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ESPECIAL | Casas de apuestas y clase obrera
Con motivo de la manifestación del domingo 6 de octubre en Madrid, en 'Apuntes de clase' dedicamos un especial a la problemática de las casas de apuestas.
«La estrategia no es novedosa, no es más que un calco de un negocio que comenzó en Inglaterra con la proliferación del llamado ‘crack del juego’. Aquellas máquinas de la ruleta denominadas Fixed odds betting terminal, FOBT por sus siglas en inglés, que son una verdadera pandemia para las clases más depauperadas que ven el juego como única salida a su situación», escribía Antonio Maestre en diciembre de 2017.
La proliferación de las casas de apuestas en los barrios obreros y empobrecidos de las ciudades y pueblos españoles lleva siendo una preocupación para la redacción de La Marea desde entonces, a la que le hemos dedicado varios artículos.
Porque se trata de un fenómeno que afecta sustancialmente a las personas más empobrecidas y precarizadas durante los últimos años, especialmente a la juventud más desesperanzada ante la falta de horizonte profesional y vital, le dedicamos ahora una amplia cobertura en nuestro suplemento Apuntes de clase. Sendos artículos en los que la abordamos desde la perspectiva histórica, política, sociológica y testimonial.
El acuerdo firmado entre PSOE y Unidas Podemos para la aprobación de los Presupuestos Generales del 2019 incluía un punto, a petición del segundo, destinado a “proteger a la ciudadanía frente a la adicción a la apuestas, los juegos de azar y la ludopatia”. Las fallidas negociaciones para formar gobierno y la convocatoria de nuevas elecciones han dado al traste con el objetivo de afrontar esta grave problemática social.
Cerca del instituto donde trabajo hay tres casas de juego. Mi alumnado es de secundaria y bachillerato y el barrio es antiguo y está descuidado por un lado y con vivienda nueva por otro. Cuenca, mi ciudad, es pequeña y en menos de tres años se ha llenado de estos establecimientos que se ubican cerca de la población estudiantil, menores, no sólo en los barrios más precarizados, que también. Es una plaga de la que sabemos las causas y los efectos y sin embargo ahí está, en todas partes.
Se me viene a la memoria la «infección» de heroina que sufrieron nuestros barrios en los años ochenta. De la noche a la mañana comenzó a envenenar a toda una generación, fundamentalmente en los barrios más pobre, pero también más rebeldes durante el franquismo e incluso en la transición. En mi caso en Su Eminencia (Sevilla).