Análisis
Días ajenos, septiembre-octubre 2019, por Bob Pop
"He pasado estos dos meses escribiendo solo en casa, escuchando pedazos de conversaciones que subían hasta aquí", escribe Bob Pop.
He vivido este verano desde un balcón abierto en el primer piso de nuestro pequeño apartamento del centro de Barcelona. He pasado estos dos meses escribiendo solo en casa, escuchando pedazos de conversaciones que subían hasta aquí, donde sigo contandoos esto, desde el mismo rincón que me protege y me exhibe. Casi dos meses casi encerrado escribiendo ficciones sobre mi vida, leyendo libros de otras (Janet Malcolm, Wislawa Szymborska, Remedios Zafra, Penelope Mortimer, Tracey Thorn, Otessa Moshfegh, Ariana Harwicz, Celeste Ng o Iris Murdoch) y observando estupefacto un mundo que se quema y que se ahoga, nos asfixia y nos abrasa.
También he estado en Twitter. Y en un libro de Miquel Martí i Pol, La Fàbrica (1958–1960), clavado en uno de sus poemas, De semántica:
Tot darrerament
a la fàbrica
han millorat molt
les relacions humanes.
Ara mateix, per exemple,
de treure la prima setmanal
a una treballadora
per un barreig de fil,
posem per cas,
o algun acte menor d’indisciplina,
ja no se’n diu imposar una sanció;
se’n diu
estimular el sentit
de la responsabilitat.
También he estado en Twitter, sesenta años después:
Últimamente en la fábrica han mejorado mucho las relaciones humanas. Ya no se le llama imponer una sanción; se le dice estimular el sentido de la responsabilidad.