Opinión
El memorándum de las 11 y algo de la mañana
En cuanto llegaba la primavera, el dueño de unas famosas galerías comerciales situadas en el centro de París, enviaba cada día sobre las 11 y 11 de la mañana un memorándum a todos los empleados en el que les anunciaba su inminente suicidio: se iba a tirar por el balcón. Entonces se ponía en marcha el ya conocido por todos protocolo de actuación: el hombre se asomaba gritando desesperadamente que nada en su vida tenía sentido.
Los trabajadores, agrupados ya en la calle, le rogaban que recapacitase. La fingida tensión crecía por momentos. Los de abajo comenzaban a enumerarle a voz en grito los nombres de sus seres queridos, cuya lista llevaban todos apuntada en un papel. El hombre, más calmado y sintiéndose mejor, lentamente, regresaba al interior del edificio, y los empleados volvían a sus puestos mientras comentaban satisfechos lo convincentes que habían estado, ya que cada día aquello les salía a todos mucho mejor.
bueno
Una magnífica condensación del horizonte distópico de nuestra cotidianidad, según se acerca el despeñadero. Por eso – añado sin enmendar – el cómputo de memorándums ya dejó de ser lineal. La sonrisa y la tranquilidad luego del balance del éxito diario irán mutando. Mañana apagarán sus luces miles de monumentos. Ohhh!!! Los medios nos venderán lo concienciadas que están las autoridades que tan bello gesto sintonizan, nos contarán las pérdidas en millones que asume, pero aún así merece la pena, y nos pedirán que seamos conscientes nosotras. Ya va siendo hora de apagar la batidora antes de alcanzar el punto de nieve, nos dirán. No seáis egoistas. Sin renuncias no hay fiesta … Luego serán premiados por las agencias de comunicación con el cheque correspondiente. Vuelvan a trabajar, aquí no ha pasado nada.
¡Buenísimo!?