Análisis
Reflexiones críticas para después de la tormenta de las investiduras
"Hablamos de esa jornada en que el escenario habitual de los improperios se trasladó de Twitter a las plazas y los salones de los Ayuntamientos".
La sesión de constitución de los ayuntamientos y elección de los alcaldes, el pasado sábado, se celebró en algunas poblaciones en un ambiente de tensión elevada, con insultos, gritos y nervios a raudales. El escenario principal de este clima se vivió en la plaza de Sant Jaume de Barcelona entre partidarios y contrarios a la reelección de Ada Colau como alcaldesa. Pero también hubo disputas subidas de tono en poblaciones como Sant Cugat, Sabadell o Santa Coloma de Farners.
Las imágenes que más han circulado han sido las de plaza Sant Jaume. Hombres y mujeres gritándose los unos a los otros. «Ada Colau es un fraude!», los unos. «¡Alcaldesa!», los otros. Y palabras más gruesas. Como las que escucharon los miembros de la comitiva municipal mientras cruzaban la plaza después de la constitución del consistorio camino el Palau de la Generalitat. «Putas, guarras, zorras», explicó la concejala de los comunes Laura Pérez Castaño que había escuchado en este trayecto. También vio cómo cerca de ella caían monedas, botellas de agua medio llenas, huevos llenos de pintura o bolas de papel.
Horas antes en Sant Cugat, un pacto entre ERC-Més, PSC y la CUP ponía punto final a 32 años de gobierno de convergents y postconvergents. La Assemblea Nacional Catalana convocó a sus simpatizantes a protestar contra el acuerdo, ya que su apuesta era un pacto entre ERC-Més y Junts per Sant Cugat. «¡155!» y «Fora PSC», gritaron unos. «3%», replicaron los otros.
En Sabadell, la nueva alcaldesa, Marta Farrés (PSC), salía del Ayuntamiento escoltada por la policía municipal tras ser elegida, y en Santa Coloma de Farners la concejala socialista, Bea Ventura, que había pactado con la candidata de JxCat, Susagna Riera, para hacerla alcaldesa y entrar en el equipo de gobierno, acababa llorando ante los gritos que le dedicaron parte de los asistentes al Pleno. La presión ejercida por el propio Presidente de la Generalitat, Quim Torra, hizo que Riera aceptara suspender el Pleno y convocar otro por la noche en el que, ya sin gritos e insultos, fue elegida alcaldesa con los votos de ERC y el acuerdo de ceder el cargo al candidato republicano Joan Martí dentro de dos años.
De las redes a la calle
Era como si el escenario habitual de los insultos, burlas e improperios se hubiera trasladado por unas horas de Twitter a la calle y en los salones de plenos municipales. La juerga en la red social era inmensa, claro. Javier Cercas escribía el domingo en el diario El País un artículo titulado La gran traición, en el que argumentaba que muchas personas que vinieron a vivir a Catalunya hace muchos años y se sentían integradas ahora se sienten estafadas. Inmediatamente Gerard Quintana, Xavier Sala i Martín, Toni Soler, Pilar Rahola o Màrius Serra se le echaron al cuello. La gran tergiversación era el título del artículo que, a las pocas horas, le dedicaba Màrius Serra en El Nacional.
En El Periódico, el periodista Rafael Jorba reclamaba una tregua y pedía a los contendientes que exhibieran una ‘bandera blanca, el color de los trajes que llevaban los que se concentraron en la plaza Sant Jaume para pedir diálogo. «Que los insultos en la plaza fueran machistas debería haber provocado una respuesta unánime de rechazo por parte de todas las feministas del país, sean del color político que sean, pero han callado porque se ve que cuando las mujeres agredidas no nos gustan, está bien que les llamen putas y les tiren objetos. Se ve que la igualdad, la lucha contra el machismo, sólo se activa si las mujeres son como es debido y votan lo que toca y nos ceden sumisamente el poder», se quejaba la escritora Najat el Hachmi en el mismo diario.
Otro escritor, Sergi Pàmies, escribía en La Vanguardia que «los insultadores profesionales (que tanto se movilizan para recibir el autocar del Real Madrid como para sabotear las ofrendas florales de la Diada) innovaron con una variante de insulto machista que no debería ser más grave que cuando te llaman hijo de puta o rata española a secas». Ayer, en la tertulia de Can Cuní (SER), Esther Vera, directora del diario Ara, decía: «Deberíamos recuperar el respeto por los que no piensan como nosotros. Añado: deberíamos recuperar el respeto por los que piensan como nosotros».
De los insultos, sin embargo, no pasaron de ahí. El activista pacifista Arcadi Oliveres está convencido de que «a las bofetadas no llegaremos nunca» pero se lamenta de los insultos que salían de un sector del independentista «que durante nueve años se han caracterizado por su dinámica no violenta». «Que salgan de Vox, ¡mira!», añade. Oliveres no descarta que hubiera infiltrados o provocadores que se sumaran a la confrontación para desprestigiar la causa independentista. En todo caso, cree que la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural han de esforzarse para evitar estas situaciones.
Tica Font, exdirectora del Institut Català Internacional per la Pau (ICIP), también cree que estas dos entidades deben hablar con su gente «para pedirles un comportamiento más adecuado». Font cree, sin embargo, que son los partidos los que deberían dar el primer paso para romper la dinámica que ha llevado al estallido del sábado. A su entender, los últimos años se ha vivido en campaña electoral permanente y «se ha instalado un discurso de confrontación, de choque, de líneas rojas, de insultos personales, interrupciones en los debates en televisión» que ha influido a la población.
«Nervios a flor de piel»
«Los nervios están a flor de piel», dice Arcadi Oliveres, y «básicamente se debe al recorte total de libertades, los encarcelamientos que hemos sufrido, con las situaciones injustas personales y familiares consiguientes, y a un juicio en el que se ha actuado de forma negligente». Dice también, sin embargo, que esta tensión ya hace años que se acumula. Está de acuerdo Tica Font, que imputa parte del aumento de la crispación que se ha visto estos días a que «se ha hecho un discurso de mucha carga moral, según el cual todos los que no están en el bando moral bueno pasan a ser considerados inmorales». Añade que «mucha gente ha sufrido la frustración de no alcanzar los objetivos buscados y la ha vertido en los demás, no en sus dirigentes».
Sobre el hecho de que no haya habido actos de violencia explícita salvo el lanzamiento de objetos, habla Paul Rios, activista del movimiento Lokarri por la paz y los derechos humanos, en la revista digital del ICIP dedicada al Diálogo en sociedades polarizadas: «Me resulta sorprendente que, con todo lo que ha pasado en los últimos años, no se haya llegado a un grado de violencia», dice. Considera que la explicación podría estar en que en «el ADN de la sociedad catalana haya un cierto rechazo a utilizar la violencia y un cierto convencimiento de que este no es el camino para solucionar lo que está pasando».
El director del ICIP, Kristian Herbolzheimer, considera que «estamos en una fase de confrontación política donde los actores no se ponen de acuerdo ni en la naturaleza del conflicto ni en la forma de tratarlo. Necesitamos un cambio de paradigma: un gérmen crítico que pueda movilizar a una masa crítica que apueste por iniciativas creativas, de modo que lo que ahora parece impensable se convierta posible», y sentencia: «Tenemos que aprender a vivir en el conflicto, sin hacernos daño».
Twitter como campo de batalla
El peso de las redes en la difusión de la agresividad es evidente, según Tica Font, y pide que los líderes de los movimientos políticos y sociales soliciten a través de la misma red que se moderen las expresiones más insultantes. Por ello, Helena Puig, codirectora de la organización promotora del pacifismo Build Up, citada también en la revista del ICIP, considera que «el impacto negativo de las redes sociales en conflictos es muy superior a la influencia positiva».
Preguntados sobre si espectáculos como los que se vivieron el pasado sábado se repetirán en el futuro y si el conflicto evolucionará hacia vías más dialogantes y respetuosas, Arcadi Oliveres se muestra más optimista que Tica Font. La exdirectora del ICIP no ve señales de cambio en JxCat y ERC, implicados como están en su contencioso para conseguir la hegemonía del independentismo. El veterano activista pacifista, que se define como ‘optimista por naturaleza’, dice que «esto acabará bien porque las cosas se han hecho bien. Quizás habrá que esperar algunos años. Yo quizás no lo veré, pero los jóvenes sí. A la larga acabará bien».
Este artículo se publicó originalmente en catalunyaplural.cat.
Por lo menos Catalunya no duerme, no como los millones de ovejas que conforman la España profunda.
Con las situaciones de máxima tensión, de provocación, de injusticia, de violencia por parte del estado español que ha vivido Catalunya estos dos últimos años no debe extrañar que a estas alturas la sociedad catalana de muestras de estar alterada, excitada e hipersensible; pero no violenta que es lo que a muchos les encantaría, sobre todo a parte del estamento español, a los herederos ideológicos de los golpistas genocidas del 36 que ven la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio. Bien les vale que como digo este es un inmenso país de borregos que no entiende más que de futbol.
Caminante no hay camino, se hace camino al andar… y Catalunya anda, se puede equivocar, se puede caer, pero se levantará y volverá a andar y de las equivocaciones se aprende. Sólo el que nada hace no se equivoca.
La CUP, para mí la crème de la crème, aunque ya me conformaría yo con un Santisteve o una Colau en el ayuntamiento de Zaragoza antes que tener que sufrir al franco/fascista Azcón que va dedicando peinetas públicamente a todo el que no comulga con él y la cazurrería aragonesa encantada de tener un alcalde con «tanta personalidad».
Eres un buen ejemplo Catalunya para el rebaño de súbditos dormidos del reino de España
para acabar tiene que haber justicia y los diputados no pueden ser tratados como terroristas , un juicio así enquista el odio y una vez enquistado hace que tarde en irse.
No estoy por independencias pero si no hay palabra y sino hay respeto no hay forma de entenderse.
y si hicimos 17 autonomías pues eso tenia que pasar porque la transición lo dejo todo en el limbo y sinceramente tenemos pendiente un referendum entre república o monarquía porque de una dictadura impune no se construye democracia…sino chulería.