Análisis

La democracia de los idiotas (idiotés): lo común y lo propio

En este nuevo artículo de la serie 'Disruptiva', la filósofa reflexiona sobre por qué no hay democracia si no vela por lo común y sin participación de la ciudadanía.

Una vaca en un campo. AGUSTÍN MARCARIAN / REUTERS

A menudo olvidamos que las palabras que empleamos tienen su propia historia. “Idiota” es una y “democracia” es otra. Para empezar “idiota”, del griego idiotés, significaba en el contexto en el que comenzó a ser utilizada, la Grecia clásica, aquel que se desentiende de los asuntos de la comunidad bien porque no participa de la política o bien porque, desinteresado, vela por sus propios intereses. De ahí, de lo “propio” y “particular” asociado a la raíz “idios”, procede “idioma” (medio para expresar lo “propio”) o “idiosincrasia” (“temperamento propio”), es decir idiota es únicamente aquel que se centra en su particularidad y piensa que los asuntos de la comunidad no le afectan. Este es el sentido que quiero recuperar.

Es interesante hacer notar que el uso de ese concepto coincide con el nacimiento de la democracia porque, aunque bien sabemos que la democracia clásica poco tiene que ver con la nuestra, si hay algo que se comparte y se defiende en esta época, la Grecia del siglo V a.c., es que la comunidad, como bien dijera Aristóteles, nos constituye de un modo mucho más profundo de lo que pudiéramos pensar. “El hombre por naturaleza -leemos en la Política– es un animal social” y lo es, entre otras cosas porque tiene palabra para manifestar lo justo y lo injusto “y la participación comunitaria de esas cosas constituye la casa y la ciudad” (1253a). De ahí, en un texto precioso que encontramos en la Ética a Nicómaco a propósito de la amistad leemos: “He aquí lo que se produce cuando se convive y se intercambian palabras y pensamientos, porque así podría definirse la sociedad humana, y no, como la del ganado, por el hecho de pacer en el mismo prado” (1170b11). 

En su contexto sociohistórico, no estar apartado de los asuntos públicos es clave porque estas discusiones y toma de decisiones afectan a la vida de cada ciudadano en tanto en cuanto de ese intercambio e interacción en comunidad se construye (en griego polizo) la ciudad (polis) y surge un modelo de sociedad. Ser un idiota por tanto es no participar de esa construcción. Hannah Arendt aplica esta distinción para dar cuenta de cómo los verdaderos ciudadanos de la Grecia clásica son aquellos cuya voz es visible en el ámbito público mientras que aquellas voces que están recluidas en el ámbito de la casa (oikós) -nosotras, mujeres-  no tendríamos derecho a ser escuchadas y, por tanto, no podríamos participar en decisiones que nos afectan. Serían idiotés: no porque no quisieran, sino porque no eran consideradas ciudadanas. La connotación negativa de “idiota” viene a posteriori.

El idiota nada tiene que ver con el imbécil que, por cierto, se emplea para calificar a aquel que carece de bastón porque, al ser muy joven, no lo necesita. Por extensión el imbécil es el que aún no tiene fundamento ni autoridad porque no ha tenido tiempo para madurar. El sentido negativo llegó mucho después, como sucede en el caso de “idiota”. Velar por lo propio o estar en lo propio no deja margen al diálogo. En Grecia literalmente es imposible. Hoy en día hablaríamos de incomunicación: cuando uno habla “su propio idioma”. No deja de ser curioso que lo común (koinós), aluda inicialmente, no al idioma, sino a la lengua común con la que todos pueden entenderse y dialogar. 

De ahí que una democracia no funcione sin participación: si todos se apartan se disuelve la democracia, que solo alcanza su sentido desde el intercambio de palabras y pareceres en un discurso que, en su diversidad y pluralidad, contiene y construye el marco en el que ha de vivirse. Una democracia de los idiotas, desde esta perspectiva, describe entonces una comunidad en la que sus miembros no se dan cuenta de su pertenencia, que puede ser a su pesar, a una sociedad en el que unos sujetos se afectan a otros y que precisamente por ello es intersubjetiva. Dicho de otro modo: lo que usted, lector o lectora haga, me afecta a mí. Su decisión aunque sea suya tiene un impacto directo en el nosotros, porque sí: somos en un nosotros por mucho que la primera persona del singular aparezca siempre en primer plano. Esta es la vuelta de tuerca: que si la comunidad nos constituye, en realidad “lo propio” o “lo nuestro” no existe como algo aislado o independiente, ajeno al resto.

“Lo propio” no sólo afecta a lo “propio” de los demás, sino que lo propio sólo alcanza su sentido en el seno de una comunidad que se construye desde el nosotros. Del yo al nosotros, por decirlo con Hegel, pero también al revés: del nosotros al yo. Idiotés es, desde el sentido griego, quien vela por lo propio, es decir, aplicado a nuestra democracia, quien vota sin pensar en las consecuencias para la comunidad al centrarse en sus propios intereses, aunque estos generen injusticia social o dolor y sufrimiento personal a otros que forman parte de nuestro nosotros, lo queramos o no. Idiotés es, también, el que no participa porque le es indiferente. Esto es clave. Indiferencia no es abstención. 

Hay varias formas de construir comunidad como puede ser expresar el desacuerdo con las políticas y las propuestas de los políticos. La abstención puede ser una opción política válida y respetable en tanto en cuanto expresa una disconformidad con el sistema, pero la indiferencia es algo muy distinta. Nadie dirá que es reprobable reaccionar con indiferencia ante aquello que carece de importancia, pero sí lo será si la situación afecta decisivamente al otro –afecte o no directamente a nuestras vidas- porque en este caso el indiferente separa tajante y egoístamente su mundo del otro. No “siente” el nosotros y se centra en “su yo”.

Quien se abstiene, sin embargo, no es por desafección, no porque le de igual, sino porque quiere, de algún modo, mostrar la disconformidad con el sistema, es decir que se visibilice. Una forma poética, como me argumentaba D.H. por redes sociales, de hacer visible otro camino frente a las alternativas que se presentan. Una forma de no-hacer que implica por tanto un “hacer”: el intento de hacer visible una grieta en el sistema para generar otras posibilidades. Quien se abstiene, se aparta de las opciones posibles de construcción porque intenta reivindicar otra. Por eso no es un idiotés porque busca otro camino para la comunidad. Y sin embargo, los efectos son los mismos a nivel democrático: decidir no elegir entra dentro de las opciones de un sistema -que ciertamente hay que repensar y mucho-, pero que equipara finalmente a nivel de voto la indiferencia con la abstención. Las consecuencias son las mismas: quedar fuera de la construcción de lo común y dejar a ésta en manos de otros que quizá sean realmente idiotas (idiotés) porque votan y gobiernan únicamente para sus “propios” intereses.

No ha de olvidarse que la política democrática debería consistir en construir dialécticamente para todos. Es decir, construir comunidad en la diferencia y no en la uniformidad. Cuántas cosas hemos normalizado. En realidad una democracia que no vela por lo común, sino tan solo por lo propio, no es democracia, que es lo mismo que decir que la democracia de los idiotas no es democracia, sino pacer en un mismo prado y pelearnos por la hierba. Y eso (parece) que ni las vacas lo hacen.  

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Comentarios
  1. Gracias por compartir sus comentarios y por hacer que la gente el ser humano está informado muy buena opción ahorita que los medios de comunicación llegan hasta el más lejano rincón de la tierra sigan adelante Gracias

  2. Excelente análisis haciendo referencia a la idea de ???????.

    La reflexión deja en evidencia como la abstención, voto nulo y otras acciones individualistas que ignoran las reglas o legislación sobre la participación política tienen una consecuencia muy negativa en la comunidad a que pertenecemos.

    Me encanta la palabra «idiotés» para describir a quienes facilitan la degeneración de la Política.

  3. No tenemos remedio nuestros politicos se hacen los listos y convocan otras elecciones pero no se puede construir democracia sobre la ignominia ni la desmemoria ni la injusticia , el planeta se va al carajo y ellos gastándose el dinero en elecciones que parecen fiestas de halloween .
    si el espíritu del 15M queda pues que haga tabla rasa y que cree otra constitución y que se haga un referendum si corona ilegal y franquista o República .

  4. o sea, tú cuentas con tu opción y con la mía también, no?
    tú cuentas con mi voto porque lo que opines tú es mejor que lo que opine yo, no?
    yo voté siempre hasta antes del 15M cuando me topé con Trevijano y sus arrasivas declaraciones sobre el engaño de la transición, la democracia inexistente en España o la abstención.
    obviamente se le borró del escaparate público, cerraron La Clave, no salió más en la tele, se vio boicoteado y acusado falsamente (en la transición le tuvieron que meter en la cárcel para que no «estorbase»). que la gente escuche a este señor es peligrosísimo para el sistema establecido.
    cuando el sistema es corruptísimo la mejor opción es no participar en él. todos los que participan dan su visto bueno al chanchullazo.

  5. Frente a mentes cerradas, incultura y adoctrinamiento fascio-nacional-católico.
    Acto en Madrid:
    DÍA Y HORA: Martes 12 de noviembre a las 19 horas TÍTULO: «Laicismo. qué hacer con acuerdos del Vaticano, la Financiación y la Enseñanza» LUGAR: Centro Cultural Blanquerna. C/Alcalá, 44. 28014 Madrid. Metro Banco de España. Línea 2 INTERVIENEN Jaime Ruiz. Presidente de AMESDE Antonio Gómez Movellán. Presidente de Europa Laica. Santiago José Castellá. Patrón de la Fundación Ferrer y Guardia

  6. El ganado ya no pace en prados sino en granjas que ya ni siquiera son granjas familiares sino industriales.
    Los pequeños ganaderos del mundo rural empiezan a defender sus intereses frente al gigante de la ganadería industrial; y en este caso, la decisión de mirar por lo propio beneficia a lo común, ¿o no?.
    Poder consumir local favoreciendo a pequeños y medianos empresarios nos beneficia para salir de la crisis económica y ambiental.
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    El mundo rural se organiza contra la ganadería industrial. (E. en A.)
    «Mientras las empresas cárnicas impulsan la ganadería intensiva con grandes macrogranjas, en pueblos de toda España las asociaciones vecinales se organizan. Varias plataformas han conseguido entrar en el gobierno municipal de sus pueblos y paralizar proyectos de macroexplotaciones.
    Este año se ha puesto en marcha la Campaña Stop Ganadería Industrial para hacer frente al creciente número de proyectos de ganadería intensiva que causa graves impactos ambientales, socioeconómicos y de salud pública. La campaña va dirigida, entre otros aspectos, a promover una dieta saludable que elimine los productos de origen animal procedentes de la ganadería industrial. Ante la crisis climática es urgente un cambio en nuestros hábitos alimentarios que reduzca el consumo de carne, huevos y productos lácteos. Además, se aconseja consumir alimentos procedentes de ganadería extensiva, local y agroecológica.

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