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Mieke Holt: “La extrema derecha hoy me parece casi peor que la de los años 30”
En la memoria histórica holandesa, la guerra ocupa un capítulo central. Aunque miles de holandeses participaron en la Resistencia, los aparatos del Estado no dudaron en colaborar con los nazis
Mieke Holt, ceramista, nació en Holanda en 1932, en plena crisis económica, en una pequeña ciudad situada en las dunas entre Haarlem y el Mar del Norte. Un mes antes de su ocho cumpleaños, en mayo de 1940, los nazis invadieron el país. Cuatro días más tarde, bombardearon Rotterdam. Al día siguiente, el país se rindió. Fue el comienzo de una ocupación que duraría cinco años. Hoy Mieke, con 87, vive en la Casa Rosa Spier, una residencia nombrada por una conocida arpista judía que fue deportada al campo de Theresienstadt y milagrosamente sobrevivió al Holocausto. En esa residencia para artistas, además de un modesto apartamento, Mieke cuenta también con un taller. Sus creaciones —pequeñas esculturas de figuras lúdicas y caseras— llenan los estantes de la pared. Lee el periódico todos los días. Y no ha dejado de votar al Partido del Trabajo.
“La verdad es que, con todo el caos y el sufrimiento, los niños teníamos una libertad inaudita. Los padres estaban lidiando con desastres de todo tipo, y los problemas de los mayores sobrepasaban a nuestra comprensión. Mientras tanto, hacíamos de todo, cosas que normalmente nos hubieran prohibido. Con una amiguita, por ejemplo, me perdía por las dunas en busca de panfletos y otras cosas que habían depositado los aviones de los aliados. La guerra fue una especie de gran aventura”. La amiga que sale en una foto, tomada en 1939, dejó de serlo poco después. “Su padre era miembro del movimiento que simpatizaba con los nazis. Mis padres me prohibieron que volviera a tratar con ella”, cuenta.
En la memoria histórica holandesa, la guerra ocupa un capítulo central. De orgullo y vergüenza. Aunque miles de holandeses fueron activos en la Resistencia, los aparatos del Estado no dudaron en colaborar con la fuerza ocupante. Más de tres cuartos de las 140.000 personas judías holandesas —entre ellas, la joven Anne Frank— fueron deportadas. Más de un 95% no volvió con vida. La existencia cotidiana para el resto de la población se hizo más difícil con los años. El Invierno del Hambre de 1944, que afectó a 4,5 millones de personas, causó 20.000 muertes en la mitad norte del país –para entonces, el sur ya estaba liberado–. Pero no pudo con la pequeña Mieke. “De niña, no me gustaba comer, por lo que la falta de comida no me afectaba tanto”, rememora. “Mi padre, en cambio, lo pasó fatal. Era físicamente muy frágil. Tenía que entrar al pólder, a pie, con un carro, en busca de remolachas. Era arquitecto, pero no había trabajo. Todo el mundo cultural lo controlaban los nazis a través de la Cámara de la Cultura. No trabajabas a menos que entraras a ella, algo a lo que mi padre, por supuesto, se negó. Pasamos mucha penuria”.
En mayo de 1945, llega por fin la liberación. Holt tenía 12 años y un espíritu rebelde que no dejó domar. Sus días en el instituto católico para niñas se le hicieron insoportables y, al final, su familia se resignó a que pasara a una escuela Montessori, ya plenamente secular. Rotos todos los vínculos con la religión, decidió hacerse artista. Fue admitida en la prestigiosa Academia Estatal de Amsterdam. “Mis padres estaban encantados, orgullosos de tener una hija con talento. Hasta que me quedé embarazada de un escultor medio loco. Mi relación con ellos nunca se recuperó”. Fue una trayectoria típica para su generación y, sobre todo, la siguiente. En la Holanda de los años 60 se desata un proceso masivo de secularización que la convertiría en uno de los países menos religiosos de Europa.
Holt encontró su hogar político en la izquierda, en el Partido del Trabajo (PvdA), el bastión de la socialdemocracia holandesa, hoy diezmado: en las últimas elecciones parlamentarias sacó un 8%. Al mismo tiempo, según los sondeos, los dos principales partidos de extrema derecha —el Partido por la Libertad (PVV), de Geert Wilders, y el Foro por la Democracia (FVD), de Thierry Baudet— pueden lograr, entre los dos, un 22% del voto. Un máximo histórico. El PVV de Wilders, fundado en 2006 sobre una posición radicalmente anti-islam, fue el segundo más votado en las parlamentarias de 2015. El Foro por la Democracia, fundado en 2016, sorprendió el pasado marzo, cuando ganó las elecciones provinciales, por delante del Partido Liberal de Mark Rutte, el actual primer ministro. Su líder es un intelectual de 36 años, doctor en Derecho, que se declara “conservador romántico”, idealiza el siglo XIX y coquetea con idearios fascistas y supremacistas. Es de Haarlem y pasó por el mismo instituto que los hijos de Holt: «Conozco a sus padres y hermanos. No hace falta que te diga que algunos de sus parientes, como yo, están horrorizados».
¿Por sus ideas políticas?
También, porque son las de un chiflado. Pero sobre todo porque es insufrible. Se le nota la vida cómoda y privilegiada que ha tenido. Tiene todo el porte irritante de su clase. Se hace el interesante, cuando es todo lo opuesto. Espero que no dure.
¿Cómo explica su éxito electoral?
La cosa es, precisamente, que no me lo explico. Pero para nada. ¿Cómo es posible que no le vean como es: un niño bien con aires de aristócrata? ¿Cómo es posible que un tipo así conecte con la gente común? A veces pienso que es porque la vida se ha hecho más cómoda para todos, incluso para los relativamente menos acomodados. Si ya no hace falta luchar a diario, como lo tuvimos que hacer antes y durante la guerra, quizá a la gente se le amodorre la mente. Si soy honesta, a veces me impresiona la estupidez de los votantes.
¿Y Wilders?
También horroroso. Pero menos que Baudet. Wilders, en su día, representaba algo nuevo. Claro que, cuando salió a escena, me pareció un perfecto gilipollas. Pero comparado con el batiburrillo que nos sirve Baudet, Wilders por lo menos tiene carácter, dentro de su torpeza.
No hay casi país europeo que no tenga su Wilders o Baudet. ¿Está Europa viviendo una vuelta a los años 30? ¿Un regreso al fascismo?
No, eso no lo veo. No quiero moralizar, pero me parece evidente que hoy todo el mundo vive mucho mejor. Nada que ver con la pobreza y la miseria de los 30. Y por eso la extrema derecha de hoy casi me parece peor. Todo lo que representa es tan irresponsable e innecesario.
Pero, precisamente por eso, ¿Baudet no le parece más peligroso aún? ¿Qué pasaría si llegara a la Presidencia del Gobierno?
¡Pero si no hay forma! La gente no puede ser tan tonta. En algún momento le verán el plumero. Es de traca.
¿No decía que el electorado está amodorrado?
Sí, pero quiero creer que siempre hay gente un poco más espabilada.
«Si ya no hace falta luchar a diario, como lo tuvimos que hacer antes y durante la guerra, quizá a la gente se le amodorre la mente. Si soy honesta, a veces me impresiona la estupidez de los votantes».
Eso mismo pienso yo, Mieke.
Sí, siempre hay gente más despierta, como tú Mieke, que impotente se siente arrastrada al «precipicio» por el «rebaño».
«Partido por la Libertad» y «Foro por la Democracia» ¿Cínicos o disminuidos psíquicos?