Análisis

Rapinoe, futbolista singular, mujer universal

Balón y Bota de Oro en el Mundial de Francia, la estrella de la selección estadounidense se ha convertido en un referente mundial por su discurso inclusivo y su invitación a construir una sociedad mejor entre todos y todas.

Megan Rapinoe se dirige a la audiencia que fue al City Hall de Nueva York tras ganar el Mundial de Fútbol Femenino (Brad Penner/ Reuters)

Megan Rapinoe. Le sonará, seguro, el nombre. Lo habrá visto en las redes sociales, en los diarios, en la sección de deportes de algún noticiero. Nadie ha podido escaparse estos días a la fascinación por esta mujer que, profesionalmente, se dedica a jugar al fútbol y que, en su tiempo libre, abraza mil y una causas

Lo de ser futbolista lo hace tan bien que, en el reciente Mundial de Francia, fue considerada la mejor jugadora del campeonato. Le concedieron el Balón de Oro por ello y la Bota de Oro por los seis goles que la convirtieron en la máxima anotadora del torneo que conquistó cocapitaneando a Estados Unidos.

Pero los medios no se fijaron en ella por sus logros deportivos. Tampoco por el color lila de su cabello, muestra de su activismo LGTBIQ+. Ni siquiera por las histriónicas poses con las que cautivó a las cámaras durante la Copa del Mundo.  

Lo hicieron por sus palabras, por la osadía de su discurso, por la contundencia con la que primero reprobó la política discriminatoria de Donald Trump y luego universalizó la lucha por una sociedad mejor, más justa, más igualitaria. 

No hay apenas deportistas que osen enfrentarse al presidente de los Estados Unidos. De hecho, no hay apenas deportistas que osen posicionarse políticamente mientras están en activo. Tomar partido tiene su coste. Y casi nadie está dispuesto a pagarlo. Rapinoe, sí. 

Su mensaje excluye a gente. Usted me excluye a mí y a gente que se parece a mí, excluye a gente de color y a estadounidenses que quizás le apoyan”, afirmó Rapinoe en una entrevista en la cadena televisiva CNN después de conquistar su segundo Mundial consecutivo con la selección de su país. 

“Necesitamos revisar qué significa eso que usted dice de volver a hacer Estados Unidos grande porque usted está regresando a una época que no fue buena para todo el mundo. Quizás lo fue para unos pocos y quizás Estados Unidos sea grande ahora para unos pocos, pero no es grande para los todos estadounidenses que hay en el mundo”,  continuó. 

“Usted tiene una tremenda responsabilidad como jefe de este país y tiene que preocuparse por todos y cada uno de nosotros, tiene que ser mejor para todo el mundo”, remató la futbolista su mensaje dirigido directamente a Trump a través de la cámara. 

Rapinoe podía, simplemente, haber festejado la conquista del Mundial, sus premios individuales, y no haber sobrepasado los supuestos límites del deporte. Tiene 34 años, se gana la vida con lo que le gusta hacer y, además, es una emprendedora de éxito. Junto a su hermana gemela Rachel, dirige desde hace un tiempo una empresa que se dedica a ofrecer programas de entrenamiento a Universidades, equipos o clientes individuales y que, además, vende su propia vestimenta deportiva. Este mismo año, con otras dos futbolistas y una ex internacional estadounidense, se embarcó en un negocio de moda que pretende salvar las limitaciones de género. 

Lo más fácil para ella habría sido seguir dedicándose a lo suyo y no armar revuelo. Y sin embargo, fue la jugadora que más y mejor utilizó la plataforma del Mundial femenino de fútbol más seguido de la historia para agitar conciencias y reivindicar otras causas. 

De manera casi contracultural, Rapinoe se erigió en líder y prestó su voz a los reclamos que la afectan directamente, pero también a otros más universales. 

Ya meses antes de la Copa del Mundo de Francia, la delantera del Seattle Reign encabezó la lucha de las futbolistas estadounidenses por lograr la igualdad salarial respecto a sus pares masculinos. Entonces y ahora, ellos, que nunca en su historia ganaron nada a nivel internacional, cobraban mucho más que ellas, que ya eran tricampeonas mundiales. 

Rapinoe y sus compañeras se organizaron, llevaron la cuestión a los tribunales y hoy, después de haber conquistado su cuarta corona planetaria, lograron que la Federación estadounidense les prometiera un futuro de igualdad salarial sin necesidad de que la justicia dicte sentencia. Habrá que verlo. 

Con el Mundial ya en marcha, Rapinoe aprovechó las primeras ocasiones que tuvo para recordar a la FIFA, el organismo que rige el fútbol mundial, la necesidad de que dote a las mujeres de los recursos necesarios para que puedan juegar al fútbol y para reprocharle que el mismo día que se disputó la final del campeonato (7 de julio) programara también la definición de la Copa América y de otras competiciones que restaban protagonismo al torneo femenino. 

La estrella estadounidense no dejó pasar después la celebración del Orgullo para reivindicar los derechos de las personas LGTBIQ+ y asegurar que no es posible ganar una Copa del Mundo sin gays dentro del equipo. “Está científicamente probado. Es la ley de los gays”, afirmó Rapinoe como si estuviera enunciando la ley de la gravitación universal de Newton. Ella y su compañera, la baloncestista Sue Bird, se convirtieron en junio de 2018 en la primera pareja gay femenina en posar desnuda para la revista de ESPN Body Issue. 

Aún no satisfecha, cuando se le preguntó por una posible recepción en la Casa Blanca si conquistaban el título, la cocapitana de Estados Unidos no dudó en asegurar que ella no acudiría porque la política de Donald Trump no es compatible con sus valores. Su entrenadora y sus compañeras la secundaron sin titubeos. 

El mandatario estadounidense no pudo resistir la tentación de replicarle a través de su red social favorita y de retarla a proclamarse campeona antes de hablar. Enmudeció cuando vio cómo Rapinoe alzaba la Copa del Mundo después de que Estados Unidos derrotara a Holanda por 2-0 en la final de Lyon. 

Ella, en cambio, siguió alzando su voz. Sin perder la sonrisa ni la euforia durante los festejos que la tetracampeona mundial protagonizó en Nueva York ante miles de hinchas, Rapinoe tomó el micrófono en los actos con las autoridades, insistió en sus reivindicaciones y, sin sacarse sus estridentes gafas de sol ni dejar de bailar ni de cantar cuando tocaba, las llevó un paso más allá. 

“Y sí, hacemos deporte, jugamos al fútbol, somos mujeres deportistas, pero somos mucho más que eso. Y ustedes son mucho más que hinchas que se conectan a un Mundial cada cuatro años. Caminan por la calle cada día e interactúan con su comunidad cada día. ¿Y cómo la hacen la mejor? Es responsabilidad de todos hacer un mundo mejor”, sentenció en el desfile de las campeonas con el que las homenajeó la metrópoli estadounidense.    

“No hay nada que pueda parar a este equipo. Estamos a mil. Tenemos el cabello rosa y lila. Tenemos tatuajes y rastas. Tenemos chicas blancas y chicas negras y todo lo que hay en medio. Chicas hetero y chicas gay”, resumió Rapinoe el espirítu de la selección más exitoso en la historia de los Mundiales femeninos de fútbol. 

“Es todo un honor para mí liderar este equipo en la cancha. No hay ningún lugar donde pudiera estar mejor. Ni siquiera en la carrera por la presidencia (de Estados Unidos). Lo siento, estoy ocupada”, añadió con la ironía que siempre destila, consciente de que, ya para entonces, miles de hinchas la jaleaban al grito de “Rapinoe for president!”. 

No parece que a Rapinoe le interese la política a ese nivel. Representa a un tipo de mujer de nuestro tiempo que persigue conquistas más universales desde lugares más comunes. Pero está claro que a los ojos de millones de personas de toda edad, género y condición ha nacido una nueva estrella en la que proyectarse y un modelo de comportamiento que, quizá, solo quizá, anuncie cambios.  

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