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Nuestro abrazo eterno, Celia
La sonrisa, la curva más bonita de cualquier cuerpo, lucía en su rostro como un tatuaje que se niega a desaparecer. Se movía por la redacción con la soltura de quien está en casa. Y lo estaba. Celia traía aire y abrazos en los momentos difíciles. A menudo, en las rectas finales del cierre de revista, cuando el estrés apremia porque la imprenta mete prisa y el cansancio pesa, hubiera lluvia, viento o fuego, aparecía ella con sus sonrisa tatuada y nos quitaba los humos con una palabra exacta y oportuna, dos manos tendidas y una energía que desbordaba compromiso. Si había algo que lamentar, lo hacía en francés. Buscaba con sus ojos brillantes el hueco oportuno para apoyar, reforzar o defender, y se volcaba en ellos en cuerpo y alma. Y si surgía un quehacer sin su ‘cómo-hacer’, ella sí sabía como: como sea.
La vida es un regalo al que Celia hizo honores. Oficialmente, era socia cooperativista de Más Público, editora de La Marea. Extraoficialmente, diría que Celia era la encarnación de la esencia misma de este proyecto que tantas alegrías y ojeras nos ha regalado, también a ella. Celia era un roble invencible porque actuaba por compromiso, luchaba por unas ideas apuntaladas y equilibradas tras una vida entera con los ojos muy abiertos. Tal fuerza e inteligencia y brillo había en aquellos ojos, que costaba creer que llevaran siete décadas abiertos.
En los brotes de amnesia y crisis de fe que provocan las jornadas eternas, ella invocaba la importancia de esta labor desteñida y maltratada. Celia creía en el periodismo, la profesión con la que soñó pero que nunca pudo ejercer como le habría gustado. Nos cuidó y quiso en todo momento. Derrochó tanto amor en La Marea, que me atrevo a decir que por su culpa no soy el único ateo que ahora busca un lugar al que agarrarse para respirar hondo y creer que allá donde esté, cielo, tierra o aire, está bien.
A su familia y amistades, el abrazo eterno y más sincero de quienes respiramos su alegría y coraje infinito.
Hasta siempre, Celia. Te queremos mucho. Gracias por cuidarnos siempre. Te vamos a echar tanto de menos.
Por Celia y por un mundo más justo, a seguir con «esta labor desteñida y maltratada» pero imprescindible. Que su sonrisa no desaparezca.