Medio ambiente 2
El largo viaje sin aviones de Gianluca Grimalda
Un economista italiano ha comenzado un periplo de cinco meses para realizar trabajos en Japón y Papúa Nueva Guinea, prácticamente sin vuelos.
Gianluca Grimalda es economista, aunque probablemente sea más exacto decir que se dedica a la investigación en psicología, la psicología social y la antropología. Oriundo de Milán, ahora investiga en el Instituto de Economía Mundial, en Kiel, Alemania (IFW). Su excelente español se debe a que trabajó durante cuatro años como profesor de macroeconomía en la Universidad Jaume I de Castellón.
Grimalda está invitado a asistir, como ponente, a la conferencia del T20, una reunión anual de un grupo de institutos de investigación que asesoran al G20, del que forma parte el IFW desde hace tres años. Después tiene que acudir a Papúa Nueva Guinea para realizar una investigación de campo sobre desigualdad económica.
El viaje, que a la mayoría de sus compañeros les llevaría una o dos semanas, a Grimalda le llevará cinco meses. Por un motivo: Gianluca Grimalda no vuela (o casi). Este es su viaje en solitario, que desgrana para La Marea desde Moscú.
¿Cuáles son las etapas de su viaje?
La primera parte del viaje me ha traído a Moscú desde Kiel, en el norte de Alemania, recorriendo Polonia, Lituania y Letonia en autobús. Hay un recorrido más directo, a través de Bielorrusia, pero eso supone sacar un visado más. Solo te ahorra diez horas de viaje. Ahora estaré en Moscú unos días, donde un compañero me ha invitado a la universidad para impartir un seminario.
A partir de ahora, las etapas se harán bastante más rápidas. Voy primero a Yaroslavl, que está tan solo a unos 200 kilómetros de distancia, donde pararé a hacer turismo. Después sigo en tren dos días hasta Novosibirsk y Tomsk, que están en medio de Siberia. Ahí me encontraré con una compañera, con la trabajo en un proyecto. A continuación, sigo un día de viaje más hasta Ulan Ude, cerca del lago Baikal, y después más de dos días hasta Vladivostok, donde tomaré un ferry hasta Sakaiminato, Japón, desde donde iré a Tokio en tren. Llegaré justo dos días antes de que empiece la conferencia.
¿Y desde allí?
Desgraciadamente, no he podido encontrar ningún carguero que me llevase de Japón a Papúa Nueva Guinea, así que he tenido que reservar un vuelo. Es la única parte del viaje que haré en avión.
La vuelta desde Papúa todavía no la tengo concretada. Quiero ir a Singapur, donde nunca he estado. Eso hace que el viaje se haga un poco más largo que si fuese por Hong Kong. Después de Singapur, iré hacia Malasia, y luego hasta China a través de Tailandia y Laos. Me hubiera gustado visitar Camboya y Vietnam, pero desgraciadamente tengo un compromiso en Alemania en septiembre, así que tomaré una ruta más directa.
Una vez en China, me gustaría visitar Kunming. Es una ciudad en la que hay unas costumbres bastante interesantes. Después quiero ir a Xi’an, que solía estar al comienzo de la ruta de la seda. Ya he estado otras dos veces, pero es una ciudad realmente bonita, así que iré otra vez. Tiene unas murallas impresionantes, construidas en el siglo VII, cuando Xi’an era una de las mayores ciudades del mundo.
Luego seguiré viajando por China hasta el paso tradicional de la Ruta de la Seda. Sería más fácil ir hasta Urumqi, en la provincia de Xinjiang, desde donde se puede ir en tren a Almaty, en Kazajistán, pero eso ya lo he hecho y es muy fácil. Esta vez quiero ir por las montañas, donde no hay trenes y hay que viajar en taxi desde Kashgar, en el extremo occidental de China.
De esta manera entraría en Kirguistán, donde ya estuve una vez. Me gustaría visitar Tayikistán, porque allí hay una etnia que no es de origen túrquico, y hablan un idioma parecido al persa. Como antropólogo me interesa mucho.
Finalmente pasaría a Uzbekistán, que es un país realmente encantador, y después… no lo sé. Tengo la opción de seguir el recorrido por Turkmenistán, Irán y finalmente Turquía, pero no sé si tendré tiempo de obtener los visados necesarios. Si no lo consigo, volveré a Rusia y viajaré rodeando el Mar Caspio, pasando por el Cáucaso, Georgia, Armenia, Turquía y Grecia, desde donde tomaré un ferry a Italia, donde visitaré a mi familia, que vive en Milán, y que no me habrá visto desde hace cinco meses.
¿Por qué ha decidido hacer este viaje sin aviones?
La primera razón, y la principal, es reducir mis emisiones de CO2. Esa es la razón principal. Es algo que siempre he tenido muy claro y que es muy importante para mí. Pero además es que es mucho más divertido. Es mucho más interesante viajar de esta manera. Conoces a mucha más gente. Por supuesto, el idioma puede ser un problema, pero en todos los viajes que haces encuentras al menos a una persona que hable inglés. Y si no, puedes interactuar con las personas del camino con el lenguaje de los gestos, del cuerpo. Es algo que me encanta hacer. También hay la posibilidad de visitar ciudades y lugares que son muy interesantes. Hay un montón de razones para viajar de esta manera.
Estos viajes son factibles, y se pueden hacer sin mucho esfuerzo. Hace diez años, cuando hice mi primer viaje sin aviones, de Castellón de la Plana a Pekín, todo era mucho más caro y más difícil. El Transiberiano, por ejemplo, se puede reservar ahora por Internet, y los horarios están disponibles sin depender de agencias de viajes. No me gustaría que se convirtiera en turismo de masas, pero sí que muchas más personas lo hicieran.
¿Cómo consigue conciliar este tipo de viaje con su trabajo?
He tenido que luchar un poco, pero finalmente he conseguido que me permitan trabajar a distancia. Estos días, hasta llegar a Japón, son días de trabajo para mí, en principio. Tengo la suerte de tener bastante flexibilidad, así que puedo hacer algo de turismo durante el día y trabajar por la noche. También trabajo en los autobuses, porque algunos tienen Internet. Es un poco incómodo, porque no tienes mucho espacio, pero se puede hacer. Lo más importante es poder descansar por la noche en los autobuses.
En Japón y Papúa Nueva Guinea también es tiempo de trabajo, y luego, el viaje de regreso son mis vacaciones.
¿Cuánto cuesta un viaje de este tipo?
Esto podré decírtelo al final del viaje, porque aún no tengo todo reservado. Desde Kiel hasta Japón, el viaje cuesta unos 750 euros. Más o menos como tomar un avión. Esto es sin contar con el alojamiento, pero la gente en Rusia es muy hospitalaria, así que usando organizaciones como Couchsurfing, estoy seguro de que no voy a pagar un solo euro en esta primera etapa.
Caminar es el medio de trasporte más lento y expuesto. También el más silencioso y ecológico. Un ritmo de vida diferente, tranquilo, alejado del stress y las prisas de los tiempos modernos. Caminar es un acto de rebeldía y sensatez en esta época de ostentación y derroche, de consumismo desatado. Un ejercicio de desprendimiento, ligereza y sencillez, ya que tan sólo llevas las cosas que puedes trasportar con tu cuerpo. Eso hace que cada elemento de tu exiguo equipaje sea valioso. Las necesidades básicas se vuelven grandes prioridades: encontrar comida, un lugar para dormir, protegerse de la lluvia y el sol. Ciegos y sordos paradójicamente en la era de la comunicación, nunca hubo tantas luces y sin embargo nunca antes estuvimos tan perdidos, caminar es un retorno a las raíces, a la conciencia, al momento, al aquí y ahora. La mejor manera de estar en el lugar y el momento presentes, de conocer las regiones que atraviesas, sumergirte en las culturas y constatar el estado medioambiental de los ecosistemas que recorres.
(Nacho Dean, – dió la vuelta al mundo a pié-)