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El grosor del polvo de los libros
"El 42,3% de las bibliotecas escolares españolas abren menos de 5 horas a la semana. El 27,2% son atendidas por una única persona (...) el sistema educativo español camina mutilado", sostiene el bibliotecario Mario Crespo.
Martina tiene diez años. Es hija única. Su padre pertenece al consejo de administración de una multinacional. Su madre se ocupa de la casa y la crianza. Cada dos años cambian de residencia. Guatemala. Turquía. Irlanda. Otro país. Otra cultura. Y, lo peor, otros amigos. Martina estudia en los colegios internacionales que la empresa de papá costea. Colegios para expatriados. Colegios que ofrecen el mismo sistema educativo en cualquier parte del mundo. Colegios privados con tarifas muy altas. Se trata de una vida excitante e intensa. Aunque no para un preadolescente. Cuando comienza la edad del pavo y tu cuerpo está en pleno proceso de cambio y tu mente saturada por las dudas, perdida entre dos mundos que no entiende, lo último que te apetece es salir de tu área de confort.
Han pasado ya dos meses desde que comenzara el nuevo curso y Martina se siente inadaptada, infeliz, presa de su timidez, oprimida por una frustración que la empuja hacia la inacción. Las chicas de su clase son poco amigables. Los chicos se ríen de su acento, hacen bromas con su nombre latino, con su pelo cardado y sus pechos incipientes. Así las cosas, Martina ha encontrado un refugio en la biblioteca escolar; un espacio enorme donde esconderse a leer. Un lugar decorado como un parque temático; con sus posters y sus peluches de personajes literarios. Perdida entre los larguísimos anaqueles, Martina puede olvidarse del vacío que le rodea. Durante el recreo, mientras la mayoría juega en el patio, la biblioteca resulta para ella una especie de acelerador de partículas, un instrumento para alterar la secuencia espacio-tiempo y transportarse a otra dimensión; al mundo de la ficción.
La narrativa le parece una forma maravillosa de recuperar la vida que perdió entre aviones, coches y trenes, porque la ficción le muestra las experiencias vitales de otros y la mantiene alejada de la frialdad que desprenden los datos. A través de ella puede resolver misterios, hablar con los caballos, domar dragones, viajar al pasado o escalar montañas, pero también vengarse del chico que le gusta y que no para de burlarse de ella.
En mi experiencia como bibliotecario infantil, mi principal misión ha sido siempre el fomento de la lectura. Algunos padres desean que sus hijos lean a tal nivel o sobre tal materia; pretenden que aprendan ciencias y geografía y matemáticas antes que los demás, que sean los primeros de la clase y se dejen llevar por el espíritu competitivo que ellos no supieron gestionar. Yo les repito siempre lo mismo a modo de mantra: nosotros fomentamos el hábito lector; no se trata de enseñarles a leer, eso ya lo hacen los profesores, sino de despertar sus ganas de leer. En otras palabras: le mostramos a los niños los beneficios de la lectura
De acuerdo con el Real Decreto 582/1989, el Sistema Español de Bibliotecas excluía a las bibliotecas escolares de su plan. Sin embargo, la Ley 10/2007, de la lectura, del libro y de las bibliotecas, modificó el sistema al decretar que la biblioteca escolar debía disponer de recursos para la comprensión lectora y el rendimiento académico de estudiantes, para lo que remitía a la Ley Orgánica 2/2006 de Educación. A pesar de ello, nuestras bibliotecas se encuentran todavía a años luz de las de Australia, Estados Unidos o Gran Bretaña. Las bibliotecas escolares españolas existen, tienen fondos y actividad y permiten el uso y disfrute de sus colecciones por parte de padres y alumnos, pero carecen de una estructura profesional.
Según las estadísticas del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, el 42,3% de las bibliotecas escolares españolas abren menos de 5 horas a la semana. El 27,2% son atendidas por una única persona. El 49,2% cuenta con un equipo de entre 2 y 5 personas. Y solo el 22,4% tiene equipos de más de 5 personas. Incluso existe un pequeño porcentaje, un 1,2%, que ni siquiera tiene equipo de biblioteca.
Las bibliotecas escolares españolas suelen ser cuartos pequeños que se abren una o dos veces por semana y que sirven sobre todo de almacén de libros, pues su objetivo primordial es apoyar el desarrollo del currículo académico y, por lo tanto, no funcionan como centros de préstamo, ni llevan a cabo programas sólidos de fomento de la lectura, ni poseen una agenda de actividades semanales. En ellas los fondos son exiguos, los puestos de lectura escasos y la catalogación y recuperación de información es básica, analógica o incluso inexistente. Así pues, para los niños españoles es más fácil descubrir la lectura a través de las bibliotecas públicas o las librerías que de las bibliotecas escolares. En consecuencia, el sistema educativo español camina mutilado, sin espíritu y sin esencia, pues las bibliotecas deben ser el corazón de los centros escolares, el alma de la docencia.
El caso de Martina no es excepcional, ni por supuesto se da solo en los colegios internacionales, es, de hecho, un caso universal, familiar y bien conocido, puesto que la exclusión y el bulling existen en todos y cada uno de los colegios del mundo. Sin embargo, las martinas de los colegios públicos españoles no tienen la posibilidad de refugiarse en la biblioteca escolar, ni demasiadas facilidades para descubrir el poder de los libros a través de ella. Para paliar esta carencia se necesita un programa de profesionalización. Además de formar profesores en ciencias bibliotecarias, hay que contratar bibliotecarios que realicen labores técnicas. Pero también urge aumentar las colecciones, ampliar los espacios y fomentar las actividades, para lo cual se requiere una gran inversión, y un gran compromiso, por parte de las administraciones.
Decía Steinbeck que «por el grosor del polvo de los libros de una biblioteca pública, puede medirse la cultura de un país.» Podríamos adaptar su frase y afirmar que: por el grosor del polvo de los libros de una biblioteca escolar, puede medirse la educación de un país.
Mario Crespo es bibliotecario y escritor
Mario, te olvidas de que, por desgracia, la biblioteca escolar se utiliza en muchos casos como aula de castigo donde va a cumplir reclusión el alumno díscolo o revoltoso. Esto tampoco favorece la integración de la biblioteca como parte del sistema educativo