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La imposibilidad histórica del feminismo
"No se pretende establecer una relación causal o directa entre la situación de las mujeres durante la dictadura franquista y en la democracia de principios del siglo XXI", explica la autora
Gloria Fuertes, al fondo de la escena, entabla una conversación con el público sobre el feminismo en España. La conversación es, hasta cierto punto, imaginaria. Hay que suponer que el público la interpela sobre ese tema en concreto y que ella recoge su interés:
-¿El feminismo? ¿En España?
Y prorrumpe en una carcajada cómplice.
Cada vez que veo esa escena del monólogo «Gloria» me río porque –a pesar de haberla visto en un sinnúmero de ocasiones– me sorprende.
He participado en la elaboración de ese montaje teatral junto con la actriz Ana Rayo y la directora y también dramaturga Valeria Alonso. He formado parte del proceso de composición de ese montaje y he visto, como digo, la función, un buen puñado de veces.
Y, sin embargo, me sigue sorprendiendo que hiciéramos –y funcione– esa asociación entre la imposibilidad histórica del feminismo en el contexto de la España franquista y la risa. La ironía brota de la imposibilidad; expresa esa imposibilidad y la lógica impotencia que experimentaron las mujeres que aspiraban a tener algún tipo de autonomía durante la dictadura.
La ironía aporta mucha información a las espectadoras sobre la situación de el feminismo en la España de los años cincuenta y sesenta, y permite establecer una asociación entre la risa y el feminismo. Queríamos que el público escuchara contar qué pasaba con las mujeres en ese momento de nuestra historia, a su vez, con una sonrisa en los labios. Era una cuestión política, no solo un recurso escénico y actoral. La sonrisa del público les haría cómplices también de esa imposibilidad y, con suerte, les trasladaría mentalmente a un lugar en el que cupiera la pregunta: ¿y qué pasa con el feminismo en la España de hoy?
El planteamiento, que puede parecer sencillo, es, sin embargo, complicado. No se pretende establecer una relación causal o directa entre la situación de las mujeres durante la dictadura franquista y en la democracia de principios del siglo XXI. Nuestra situación tiene poco que ver con la que vivió Gloria Fuertes o cualquier otra niña de la guerra. Entonces, las mujeres no tenían –y así lo cuenta Gloria en el monólogo– ni siquiera la posibilidad de escribir y dar a conocer sus escritos, de reunirse, de llevar una vida autónoma, de disponer de su privacidad con ciertos márgenes de independencia, de tener una voz política… Hoy, aunque con déficits fácilmente apreciables, sí disfrutamos de todos esos derechos que, algunos, sin embargo, están queriendo hacer pasar por privilegios.
No se pretende, como digo, que las mujeres de hoy, espectadoras del monólogo, constaten que tienen problemas –como las mujeres que vivieron la dictadura– por el hecho de ser mujeres. No, se pretende inducir a desarrollar una operación mental distinta, una que permita reflexionar sobre el presente a partir de imaginarios del pasado. En este caso, el imaginario poético y político de una mujer que vivió y reflexionó sobre las constricciones de las mujeres de su tiempo. Esta mujer da testimonio de lo que sucedía y, al hacerlo, contribuye a la producción de una narrativa frente a la que nosotras hemos de situarnos con curiosidad y afecto si queremos trabajar en la pregunta ¿qué pasa con el feminismo –o los feminismos– en la España del siglo XXI?
Porque algo pasa. Pasa el 8M, pasa el #MeToo, pasa la diversificación de sensibilidades y reivindicaciones feministas y pasa también la conversión del feminismo en objeto de consumo; pasa igualmente la ofensiva de la ultraderecha contra un feminismo tildado de totalitario, excesivo y descontrolado; y pasan debates y discursos en planos muy distintos, con impactos sociales muy diferentes sobre las vidas y las experiencias de las mujeres. El feminismo, los feminismos, tienen una presentación social un tanto cacofónica y tal vez debe ser así y quizá no importa. Tanto si lo hace como si no, conviene depurar argumentarios y seguir profundizando algunos debates, porque si no lo hacemos corremos el peligro de que nuestros derechos sean tenidos por privilegios, corremos el riesgo de caer en una nueva imposibilidad histórica.
Ah! ¿pero es una democracia un país en el que no se puede ni protestar?.
Una «democracia» establecida sobre la impunidad de una dictadura, que tiene las cunetas llenas de luchadores asesinados por defender la democracia?
Una democracia que tiene un jefe de estado impuesto por el dictador?
Una democracia que no permite a sus pueblos hacer un referendum?
Los resultados que deciden en las urnas los súbditos manipulados por los medios de comunicación, adoctrinados por la iglesia y desinformados que son la gran mayoría?
La dictadura del capital, la OTAN, son democracias?.
Por qué nos queremos autoengañar?