Cultura

Rápidas, divertidas, cabronas

Las series Derry Girls y Tuca & Bertie iluminan este año.

'Derry Girls'.

Artículo publicado en #LaMarea71: ‘¿De quién es España?’ (julio-agosto de 2019). A la venta aquí

No quiero épicas. Vistas en series, me da bajón confrontarlas a la mañana siguiente con una realidad de miles de horas extra sin cobrar, oficinas sin comités de empresa o vidas sin tiempo ni para mandarle un whatsapp a amigos o familia. Creo que por eso nunca me puse con Juego de tronos. Y sin verla ya digo que la prefiero al esnobismo de hacerse el interesante jactándose de no verla: aquí un hijo agradecido de lo popular, de CompañerosManos a la obra Al salir de clase.

Soy un despistado o un agonías, quizá ambas, pero tampoco me apetece memorizar personajes y tramas o darle tiempo a una serie si no me atrapa desde el principio. Tampoco quiero que guionistas brillantes me hagan empatizar con personajes bien perfilados que me pisarían la cabeza por un ascenso o que tienen todo el tiempo del mundo para intrigar porque esos mismos creadores deciden que el lugar donde trabajan, donde pasamos más de la mitad de nuestro día, no importa. No quiero un Mal cool. El Mal es siempre cutre y no tiene banda sonora porque muchas veces llega por detrás. No quiero paralelismos ni metáforas políticas que durante meses me ilustren que hasta mis amigos de izquierdas se han vuelto conservadores.

Qué alivio encontrar un par de truenos rápidos de ver y hechos por mujeres. Se tarda pocos minutos en enamorarse de Derry Girls: Cranberries y chistes sobre el IRA y el hambre en Etiopía sin impostar. Todo entre un instituto católico para chicas y casas working class. Un destartalado comando en medio de su despertar sexual… y laboral. En el segundo capítulo, las protagonistas necesitan dinero para ir al viaje de fin de curso a París. Ninguna tiene, pero deben pagárselo ellas. “Mi madre dice que somos pobres” o “Perdonad si esto es muy de izquierdas, pero podríamos trabajar” son dos de las perlas. Cuando van el viernes por la noche a coger la cena familiar en el fish and chips del barrio, el único protagonista masculino, primo de una de ellas e inglés, desprecia esa fritanga por su grasa y su olor. Es prácticamente un insulto para la comunidad y las chicas le ponen en su sitio. Roban el tablón de anuncios de trabajo para tener más ventaja… y acaban currando gratis. Brindando, bailando, volviéndola a liar. Con banda sonora de Dropkick Murphys, 2 Unlimited, Ace of Base o Dolly Parton. Por el camino, más chuflas sobre hipotecas o preguntas como ¿censura la televisión británica la voz de Gerry Adams del Sinn Féin porque es demasiado sexy? Ah, y su antagonista es una pija chivata. Vivan las Derry Girls que ha creado Lisa McGee.

De otra Lisa, Hanawalt, es Tuca & Bertie. La versión sin bajona cortarrollos, mucho más presentista y en colectivo, de Bojack Horseman, su anterior co-creación. Una jetas que surfea la precariedad y con iniciativa sexual -doblada por Tiffany Haddish- y una quedabien -Ali Wong- metida de lleno en los tejemanejes trepas de una oficina y a la que le falta un empujón de seguridad: amigas. Y no amigas por inercia, cada capítulo de la serie es una prueba a esa relación, una revalorización continua de la amistad.

En la serie Tuca & Bertie, la forma en que se expone el deseo, el abuso, la vida en pareja, los celos amiguiles o la resignificación de las relaciones con el paso de los años es de una creatividad luminosa y cruda a la vez. Colorinchis para una generación en eterno centrifugado, en la era de la sobreestimulación y a una reforma laboral de acabar cobrando en likes.

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