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Juntos por España

"El PP no se va a deshacer porque existe: 23.500 cargos electos, más todas las personas vinculadas, cercanas. Toda esa gente no se va a ir a casa. Hay miles de sedes por toda España y una estructura de poder que buscará su pervivencia", sostiene el autor.

Pablo Casado saluda a José María Aznar en la comisión parlamentaria sobre las finanzas del PP en septiembre de 2018. DANI GAGO
Jorge Dioni
24 mayo 2019 Una lectura de 5 minutos
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En el documental Muerte en León, hay un momento en el que aparece Matías Llorente, diputado provincial del PSOE, mostrando el Excel de “los nueves y los dieces”. El cuadro muestra las calificaciones de unos exámenes de la Diputación de León. Junto a las notas altas, los nueves y los dieces, aparece la vinculación de los 26 afortunados de la oposición con el Partido Popular: hijo, sobrina, ahijada, nieto, etc. Después, en un detalle irónico, se oye la frase “tenemos la máquina engrasada”. La imagen es buena. Un partido es más una máquina que una marca.

A pesar de la evolución de los últimos años, una organización política es una estructura de poder. Hace un año, el PSOE formó un gobierno en dos semanas. No solo configuró el consejo de ministras, sino todos los cargos inferiores: secretarios de Estado, direcciones generales, subdirecciones o cargos en empresas públicas. Eso es un partido político. Es obvio que no todas las diputaciones tienen un Excel leonés, pero sí funcionan como máquina y como cantera, lo mismo que los ayuntamientos o los gobiernos regionales.

Cuando en 2015 se daba al PSOE por muerto, solo había que mirar el mapa del poder territorial para ver que eso era más un deseo que una realidad. Además de ayuntamientos y comunidades, tenía 17 de las 38 diputaciones. Entre ellas, algunas de las que manejan más presupuesto, como Valencia, Sevilla, Cádiz o Granada. De ahí sale la gente que, cuando ocupa un cargo, no tiene que preguntar cómo se hacen las cosas o dónde está el baño.

Este domingo, el grupo dirigente del PP se la juega: comunidad y ayuntamiento de Madrid, Castilla-La Mancha, Aragón, ayuntamientos gallegos y también, en las diputaciones, donde es probable que la división de la derecha también juegue en contra. Habrá mucha gente cabreada; pero, independientemente del futuro a corto plazo de Casado y Egea, hay una cuestión con más recorrido: la competición interna. Los otros dos partidos de la derecha no están en condiciones de sustituir al PP en esta estructura de poder territorial. En las pasadas primarias de Ciudadanos en Castilla y León, votaron unas mil personas. El PP tiene unos 7.000 cargos públicos en la comunidad. ¿Qué hará esa gente cabreada?, ¿desembarcará en Ciudadanos?, ¿buscará otro líder? Con el PSOE, se hablaba de pasoquización; el fantasma que se le aparece al PP es la UCD. La comparación olvida que la UCD no era un partido.

El documental sobre la Transición de RTVE utiliza la expresión sopa de siglas para hablar de la proliferación de partidos en las primeras elecciones. El concepto invita a pensar en la izquierda, trotsquistas, maoístas, prosoviéticos, etc., pero fue un fenómeno que, sobre todo, se produjo en la derecha. La tarea del equipo de Suárez fue aglutinar a todas esas formaciones, conservadores, democristianos, liberales, socialdemócratas o regionalistas, en una “lista del presidente” que recibió el nombre de UCD. Eran partidos casi unipersonales. Solo dos partidos rehusaron unirse: Alianza Popular, veteranos del franquismo enfrentados a Suárez, y la Democracia Cristiana de Gil-Robles y Ruiz-Jiménez, que se quedaron colgados de la brocha esperando un apoyo oficial de la Iglesia que no llegó.

Los enfrentamientos entre el grupo de Suárez y los barones, dirigentes de los partidos integrantes de la coalición, eran constantes por las cuotas de poder, y las divisiones en grupo parlamentario no eran extrañas. Una de las más sonadas se produjo con la Ley del Divorcio. Tras la marcha de Suárez, la lista del presidente se deshizo. Unos, al PSOE; otros, a AP; otros montaron el CDS; otros formaron partidos regionalistas; otros, siguieron con su partido; otros se fueron a casa. Hasta que, años después, Aznar los reunió a casi todos en el PP.

El PP no se va a deshacer porque existe: 23.500 cargos electos, más todas las personas vinculadas, cercanas; es decir, todos los Excel provinciales. Toda esa gente no se va a ir a casa. Hay miles de sedes por toda España y una estructura de poder que buscará su pervivencia. Ciudadanos no puede asumir ese desembarco, pero hay otra posibilidad que cobra sentido si repasamos otro documental: Dos Cataluñas.

No se entiende el Procés sin la competición interna entre la estructura de poder convergente, tocada por los casos de corrupción, como el PP, y una organización pujante, ERC, a la que los nuevos líderes de CDC buscaban desbordar periódicamente con la ayuda del activismo. Tampoco, sin la sentimentalización del discurso político. Las actuaciones, incluso las procedimentales dentro de las instituciones, no se regían por la legislación o el debate público, sino por conceptos abstractos como dignidad o humillación.

Ciudadanos es un partido procesista y ha traído a las instituciones ese marco emotivo que lo envuelve todo porque todo es un escenario. Por ejemplo, una actuación casi rutinaria como pedir un informe a los letrados de la cámara se convierte en una humillación nacional que “pone de rodillas a la democracia”. Es una frase que podrían haber dicho Joaquim Torra o Carles Puigdemont sin ningún problema. Todo se vuelve una ofensa y siempre está en juego la dignidad de un país dividido que se va haciendo cada vez más pequeño.

Hasta ahora, Ciudadanos ha logrado desbordar al PP. Se mueve mejor en ese terreno sentimental y su ausencia de implantación territorial le permite centralizar el discurso y explorar terrenos que podrían tener contestación, como las provocaciones simbólicas, o sostener discursos incendiarios en los que los dirigentes conservadores se sienten incómodos. Pero no hay réplica. Incluso, hay cambios de criterio en horas. Como en el Procés, la elaboración de un discurso propio es signo de traición. Cabe seguir o quedarse quieto.

Una de las claves de la próxima legislatura será la capacidad del grupo conservador del PP para retomar el control del partido o si este se entrega al procesismo; incluso, a través de coaliciones electorales, En marcha, Juntos por España, España suma. Una estructura de poder a cambio de no seguir perdiendo terreno. Paz por territorios. El PP no va a morir en los próximos meses, pero puede ser parasitado si no encuentra un discurso propio. Génova pone la infraestructura, la máquina bien engrasada, y Ciudadanos, el discurso sentimental.

El resumen de esta semana es que hemos entrado en terreno procesista. Veremos hasta cuándo. Si cuaja, ya sabemos que la realidad no tiene nada que hacer ante una buena historia.

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Comentarios
  1. c dice:
    25/05/2019 a las 15:37

    que la gente tiene derecho a votar para saber la opinion sobre independizarse es una cosa
    pero qe de una votacion asi salga un presidente es otra
    y este ad+ montó esas elecciones
    pa tapar ls recortes + corruppcion d su partido, super amigo dl PP
    y ademas para alentar voto ultra de toas partes a favor d la derecha pqe e sun aprtido d rchas como PPP C$ VX
    Ese referendum dnde salio puchdemoñ
    fue un tongo montado por ls derechas
    para hacer ruido y tapar recortes corruppcion etc
    y tbn para alentar voto ultra = Vx
    a base d echar leña a tope
    De por si una cosa es el drcho a votar y otra esto
    y qe se enciam qieran hacerlo vinculante
    No estoy cn el PP C$ cn invasiones represiones ni presos
    pero tampoco cn reconocer a puchdemoñ y demas cargos elegidos

    Responder

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