Análisis
Lo de la sororidad
"La sororidad -lejos de lo que algunas han querido entender- no es un imperativo que consiste en sentir afinidad o simpatía por todas las mujeres por el hecho de que son mujeres, sino una ética, un trabajo de la empatía entre seres humanos encarnados al objeto de poder desarrollar un “nosotras” que pueda desenvolverse políticamente."
En Los Cautiverios de las Mujeres, obra señera del feminismo contemporáneo, la antropóloga Marcela Lagarde invierte una buena cantidad de esfuerzo en explicar y difundir el concepto de sororidad.
La sororidad es un principio de la ética feminista que cuestiona la subjetividad y la política patriarcal. La sororidad produce un cambio intelectivo que pasa por desarrollar la empatía “hacia la otra equivalente, investida de derechos”. La empatía implica reciprocidad. Al mirarnos y comprendernos, se genera en una nuestro interior una especie de “espectadora imparcial”, un germen cognoscitivo y de acción política del que careceríamos las mujeres feministas si no pusiéramos en funcionamiento la sororidad.
La sororidad propone un viaje de ida y vuelta de la conciencia política de las mujeres para fundar un tipo de acción política, de feminismo, que concibe la igualdad como condición para la libertad. Este es el programa. Se trata de aquello que tantas veces ha explicado Amélia Valcárcel, igualdad significa libertad: libertad para tener educación, libertad para tener salud, libertad para tener soltería, libertad para tener un matrimonio que se disuelva, libertad para tener o no tener hijos. Libertades son acciones afirmativas que, necesariamente, alejan a las mujeres de todo aquello que en el régimen patriarcal -en el lenguaje de Lagarde- las somete a cautiverios.
De manera que no existe una libertad para vender el propio cuerpo, pues no hay mayor cautiverio que la esclavitud del cuerpo para el uso y disfrute de los demás, sino una libertad conectada con la ética del autocuidado y del bien personal, en el entendido de que solo garantizando que “las otras mujeres” tengan unas condiciones de igualdad como las mías -y yo como las de ellas-, podremos vivir esa vida libre que es un horizonte de aspiraciones políticas, que es una política de la aspiración. Hay un “nosotras” del que mi conciencia política entra y sale, ese movimiento y el conjunto de intercambios y encuentros que origina van construyendo el espacio en el que desplegamos una ética de la sororidad.
La ética de la sororidad implica pensar a las mujeres como colectividad política en vez de pensarlas como grupo sociológico o sujeto social. Cuando practicamos la ética de la sororidad pensamos el nosotras del feminismo como un logro frágil de las políticas de las prácticas de libertad. Dice Lagarde que: “El “nosotras” se puede perseguir como un objetivo de la voluntad, pero rara vez se logra como tal, si es que se logra. Su formación continúa siendo irreductiblemente contingente”.
Hasta aquí, Lagarde.
La sororidad -lejos de lo que algunas han querido entender- no es un imperativo que consiste en sentir afinidad o simpatía por todas las mujeres por el hecho de que son mujeres, sino una ética, un trabajo de la empatía entre seres humanos encarnados al objeto de poder desarrollar un “nosotras” que pueda desenvolverse políticamente.
Conscientes del carácter contingente del “nosotras”, debemos comprender que no a todas las mujeres les podemos imputar un feminismo basado en la sororidad. No podemos esperar de todas las mujeres, por el hecho de que lo sean, que sean feministas y, por esa misma razón, no podemos incluirlas -de momento- en ese espacio ético. No es que no queramos, es que no podemos, porque muchas de esas mujeres se declaran -de forma más o menos consciente- insumisas a la ética de la sororidad.
Son mujeres preocupadas por sí mismas, por desplegar un argumentario en el que todo gira alrededor del “yo”, no de un “nosotras” inclusivo aunque inestable. Son mujeres que consideran que hablar de “nosotras” es “dictatorial” porque representa una merma de su propia libertad. Generalmente, estas mujeres se sitúan en el espectro ideológico de la derecha y sintonizan con una “antropología neoliberal”. Los temas de su “feminismo” (cuando se reclaman feministas; cosa que no siempre sucede) son, por ejemplo, “el equilibrio personal” o el “éxito personal”. Estas mujeres suelen estar preocupadas por la conciliación no como el conjunto de condiciones para la vida en grupo o como las políticas públicas que es necesario implementar en una determinada sociedad para garantizar los cuidados, sino como la remoción de obstáculos para la realización personal. También, si no se lo impiden consideraciones morales, suelen estar abiertas a aceptar como un trabajo la prostitución, que consideran que, ejercido en libertad, puede facilitar la realización personal. Y desde hace algo menos de tiempo, suelen ser adalides de los vientres de alquiler, defendiendo que comprar los procesos reproductivos de las mujeres bajo condiciones de legalidad es la solución perfecta a un “problema” que cruza dos variables dramáticamente sinérgicas en un contexto tardo-capitalista: la necesidad de los ricos de consumir experiencias y la desesperación de los pobres (en recursos, en afectos) por sobrevivir. Los hijos de los pobres, serán las “experiencias” hedonistas y enajenadas de los ricos. En fin.
He escrito estas poquitas palabras para poder explicar mi postura antes quienes exigen, demandan, promueven, que las mujeres acordemos un único programa feminista; para poder decirles que pueden categorizar mi feminismo como deseen: radical, totalitario, nazi, pero que por aquí estamos hablando de feminismo, ética y política. Ah, y he escrito estas palabras para explicar por qué no es legítimo que me pidan que tenga un comportamiento ético – del particular tipo de la sororidad- con quien no lo tiene con “nosotras”. Y no me importa mucho en este momento si no lo han entendido.
Noelia siempre que habla y escribe,,,me mira a los ojos y pasa eso, que sé lo que dice y que camino por sus palabras hasta llegar a la conclusión de que gente como Noelia hace falta en los medios…en la radio, en artículos…soy de Bilbao, pero cuando te leo Noelia, me pasa tb con la Grandes, me da pena no ser de Madrid.
Gora borroka feminista,,,,y no…todas no me miran a los ojos no.
Besossss