Política
El independentismo llena las calles de Madrid
La marcha, convocada hoy en Madrid, ha reunido a decenas de miles de personas que reclamaban que "la autodeterminación no es delito".
Una enorme estelada recorría el Paseo del Prado, en Madrid. “Mira, mírala, qué larga es”, le decía un padre a su hijo pequeño. La capital del país se ha llenado hoy de banderas independentistas y de manifestantes venidos desde Catalunya, principalmente, aunque también de otras partes del Estado. La organización cifraba la asistencia en 120.000 personas mientras que Delegación del Gobierno solo contaba 18.000. La concentración, convocada por la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Ómnium Cultural y otras organizaciones, tenía una máxima: no se trataba de una manifestación independentista sino de una marcha a favor del derecho a decidir. “Muchos pedimos la independencia, pero hay gente que viene de otras partes y que solo pide que podamos votar”, aseguraba Jaume, que había venido desde Sabadell para estar hoy en Madrid. Otros, sin embargo, tenían claro que el fin era la independencia: “Madrid, hemos venido a despedirnos”.
Organizaciones venidas desde Galicia, Euskadi o Andalucía estaban presente en la concentración, aunque eran minoría. Otra de las plataformas organizadoras, Madrileños por el derecho a decidir, criticaba “la deriva autoritaria del Gobierno” tanto en Catalunya como en el resto del país: “Lo único que buscan es acabar con los movimientos sociales”, denunciaba, aunque no apoyaban de forma tácita un referéndum en Catalunya.
El acto, presentado por la periodista Patricia López, ha tenido un hilo conductor: la defensa del antifascismo. Lemas como «No pasarán» se repetían entre los manifestantes. Por el escenario situado en Cibeles han desfilado personalidades como Elisenda Paluzie, presidenta de la ANC, Marcel Mauri, vicepresidente de Òmnium Cultural, Óscar Reina, secretario general del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), o algunos familiares de los presos de Altsasu. Abajo, en primera fila, políticos independentistas como Quim Torra, Artur Mas, Elsa Artadi, Gabriel Rufián o Joan Tardá, acompañados de otros como Jon Inarritu, senador de EH Bildu, o Diego Cañamero, diputado de Unidos Podemos, entre otros, escuchaban atentos como los ponentes parafraseaban a Hannah Arendt, Marcelino Camacho o Salvador Allende. Entre medias hubo tiempo para apoyar a los líderes independentistas encarcelados. Para terminar, abrazados, L’estaca, de Lluís Llach.
De buena gana hubiera acudido a esta manifestación a “hacer bulto” (que, en general es a lo que acudimos casi todos a todas) para manifestar mi rechazo al indecente teatro político montado en torno al dichoso referéndum y -sobre todo- a la injustificable prisión preventiva de parte de sus organizadores.
Y, también, mi reconocimiento a eso que, con muy bien tino (pero sin aclararnos su alcance y metodología), los políticos independentistas catalanes han bautizado como “Derecho a decidir”.
Sin embargo no acudí porque, aun teniendo claras esas razones, ya tengo experiencia de cómo algunos políticos y dirigentes independentistas iban a esgrimir mi asistencia como la de un ciudadano más reclamando la independencia para Cataluña, cosa que es contraria a mis deseos.
Y digo “deseos” porque tengo muy claro que si finalmente, en un proceso pactado con arreglo a las Leyes que (nos gusten o no) rigen nuestra convivencia, se llegara a arbitrar un mecanismo de consulta vinculante y en esa consulta se decidiera “otorgar” dicha independencia, la aceptaría con el mejor talante posible, aunque no me guste.
El quid de la cuestión está en que, aunque algunos intenten hacer creer a su parroquia soberanista que dicha independencia es algo que pueden exigir y decidir ellos solos, la cruda realidad es que tendrán que contar con el resto de los ciudadanos de este país porque dicha independencia (dado que carecen de fuerza para poder obtenerla “por las bravas”) no tienen más remedio que obtenerla con el consentimiento de todos.
Convendría que vayan bajando los pies al suelo y dejando de engañar a sus paisanos metiéndoles en callejones que saben “sin salida” y que a quienes únicamente benefician es a los cainitas de ambos bandos.
A estas alturas ya todo el mundo sabe que los políticos de Conveniencia y Unió y el Partido Popular se habían convertido en una banda de salteadores de caminos.
Así que ya podrían dejar de envolverse en las banderas para tapar sus vergüenzas
Saludos.