Entrevistas
Paco Tomás: “El hombre gay español se ha vuelto muy conservador”
Paco Tomás disecciona en esta entrevista las trampas del modelo de masculinidad que se ha impuesto entre los hombres gays.
El periodista, escritor y guionista Paco Tomás prodiga la rara cualidad de alumbrar las trampas de los discursos dominantes, e invitarnos a cambiar la perspectiva desde la que los analizamos, con la naturalidad de quien pela una naranja, separa los gajos y los engulle sin mancharse los dedos. Y, como en este caso, lo puede hacer convirtiendo herramientas tan mundanas como las redes sociales y los selfies en vías para el hackeo del “relato de los cuerpos deseables en el mundo gay”. A finales de abril publicó un tuit que no sentó demasiado bien a algunos: “Imagino una semana en la que en vez de publicar vuestras siete poses en el gimnasio, publiquéis siete exposiciones, siete libros, siete obras de teatro, siete museos, siete restaurantes, siete conciertos, siete paisajes…”. Hombres gays, pero también políticas como Carla Antonelli, le reprocharon que lo dijese él, que publica en sus redes autorretratos en ropa interior. Respondió con un hilo que da pie a esta entrevista.
En su respuesta, explica que si usted se toma fotos en calzoncillos en casa es para ampliar la narrativa de los cuerpos que se consideran deseables en el mundo gay, que ahora está limitada al joven musculado y de ademanes masculinos.
Hay una clara diferencia entre posar en casa en calzoncillos y en el gimnasio. Lo primero lo puede hacer cualquier persona y con cualquier físico, edad, condición o discapacidad. Y el subtexto que está lanzando es: “Este soy yo, quiero a mi cuerpo, con sus imperfecciones y aciertos, y tengo un lugar en el relato de la construcción social del deseo”. Mientras que lo que nos está diciendo la foto del gimnasio es: “Este es el único cuerpo válido, la única masculinidad deseable, el único pasaporte hacia el deseo. Si haces el esfuerzo de conseguir estos bíceps, subirás en el estatus de nuestra sociedad”.
Un discurso, el de “si no te deseo, es porque no trabajas tu cuerpo lo suficiente”, que está muy imbricado en la narrativa neoliberal de la meritocracia: la promesa de que si te sacrificas, podrás conseguir lo que te propongas.
Lo peor del neoliberalismo no son ya sus teorías económicas, sino que nos ha convertido en neoliberales emocionalmente, que es peor que serlo en cuestiones económicas. Nos ha convencido de que lo único que importa es nuestra satisfacción personal y da igual si el otro sufre. Si es así, que espabile. Y en esa construcción del deseo neoliberal, lo que nos encontramos es que el mundo gay ha asumido perfectamente la masculinidad tóxica del bíceps, de la fuerza, del ‘esto se hace por mis cojones, porque soy el tío y tengo la fuerza’. La ha interiorizado porque hace 40 años teníamos negada la felicidad por ley. Éramos considerados delincuentes, pervertidos, corruptores de menores, monstruos a los que encerraban en la cárcel. Cuando suprimieron los actos de homosexualidad de la Ley de peligrosidad y rehabilitación social, teníamos que hacernos visibles en la sociedad para que nos aceptasen. Y en esa estrategia, lo más sencillo era el asimilacionismo: que nos viesen igual a ellos para que no nos tuvieran miedo. En ese afán de parecernos a lo normativo, el sistema ha ganado porque hemos perdido diversidad para acabar reducidos a una imagen: la del hombre gay fuerte, al que no puedes agredir o insultar porque ‘mira qué musculo tengo’. Y, claro, el discurso resultante es cada vez más peligroso: no quiero que tengas rasgos de feminidad, ni que hables en femenino, ni que vayas en una carroza… Para llegar a la conclusión de que el gay respetable es Javier Maroto. Pues si estos 40 años de lucha y movimiento LGTBI para lo que han servido es para que el modelo de hombre homosexual sea Javier Maroto y para poder sacar una bandera LGTBI en Colón con los fascistas, algo hemos hecho mal por el camino.
Una plumofobia que también ha inoculado el heteropatriarcado y está calando en la juventud.
El único referente de lo que es deseable que se van a encontrar las nuevas generaciones, que pueden dar con un entorno familiar que no les cree ningún conflicto, y con grupos de amigos con los que pasear por Chueca, es el de hombres musculosos con actitudes masculinas. No hay diversidad, solo pequeños guetos en los que nos encontramos los osos, los que tienen más pluma… Por eso, igual que las mujeres –que siguen viviendo el estigma de la imagen heteronormativa– son el principal colectivo en las unidades de trastornos alimenticios, el segundo lo son los adolescentes gays.
Ese culto al cuerpo es general a toda la sociedad, y se ve en la proliferación de los gimnasios. Pero usted sostiene que el hombre gay es especialmente sensible al mismo, ¿por qué?
Puede que tenga que ver con que los gimnasios, a principios de los años 80, eran un lugar de encuentro, donde ir a ver hombres desnudos y donde ampliar el deseo. Y también está relacionado con ese afán de ser aceptados: no hay mejor manera de hacerlo que convirtiéndote en un dios del Olimpo al que todos admiren. Y no seguir esa senda significa aceptar un coste, quedarte al margen en lo que llamamos el mercado.
Empezó a tomarse fotos en ropa interior porque a los 50 se sentía invisible en el mundo gay…
Tuve una ruptura sentimental y me di cuenta de que era invisible en el mercado. No soy el físico que se vende en las portadas de las revistas ni en los pósters de las fiestas. Y me apunté al gimnasio.
Lo dice como si fuera una confesión.
(Ríe). Claro, porque soy igual de frágil que todos. Y cuando estaba allí me preguntaba qué estaba haciendo, por qué. Confundimos las decisiones personales con el contexto que nos empuja a ello. Lo dejé y un día subí a las redes una foto en calzoncillos, que causó mucho revuelo porque estamos acostumbrados a que el que muestra su cuerpo es el que está oficialmente bueno. Si no, el mensaje que recibimos es ‘tápate’. Mira no, porque a lo mejor a ti no te gusto, pero hay alguien a quien sí. Porque si no, la construcción del relato del deseo va a estar siempre dominada por los mismos.
Lo interesante es que sus fotos se convierten en un espejo, es decir, es más relevante los comentarios que suscitan –y lo que estos dicen de su emisor– que la imagen en sí.
Esa es la base y tiene que ver con lo dispuestos que estamos a desaprender. Somos una generación que ha crecido con un lenguaje machista, con una homofobia interiorizada. Y es ahora cuando empezamos a darnos cuenta de que hay que cambiar muchas cosas, y eso significa esfuerzo y trabajo. Para mí hubiese sido mucho más fácil seguir en el gimnasio y convertirme en un tío deseable, pero he elegido el camino más complicado, que es el de hacer pensar a otros por qué lo están haciendo.
Está escribiendo un ensayo sobre la evolución del hombre gay en los últimos 40 años. ¿Cuál es su conclusión?
Que se han hecho extremadamente conservadores y que anteponen sus intereses y los privilegios que tienen como hombres. El movimiento LGTBI está tan flojo porque ha estado liderado por la G, los tíos, que se han aburguesado, y que no han trabajado su discurso, al contrario de las lesbianas y las trans.
Paradójicamente, el feminista se ha disparado, con las mujeres lesbianas y las trans en la cabecera.
Ellas siempre estuvieron en el movimiento feminista, mientras que en el LGTBI a las trans no se les hacía caso e, incluso, en un determinado momento, se les rechazó porque se pensaba que daban mala imagen y que obstaculizaban esa asimilación a la sociedad imperante. Y las mujeres lesbianas tuvieron protagonismo hasta que se dieron cuenta de que ahí también los hombres imponían su criterio, por lo que acabaron marchándose al movimiento feminista. Solo empezamos a crear discurso cuando llegó el sida. Cuando dejó de ser mortal y pasó a ser una enfermedad crónica, nos volvimos a relajar. Y entonces surgió la reclamación del matrimonio igualitario, pero era un activismo que reclamaba acceder a los mismos derechos, no era un discurso identitario. Y yo sí creo que la sociedad nos tiene que aceptar con nuestras diferencias, porque nuestras vivencias son distintas, porque la gente de mi generación pasamos una infancia que es determinante a la hora de entender los adultos que somos, porque sigue habiendo acoso escolar por razón de identidad de género y orientación sexual… Por no entrar en cómo entendemos nuestras relaciones afectivas, de pareja. De todo eso no hemos hablado porque en estos cuarenta años había que resolver.
Los desórdenes alimenticios afectan más a los homosexuales que a los heterosexuales
La incidencia de los desórdenes alimenticios es muy superior entre los hombres homosexuales y bisexuales que entre los heterosexuales, según diversos estudios. Uno de los más completos y referenciados es el que publicaron en 2007 los investigadores Matthew B. Feldman y Ilan H. Meyer, del Instituto Nacional de Investigaciones y Desarrollo y de la Universidad de Columbia, respectivamente. La investigación concluyó que mientras que el porcentaje estimado de hombres heterosexuales estadounidenses que habían sufrido bulimia, anorexia o atracones por ansiedad en sus vidas era de un 3%, entre los homosexuales era de al menos un 14%. Y según la Asociación Nacional de Desórdenes Alimenticios, el 42% de los hombres que pide ayuda por este motivo se identifica como gay. Las causas son, según International Journal of Eating Disorders (El Diario Internacional de los Desórdenes Alimenticios, en español), de origen socioculturales: la mayor presión social hacia el aspecto físico y la numerosa publicidad dirigida a este colectivo sobre su imagen, lo que provoca un mayor grado de insatisfacción sobre su cuerpo que entre los heterosexuales.
También hay investigadoras, como Laurence Corbeil-Serre, que observan que los trastornos alimenticios pueden estar relacionados con la ansiedad y depresión que muchos jóvenes gays siguen sufriendo por la discriminación. Sin embargo, frente a este consenso, los resultados son contradictorios en cuanto a las mujeres lesbianas y bisexuales. Hay investigaciones que sostienen que este colectivo sufre menos la presión de la imagen heteronormativa y, consecuentemente, hay un menor grado de insatisfacción con la propia imagen, lo que conlleva una menor prevalencia de la anorexia y la bulimia. Y también las hay que no extraen diferencias con respecto a las chicas heterosexuales. Sí subrayan, no obstante, que las que tienen una estética más cercana a lo que se ha considerado femenino, tienen más tendencia a tener baja autoestima con respecto a su cuerpo, y las que se decantan por un estilo más andrógino o masculino, todo lo contrario. Al final, siempre está el heteropatriarcado.
Me ha gustado mucho la entrevista. Descubrí mi homosexualidad a los 17 años, fue en al año 1989, al años siguiente cuando cumplí los 18 años sentía la necesidad de contárselo a mis padres y así lo hice, la verdad es que tanto mi madre como mi padre se lo tomaron de la manera mas natural posible y me tendieron su mano en todo momento. Desde entonces sentí una liberación y comencé a frecuentar los locales de ambiente de Barcelona, yo era un chico guapo, rubio, ojos azules, delgadito y tenia algo de pluma, no una pluma exagerada pero la tenia, en mi manera de vestir era un chico muy normal y sencillo, la verdad es que atraía a los hombres como un trozo de pan atrae a un pájaro, nunca tuve ningún problema con tener pluma es mas a los hombres incluso le atraía esa manera que tenia de ser yo, era un chico masculino de físico pero tenia ese punto algo afeminado, en ningún momento tuve problemas en encontrar pareja, es mas con los hombres que mas solía ligar y con los que he tenido relaciones estables era muy masculinos y ninguno de ellos me rechazo por ser amanerado ni nunca me lo hicieron saber ni me comentaron no era algo que a ellos les incomodase o les hiciese sentir mal por que veían en mi algo mas que una pluma, yo siempre he sido un hombre muy cariñoso, algo reservado, tímido y no buscaba sexo solo de una noche y eso les atraía de mi, hasta que cumplí los 30 años tuve unas 4 relaciones mas o menos serias, todos los hombres con los que había estado me trataban muy bien, me quisieron mucho, me valoraban, aun recuerdo sus nombres, Andrés, Xavi, Ramon y Jordi, mis relaciones fueron desde los 6 mese el primero hasta 2 años el ultimo, yo les querían mucho y ellos me querían a mi pero en esa época los homosexuales no nos planteábamos formar una relación estable como tal, vivir juntos, alquilar un piso, formar una familia por que casi todos los homosexuales vivían con sus padres y muchos padre de algunos de mis novios no lo sabían y eso te frenaba a la hora de tener algo duradero en el tiempo, con el tiempo todo comenzó a cambiar y ya por hay el año 2000 ya te podías plantear algo mas serio, por que ya era mas natural que los padres lo supiesen y eso no era un freno, fue entonces cuando aun no habían smartphones, apps de ligar y fue entonces cuando conocí a un hombre en un chat, me vine desde Barcelona a Madrid a conocerlo en el año 2000, conoció a mi familia y en el año 2006 nos casamos, el era muy diferente a mi en todo, muy masculino, 22 años mas mayor que yo, con un nivel cultural alto y nunca en ningún momento me hizo mención a mi pluma, nunca jamas, pase con el 15 años y en el años 2015 enviude, los tiempos habían cambiado mucho, cuando quede viudo yo ya no era el chico tan delgado como era antes, no tenia un cuerpo atletico era un hombre normal, con algo de barriguita, un hombre muy normal, desde entonces comencé a intentar unirme de nuevo al mundo homosexual, intentar de nuevo hacer amigos homosexuales, salir por chueca, conocer hombres para salir o tomar algo, pero no lo conseguía, aun siendo un hombre guapo, no soy atlético, ni tengo músculos, ni soy un actor de hollywood pero tampoco soy un adefesio no conseguía hacer ni amistades con nadie homosexual ni mucho menos que alguien se interesase en mi, los hombre me miran mucho y noto que les gusto pero no pasa de hay, no pasa de una mirada o de un gesto, ya me podía poner lo mas guapo posible, ser lo mas simpático posible, poco después intente conocer homosexuales por otros medios, apps de ligue, apuntarme a grupos de deporte, de salir, pero nada no había manera de conseguir ni tan solo sexo de una noche para por lo menos quitarme las penas que sacudían mi mente, yo sabía o creía tener la clave del por que me pasaba eso, todo giraba en torno a mi pluma o amaneramiento, a que no era musculoso, a que no era fuerte, aun siendo guapo y tener cara masculina no era lo que estaba de moda, lo que buscaban los hombres era un hombre rudo, con barba, masculino de cuerpo, sin pluma, en multitud de ocasiones o casi todas así me lo hacían saber la mayoría de hombres a los que me acercaba, todo se quedaba hay en una mirada y nada mas, desde entonces me empece a desvalorarme como persona cosa que ni en mi juventud donde eramos menos libre me había pasado nunca, comencé a tener depresiones, baja autoestima, no salia mas que con gente heterosexual, deje de ir a lugares de ambiente, pasaba horas y horas encerrado en mi casa, sentía un falta de cariño y comprensión por ese mundo con el que entre con mucha ilusión, ahora amis 50 años que tengo, me he apartado del mundo lgtbi por completo, no voy a la manifestación del orgullo desde hace mas de 7 años, no he vuelto a tener ninguna relación ni sexual ni afectiva con ningún hombre, no he ido a ningún lugar de ambiente desde hace años y no tengo ninguna relación de amistad con ningún homosexual, me di cuenta que mi momento en el mundo homosexual ya había terminado, que mi forma amanerada, que mi cuerpo, y que mi edad ya no tenia cabida en ese mundo, que lo único que encontraría son desprecios, rechazos y hombres desinteresados en ver mi interior, durante este tiempo también conocí a gente mas mayor como cuando conocí a mi marido en el 2000 pero fueron pocos o casi ninguno, gente de mas de 50 años conocí muy pocos en lugares de ambiente o en otros lugares por que son hombres la gran mayoría como yo, que se sienten aislados, por no tener un buen cuerpo, por ser mayores y por no tener una actitud varonil, son hombres que prefieren estar con sus padres, con sus amigos de toda la vida, que prefieren estar en su casa, con su tv, con sus libros, los homosexuales nacidos antes de los 80 no teníamos tiempo de andar con exigencias, lo único que buscábamos era ser queridos, comprendidos, amados, no nos importaba con quien, si tenia músculos, si era masculino, si era afeminado o no y siempre había hombres interesados en ti, siempre conocías a alguien, no habían desprecios de unos a otros solo gustos y cuando salias y conocías a alguien que aun que no fuese masculino o guapo savias que hasta el fin de semana siguiente no estarías con otro hombre y eso te hacia valorar a las personas, ahora los jóvenes ya tienen el plato puesto en la mesa, se pueden dar el lujo de despreciar o rechazar a otro por su físico, edad o comportamiento y aun que les gustes saben que a la vuelta de la esquina encontrara a mas hombres, que en una app encontraran a mas hombres, los homosexuales de ahora llamados gays quieren hombres musculosos, fornidos, masculinos, con dinero, guapos, con un buen coche, con barba, rudos, que vayan al gimnasio, exitosos, que tengan cierto poder de masculinidad, de empoderamiento, que sean activos, ahora los gays quieren encajar en la sociedad de otra manera, por que entienden que si son gays pero no tiene un novio masculino, guapo y empoderado son son hombres, miren las redes sociales, son como un regimiento de la armada, como los geyperman con los que yo jugaba de pequeño, parecen recién salidos de una maquina de clonar hombres, todos con barba, musculados, cara de malotes, poses de yo domino el mundo, todos haciendo pesas y sudando, o en la piscina saliendo de ella plan Aquaman, o bailecitos de mira que guapo soy, la diferencia entre ellos y los homosexuales de antes es que antes luchábamos para ser aceptados por el mundo y ahora luchan para ser aceptados entre ellos mismos, decidí retirarme ya hace años para vivir los años que me queden por vivir sin ser rechazado de nuevo, antes por la sociedad y ahora por ellos mismos, esta lucha ya no me pertenece, que ya no formo parte de ella, de nada sirve seguir andando el camino si ese camino lo andas solo, una retirada a tiempo es siempre una victoria.