Entrevistas | Sociedad
Georgina Marcelino: “La gente que quiere trabajar con migraciones tiene que evitar ofrecer un mensaje paternalista”
Nueva entrega de las entrevistas Con Acento, de la Fundación porCausa. En este ocasión, hablamos con la artista y publicista Georgina Marcelino, representante en Madrid de Afroféminas, revista digital y colectivo social de apoyo a las mujeres afrodescendientes.
¿Y si el silencio, como mandato esencial patriarcal, fuese consecuencia de un feminismo que muchas hemos aplaudido desde el siglo XX? Las banderas de lucha han ido cambiando y aunque el debate no es novedoso, parece que ahora vibra más fuerte. Que las mujeres accedan a esferas dominadas históricamente por hombres ha sido un triunfo feminista. Pero un triunfo restringido a un sector de la sociedad: damas y caballeros, tenemos con nosotras un feminismo fraccionado. Lo ejemplifica muy bien el acceso al derecho al sufragio. “Cuando se consiguió el voto femenino se contabilizó como un triunfo de la mujer. Pero las negras no podíamos votar: ni mujeres, ni hombres. ¿Cómo va a ser un triunfo feminista que no incluye a todas las mujeres? Realmente es un triunfo de la mujer blanca”, afirma con determinación la artista y publicista Georgina Marcelino, representante en Madrid de Afroféminas, revista digital y colectivo social de apoyo a las mujeres afrodescendientes.
Ella, que con 12 años ya sabía que sería publicista, es además doctora en Publicidad y Relaciones Públicas, y ha dedicado parte de su vida al arte. Como artista de la performance busca “llevar obras plásticas a la vida y transmitir a través de otros elementos como el uso del cuerpo”.
Como colectivo defienden el afrofeminismo. ¿Cómo se genera un discurso paternalista desde el feminismo convencional? ¿Existen dos corrientes separadas?
Hay distintas visiones. Está el feminismo blanco, el hegemónico, que denuncia una opresión de género hacia la mujer. Si bien es cierto que todas las mujeres compartimos una opresión de género, eso no nos homogeniza como una masa en la que todas tenemos los mismos problemas. Los de una mujer blanca nativa son muy distintos a los que pueda tener una mujer negra migrante. Los feminismos periféricos, como el negro, resaltan otras cuestiones que también nos afectan: en este caso el racismo.
¿Podrían confluir el feminismo blanco y el negro?
El feminismo blanco tendría que cambiar completamente y deconstruir sus ideas. Lo primero es dejar de mandarnos callar, que es lo que suele pasar cuando una mujer racializada empieza a hablar del racismo. Lo que hace el feminismo hegemónico es decir que no, que eso no es así. Estos feminismos nunca irán de la mano porque niegan experiencias y realidades. Por mucho que yo sufra cosas debido a mi condición de género, no puedo despegarme de ser negra y eso también está vinculado.
¿Qué sugeriría entonces?
Que escuchen más, que entiendan que cuando se hable de racismo ellas no tienen nada que decir. Ellas no lo sufren: pueden tener una opinión, todos la tenemos, pero las que tienen que dirigir esa conversación son las mujeres que lo sufren. Las demás tendrían que tener una función de apoyo y escucha.
Un ejemplo es el tema del trabajo. Las mujeres blancas reivindicaban que querían salir a la calle a trabajar como hombres, pero es que la mujer negra siempre ha trabajado: como criada, cuidando a sus niños, en el campo, en la calle… Esta ‘silenciación’ constante ha ido gestando una realidad con la que las mujeres negras no se sienten identificadas. Existe un dicho muy representativo para esto: cuando una blanca rompe el techo de cristal, quien lo limpia es inmigrante e ilegal. Lo peor es que muchas veces a estas mujeres no se les paga un sueldo digno y ni siquiera les dan de alta. No pueden traer a sus hijos porque hay un sistema racista que no se lo permite y tú, como blanca, vas a manifestarte mientras tu casa la limpia otra mujer que está oprimida de otra manera.
Hablemos ahora de su experiencia como mujer racializada. ¿Cómo fue su llegada a España en 2010, cuando vino a realizar su máster?
Mi llegada a España fue maravillosa en un principio. Cuando vienes por una estancia temporal como turista o estudiante no eres leída como alguien que tiene la intención de ser parte de la sociedad. Se dan situaciones de rechazo social, pero muchas son imperceptibles, al menos yo no era consciente. Venir como estudiante es parecido a estar en una burbuja. Lo interesante llega cuando empiezo a hacer vida aquí y a percibir discriminación racial.
¿A qué prejuicios se ha enfrentado?
En España, la gente tiene una lectura muy específica de lo que son las mujeres negras, incluso de las que han nacido aquí. Es complicado alquilar un piso, aunque tengas medios económicos. La forma en que la gente se comporta contigo y cómo reaccionan en determinadas circunstancias es curiosa: he asistido a eventos profesionales y te miran extrañados porque estés ahí.
Hablando de estereotipos, ¿cree que la mujer negra está sexualizada en el imaginario social?
Muchísimo. La mujer negra es vista como una experiencia que los hombres quieren tener y el acercamiento es totalmente distinto al que tendrían con una mujer blanca. Entran asumiendo cosas, muy obcecados con la procedencia, haciendo preguntas que a una mujer blanca no les harían. Otra cuestión violenta son las preguntas sobre la regularización de tu situación administrativa: quizás asumen que no tienen otra vía para entablar conversación.
Menciona el racismo en las calles, ¿cómo lo percibe personalmente en el mundo del arte?
En el arte, no lo hay especialmente. O al menos, no en el entorno de la performance, en el comercial habría que verlo. Pero racismo hay en toda la sociedad, no hay ningún ámbito de trabajo que esté exento.
¿Y en las instituciones?
Yo no lo he experimentado tanto porque siempre he estado en una situación regular en España, pero hay un racismo que parte precisamente de ahí: no por el estatus con en el que llegan las personas al país, sino por las distintas situaciones que se pueden dar una vez dentro. Puedes llegar regularizada y perder esa condición después, lo que te lleva a estar en una situación de inferioridad por no tener regularizado un mero trámite administrativo. Desde las instituciones y la estructura social se les trata como a criminales. De hecho, cuando las que están en una situación administrativa irregular son personas blancas, no les pasa absolutamente nada y no temen que nadie las vaya a parar por las calles para pedirles su documentación.
¿Cuáles serían las claves para generar un marco discursivo inclusivo y no diferenciador cuando hablamos de migraciones?
Es positivo que el carácter reaccionario esté ahí. Es lo que evita que las cosas se pongan peor, tiene una función. Ante un mensaje xenófobo, la gente, especialmente la que quiere trabajar con migraciones en general, tiene que evitar ofrecer un mensaje paternalista, que es la “racistada” mayor (se ríe). Esto es muy peligroso porque sigue alimentando el estereotipo. Todos los discursos paternalistas donde los blancos están haciendo un favor son muy peligrosos. En una ocasión una señora me preguntó si estaba trabajando y no me dio tiempo a responder antes de decirme que una amiga suya buscaba alguien para que le limpiase la casa. No se estaba interesando por conocer a qué me dedico, qué he estudiado, cuáles son mis experiencias… Asume directamente que ese es el trabajo al que me tengo que dedicar. Obviamente, sin negarle la dignidad al trabajo doméstico o de limpieza.
La perspectiva es: si no te lo dicen a ti, blanca, ¿por qué me lo dicen a mí? Cuando se trata de nosotras la gente está muy segura de cuál es nuestra profesión, qué haces y por qué viniste. Racismo puro y duro.
¿Cómo se ve representada como mujer negra y artista en el mundo contemporáneo?
Yo siento que las mujeres negras, en general, seguimos estando muy poco representadas. Sí es verdad que aparecemos en muchas imágenes, pero parte de ellas están relacionadas con estereotipos hacia formas de ser, de vivir y actuar que no engloban a todas las mujeres negras. Hay un problema de aceptación cuando es precisamente una mujer negra, y no blanca, la que hace determinadas cosas. Hay mucho por hacer, y reconozco que, aun siendo una mujer negra y migrante, tengo ciertos privilegios que no me permiten hablar por todas mis compañeras. Sé cómo se sentirían: que otras personas que no viven mi realidad hablen por mí no es agradable.
Con Acento es una sección creada por porCausa para visibilizar a mujeres de origen culturalmente diverso.
Cada día son obligadas a contraer matrimonio 34.500 niñas en el mundo. (20 Minutos)
La extrema pobreza, las normas sociales, culturales y religiosas, el honor familiar y la idea de una falsa protección son los principales motivos que provocan estos los enlaces forzosos. «Sea cual sea la causa, y a veces concurren varias, el resultado es siempre el mismo: una decisión que menoscaba su futuro«, ha lamentado el representante de Save the Children, Andrés Villanueva, en referencia a la situación suele desembocar en el abandono escolar, a la asunción de responsabilidades domésticas y la consiguiente exclusión social. Son potencial humano al que no se le está dejando desarrollarse.
En esas circunstancias, la educación resulta fundamental porque cada año que estas pequeñas pasan en la escuela aumentan las posibilidades de que puedan escapar de una relación impuesta. «La niña que acaba la Secundaria es seis veces menos vulnerable a los matrimonios forzosos», ha concretado Daniel Villanueva, vicepresidente ejecutivo de Entreculturas, después de alertar de las «tremendas» secuelas psicológicas, físicas e intelectuales que sufren estas víctimas. «En muchas ocasiones padecen violencia física y sexual de sus maridos», ha agregado, maridos que es habitual que tengan varias décadas más que ellas, que al tender a quedarse embarazadas muy jóvenes corren el riesgo de morir.
Por regiones, los niveles de matrimonio infantil más altos están en África subsahariana, donde aproximadamente cuatro de cada diez jóvenes se casaron antes de los 18 años, seguidas del sur de Asia, donde lo estaban tres de cada diez. La tercera en nivel de prevalencia es América Latina y Caribe (23% en 2017) y por último, Oriente Medio y África del Norte (17%) y Europa oriental y Asia central (11%).