Internacional
Nadège Beausson-Diagne: “Si no das palabras a tus traumas, no puedes hacer un trabajo de reconstrucción”
Impulsora del movimiento No tenemos miedo, conocido como el MeToo africano, la actriz prepara ahora un libro en el que relata sus experiencias de violencia sexual y su modo de enfrentarse a ellas.
Nadège Beausson-Diagne parece un torbellino encarnado en mujer. Su risa es alta y franca. Su sonrisa, constante. Los colores se apelotonan en su ropa, su pelo, sus manos. La alegría parece ser su rasgo más definitorio. Cuesta pensar que esta persona fue víctima de violaciones constantes y repetidas, tanto en su más tierna infancia, como en su adolescencia. Y después, a lo largo de su vida adulta, dentro de su propio espacio de trabajo, la industria cinematográfica. Para Nadège, el primer paso fue buscar ayuda. El segundo, aceptar que fue una víctima. Como tantas otras. Gracias a su posición y a la fama adquirida tanto en África como en Francia, inició el movimiento No tenemos miedo, que ya ha sido denominado como el MeToo africano, dado que aquel, aunque se originó también en África, de la mano de Tarana Burke, pasó a ser conocido (y apropiado) por la implicación de actrices blancas norteamericanas.
Beausson prepara ahora un libro en el que relata sus experiencias y su modo de enfrentarse a ellas. Nos encontramos con ella aprovechando su participación en la mesa redonda titulada El silencio, enmarcada dentro del festival de cine africano de Barcelona, el Festival Wallay! Hablamos de la necesidad, precisamente, de hablar. De contar lo que sucede. Y de las escasas diferencias que esta actriz encuentra entre razas y géneros. Porque, para ella, todos nos podemos agrupar en un mismo término: el de “víctimas”.
Ha sido tanto criticada como alabada por ser el detonante del llamado MeToo africano. ¿Cómo se decidió a dar este paso?
Decidí hablar porque, primero, yo podía hablar. He trabajado mis traumas con un psicoanalista y podía tener la capacidad, primero de hablar, y segundo de explicar a la gente el mecanismo de los psico-traumatismos. Decidí ayudar a las víctimas que no pueden hablar. En África es horrible, la gente tiene miedo, la gente pone mucha culpabilidad sobre las víctimas. La gente dice “es tu culpa”. Incluso las mujeres dicen que es normal que, en el trabajo, si tú quieres hacer una carrera, pasen estas cosas. Para mí fue como una responsabilidad ayudar a las víctimas, porque yo lo puedo hacer desde mi posición. Como soy un poco famosa, en Francia y en África, si yo hablo, no es como si lo hiciera cualquier actriz. Después de ello, empezó el movimiento. Yo pensaba en hacer una plataforma donde las víctimas pudieran buscar ayudas de justicia, psicólogos y, sobre todo, donde pudieran hablar en paz. Es como una energía que nos pasamos de víctima a víctima. El primer trabajo es poder hablar para poder reconstruirse. Si tú no das palabras a tus traumas, no puedes hacer un trabajo de reconstrucción.
¿Tuvo miedo de sentirse juzgada?
¡Ah! Fue horrible (risas). Es mitad, mitad. La mitad de las personas me decían “ah, Nadège, qué coraje, bravo”. Otras decían “es mentira”. Imagínate. Es horrible. Porque yo fui víctima. Mis violaciones comienzan cuando yo era un bebé. Y después, a los 9 años. Y es el principio de repetición: si tú no haces el trabajo de cambiar las cosas, se repiten y se repiten y se repiten. Y fue para mí muy violento cuando incluso mujeres me decían que lo que yo estaba contando era mentira… “porque ella quiere estar en la luz”, decían. Por favor. ¿Qué luz? Y para la gente de mi industria, yo soy una apestada. La gente no quiere trabajar con una mujer que se va a quejar. Pero, cuando todo esto me ocurría, cuando me criticaban, yo pensaba en esa niña de diez años que vino y me explicó que fue violada. Que me daba las gracias por mi trabajo. A las otras, las que dicen que miento… bah.
¿Pensaba que era necesario un movimiento específicamente africano, negro, después de que el MeToo pasara de Tarana Burke a hacerse viral gracias a actrices blancas y norteamericanas?
Mira, mi abuela era blanca. Mi mamá es mulata. Entonces, yo pienso que tengo todos los colores. Yo no entiendo eso del blanco y el negro, porque para mí, somos mujeres. Y, sobre todo, el feminismo no es solo una historia de mujeres, es una historia de mujeres y de hombres. Yo conozco a una mujer, Chimamanda Ngozi Adichie, que escribió un libro que se llama Americanah, y otro que se llama Todos deberíamos ser feministas. Es una historia de educación de los niños y de las niñas. Y no entiendo, para mí, eso de “bueno, soy negra…”. Yo no tengo problemas de negras. Tengo problemas de mujeres de mi edad. Yo soy lo que soy, es la gente la que me ve como una negra. Es difícil para mí. El año pasado escribimos un libro que se titula Black is not my job (Negra no es mi trabajo). Éramos diecisiete actrices escribiendo ese libro. Fuimos a Cannes, a Palma, y levantamos el puño. Y la gente nos decía monkeys (monos). Tenemos que tener un pensamiento fuerte para cambiar la sociedad. El feminismo no es estar constreñido, el feminismo es divertido, no es aburrido. Cuando inicié el movimiento No tenemos miedo, había mujeres que me decían “pero Nadège, tú aquí me estás hablando de mujeres y de hombres”. No se sentían cómodas. Pero yo creo que no es una historia solo de mujeres. Es de mujeres y hombres. Tenemos que abrir la puerta a los hombres. Hay pendejos, pero también hay hombres geniales. Y hay mujeres que son horribles.
Aun así, debe ser diferente la situación de violencia que se vive en Francia a la que se vive en un continente como África.
En África, cuando eres negra y mujer, tienes una doble pena. Y eso es verdad. Es horrible, porque hay una cuestión de educación de los hombres. Y, en África, los hombres son los reyes. La mujer tiene que callar. Cuando yo empecé a hablar, los hombres decían “sí, pero ella es francesa, su mamá es mulata…”. ¿Ves? Como si, que yo hablara, no contaba. Y es difícil, muy difícil hablar. Hay mucha presión sobre las mujeres. Pero tenemos que cambiar eso. Y entre mujeres de poder, las mujeres con poder tenemos que hablar. Pienso que eso es lo que puede cambiar las cosas.
¿Le costó llegar al poder, por todo lo que le pasó?
Sí. Pero tengo una psicoanalista argentina que es mi diosa en la tierra. No todos los psicólogos saben trabajar las violencias sexuales. Yo tengo la suerte de poder hablar, pero hay tantas víctimas que llegan a suicidarse… Cuando tenía quince años, muchas veces recuerdo querer morirme. El disgusto con mi cuerpo, las noches de insomnio… Es difícil para ti, es difícil para tu familia, para tu marido. Es difícil de entender. Pero cuando encontré a Mónica (mi psicoanalista), ella fue la primera persona que me dijo “Nadège, tu fuiste una víctima”. Entonces fue cuando empecé a hablar a mis amigos. Fue el principio de la reconstrucción. Decir, “ok, fui víctima, es mi realidad, pero ahora, ¿qué voy a hacer con eso?”. Ahora soy una guerrera. Ahora tengo una distancia necesaria para hablar de ello. Puedo hacerlo sin llorar ni sufrir. Y es lo que hago.
Bravo, Nadége.
Coraje y mente preclara.
Convincente.
Muchas gracias por tu impagable labor en favor de la igualdad de género, de un mundo más justo.