacional partidas que podrían tener mejor uso para el conjunto de la sociedad y del planeta – trata de rescatar y reincorporar en la opinión pública modelos autoritarios que actúen, como factores de cohesión, en una sociedad atrabiliaria, con crisis de valores y referentes morales, y en un mundo al borde del colapso»….
    https://www.ecologistasenaccion.org/131582/adoctrinamiento-militar-a-menores/

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