Economía
Las comunidades autónomas no suponen un problema para la economía y el bienestar
"Para vivir mejor y tener una economía más próspera necesitamos hacer muchas cosas, pero entre ellas no tiene por qué estar la de modificar la ordenación territorial", defiende el autor.
Artículo publicado en #LaMarea70: ‘La memoria de Europa’ (marzo de 2019). A la venta aquí
A pesar de que la Constitución Española reconoce inequívocamente –concretamente en sus artículos 2 y 137– las comunidades autónomas en la ordenación territorial del Estado español, últimamente han cobrado fuerza voces que claman contra su supresión –curiosamente muchas de esas voces se autodenominan constitucionalistas–. Lo cierto es que España tiene una administración territorial muy particular, incomparable a la mayoría de países de su entorno: no es un Estado unitario (el poder político se concentra mayoritariamente en la Administración central, pudiendo compartirlo con un nivel local) ni es un Estado federal (el poder se distribuye a lo largo de, al menos, tres niveles territoriales). Esto es así porque durante la transición a un sistema democrático se trató de contentar a todas las partes: por un lado se grabó a fuego la unidad de España (el artículo 2 de la Constitución reza: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles“) y por otro se recuperó la tradición iniciada con la II República Española de reconocer la existencia de niveles gubernamentales autonómicos (el artículo 2 continúa: “y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades”).
Pero al margen de la denominación que se le quiera dar, lo cierto es que la distribución del gasto público (variable clave para analizar el nivel competencial de las administraciones) del Estado español es mucho más parecida a la de un país federal que a la de un país unitario. Tal y como se puede observar en el cuadro, en nuestro país el 56,1% del gasto público corresponde a la Administración central, mientras que las comunidades autónomas y los municipios se llevan el 32,6% y 11,3%, respectivamente.
Es un reparto muy similar al que tienen Alemania, Austria, Suiza, Estados Unidos, Canadá o México, que son Estados federales. Por supuesto, hay diferencias entre todos ellos, pero la variable en común es que siempre se reserva un peso de gasto público no despreciable para un nivel territorial intermedio. En los países unitarios esto nunca sucede: el gasto público se distribuye únicamente entre la administración central y las administraciones locales; los niveles intermedios (en España equivalen a las comunidades autónomas) no existen. Países unitarios por antonomasia son Reino Unido, Francia, Italia y Suecia.
El tipo de ordenación territorial responde siempre a factores históricos, culturales, idiosincráticos y políticos; nunca a criterios económicos. No existe ninguna evidencia científica sólida que nos permita concluir qué modelo territorial es más eficiente. Y no solo en términos de desarrollo económico; tampoco en términos de distribución de la renta o de tamaño del sector público. Hay países unitarios con mucha y también con poca renta, con mucha y también con poca desigualdad, con un tamaño del sector público elevado y también reducido; y lo mismo ocurre con los países federales. Por ejemplo, Francia y Suecia tienen modelos unitarios y son economías muy desarrolladas con bajos niveles de desigualdad y un importante peso del sector público, pero lo mismo ocurre con países como Austria y Suiza, que son países federales. Reino Unido e Italia tienen modelos unitarios y son economías con un nivel más elevado de desigualdad y un tamaño del sector público más reducido que las anteriores, pero lo mismo ocurre con países como Estados Unidos y México, que son países federales.
Existen muchos estudios que han tratado de descubrir qué tipo de modelo territorial es más positivo para la economía y el bienestar. Los resultados han sido siempre dispares y no se ha alcanzado ningún consenso. Esto es así porque la ordenación territorial de un país apenas afecta (para bien o para mal) a la actividad económica. En otras palabras, aunque tuviésemos en nuestro país el modelo territorial más ideal de todos, el desarrollo económico y el nivel de vida de la gente sería prácticamente idéntico. Y al revés: aunque tuviésemos en nuestro país el modelo territorial más disparatado de todos, la gente seguiría viviendo prácticamente igual que ahora.
Para vivir mejor y tener una economía más próspera necesitamos hacer muchas cosas, pero entre ellas no tiene por qué estar la de modificar la ordenación territorial, que apenas influye en la actividad económica. Orientemos nuestros medios, recursos y esfuerzos hacia lo verdaderamente importante, y dejemos que las administraciones territoriales sigan regidas por criterios históricos y culturales.
Las comunidades autónomas tienen un exceso de competencias que están conduciendo al país a ser un desastre.
LA IGLESIA CATOLICA, EL GRAN PROBLEMA PARA LA ECONOMIA Y PARA LA DEMOCRACIA, por Antonio-Manuel Rodriguez.
Andalucía expoliada por las inmatriculaciones de la Iglesia.
Andalucía ha sido expoliada. No hablo de conquistas pasadas sino de ilegalidades perpetradas justo ahora, ante la pasividad cómplice de los poderes públicos. Se cuentan por miles los bienes de toda índole que han sido incautados por la jerarquía católica, aprovechando dos normas franquistas e inconstitucionales, que le han permitido inmatricular de forma clandestina y sin acreditar prueba alguna, bienes inmuebles de incalculable valor histórico y simbólico para Andalucía como la Mezquita de Córdoba o la Giralda de Sevilla, pero también plazas, calles, cementerios, barrios, pisos, locales comerciales, jardines, murallas, cocheras…, e incluso inmuebles que pertenecían a sus órdenes y hermandades como el Santuario de la Virgen de la Cabeza o la Quinta Angustia en Sevilla. Curiosamente, nunca inscribieron ruinas, pero sí que esperaron a que se restaurasen con dinero público para proceder a registrarlas a su nombre.
Se acaba de hacer público que el Gobierno posee desde hace un año el listado enviado por los Colegios de Registradores y que asciende a más de 30.000 bienes desde 1998 a 2015. En un programa radiofónico en el que coincidí con el portavoz de la Conferencia Episcopal, éste reconoce haber llevado a cabo 40.000 inmatriculaciones en todo el Estado. Sin duda, son muchas más. En Andalucía se superan los 5000 bienes, con un valor histórico, cultural y catastral incalculable.Porque no sólo hablamos del coste inmobiliario que ha provocado esta descapitalización patrimonial, más el dinero público invertido, sino del coste social para nuestra educación o sanidad que supone dejar de percibir las millonarias cantidades que no declaran ni tributan por los ingresos que generan. Sólo la Mezquita de Córdoba, unos veinte millones de euros anuales. Sin duda, un paraíso jurídico y fiscal dentro del Estado….
https://portaldeandalucia.org/opinion/andalucia-expoliada-por-las-inmatriculaciones-de-la-iglesia/
Que pobreza, cuando se carece de agumentos, siempre se recurre a Franco, al fascismo etc.
Posiblemente estas personas o sus antepasados se beneficiaron del fascismo y de Franco, mucho más que el resto de los españoles..Y ahora se benefician de las izquierdas, independentistas etc. Siempre serán los mismos cuentistas que viven del cuento..
Mejor sólos que mal acompañados
No se trata sólo de economía.
Resulta que algunas comunidades o autonomías quieren seguir viviendo en el feudalismo de la Edad Media, quieren seguir siendo franco/fascistas, quieren conservar el machismo, el caciquismo y las más bárbaras costumbres y tradiciones, no quieren evolucionar, siguen votando francofascismo, por lo visto les va que las sigan sometiendo los herederos de los golpistas/genocidas del 36, que las sigan engañando, que les roben derechos, economía y libertades, y otras más despiertas y cultas se niegan a sufrir la opresión del voto del ignorante, se niegan a involucionar, se niegan a volver al redil de los enemigos del pueblo.
Por lo que veo, para entender ésto es necesario haber vivido un par de años como mínimo en una Comunidad más despierta y culta que la propia.