Cultura
“Esta vez no elegimos entre un partido y otro. Esto es una pugna entre democracia y autoritarismo”
‘Los asquerosos’, la última novela de Santiago Lorenzo, es un elogio de la soledad y un cruel retrato de la ‘España ciudadana’ con la que miles de lectores y lectoras se están retorciendo de la risa.
Cuando se inventó el posthumor, Santiago Lorenzo (Portugalete, 1964) ya estaba allí. Lo de pasarlo mal pasándoselo bien, o al revés, o a la vez, es un arte que alcanzó su cumbre con Ricky Gervais (The Office) y que llega hasta nuestros días con series como Vergüenza (de Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero) o los monólogos y los dibujos del gran Miguel Noguera. Pero todo eso, todo ese bochorno, esas orejas rojas, ese “tierra, trágame”, estaba ya en Mamá es boba (1997), el primer largometraje de Lorenzo.
También fue un pionero del falso documental, pero pionero de verdad, hasta el punto de que lo nominaron al Goya al mejor corto ¡documental! con Manualidades (1991) en una derrapada académica de las que hacen época.
Maquetista, además de cineasta y escritor, Lorenzo inventó cachivaches loquísimos en la soledad de su taller cuando, al mismo tiempo, Jeunet y Caro acumulaban premios en todo el orbe festivalero. Lorenzo, en resumen, es como el laserdisc: algo estupendo que llegó antes de tiempo.
Pero un buen día se hizo novelista y fue entonces, desde ese nuevo medio de expresión, cuando pasó de ‘raro’ a ‘moderno’. Y sin dejar el machete con el que abría nuevas sendas para el humor. El tema de la clandestinidad como escenario cómico, por ejemplo, estaba ya en su primera novela, Los millones (2010), y ese es un territorio resbaladizo que solo él, Borja Cobeaga y Diego San José se han atrevido a transitar. En su historia, a un terrorista del GRAPO le tocaba la Primitiva pero no podía cobrar el premio porque no tenía DNI. La minuciosa descripción de sus miserias cotidianas provocaba carcajadas y conmiseración. Aquel desdichado chupaba terrones de azúcar para merendar y economizaba las pesetillas que recibía de la organización para cenar seis chicles Cheiw de golpe con los que engañar al hambre. Mientras, en el bolsillo, descansaba el boleto premiado con 200 millones.
En Los asquerosos, su última novela (publicada, como las anteriores, en Blackie Books), abunda en el tema de la clandestinidad para dar pie a algo más profundo: un encendido elogio de la soledad. Aunque es algo que se niega explícitamente en el texto, estamos ante una versión muy particular del Walden de Thoreau. Podemos incluso oír el eco de Tolstoi y su ¿Cuánta tierra necesita un hombre? Lo que pasa es que aquí te tronchas.
Manuel, el protagonista de Los asquerosos, apuñala a un policía en defensa propia durante una manifestación en Madrid. En su desesperada huida encontrará refugio en uno de esos pueblos abandonados de la España vacía. Allí, en la quietud campestre, descubrirá la felicidad. Es pobre como una rata, sobrevive racionando los víveres que le envía su tío, cómplice en la fuga y narrador de su historia, pero Manuel es feliz en su austera comunión con la naturaleza. Ha detectado que no le importa lo más mínimo el dinero y que realmente necesita muy poco para vivir como quiere: libre y solo. De alguna forma, también a él le ha tocado la lotería. De repente, se ha descubierto millonario. Millonario en tiempo. Tiene todo el que quiere.
También el propio Santiago decidió dejar Madrid para irse a vivir a un pueblo y su relación con el tiempo y con su trabajo es muy especial. “Yo paso muy poco tiempo escribiendo sentado. Pero todo el rato estoy pensando en el libro. Siempre llevo un cuaderno en el bolsillo. Y en todas las habitaciones de mi casa hay papel y un lápiz. Así, si se te ocurre alguna cosa, la apuntas. Al final reuní 700 hojas. El montón de papeles y libretas medía 12 centímetros y medio. Cuando lo tengo todo a punto, me siento frente a la chimenea con las 700 hojas para clasificarlas y la mitad acaban en el fuego. Luego, cuando te sientas a transcribir, vas con un gran conocimiento de la novela y de los personajes. Pero no es algo que me salga del tirón. Es un trabajo de meses. Yo tardo tres años en escribir una novela. Y hasta 2022 no pienso publicar nada más”.
El texto de Los asquerosos, aunque deslumbra, destila una innegable misantropía que el autor necesita explicar. “La ética es un movimiento social. Si no hay sociedad, y Manuel no vive en sociedad, no tiene sentido hablar de ética. En 1720 no éramos ni malos ni buenos jugadores de fútbol. ¡Simplemente no había fútbol! Y a este tío le pasa eso”. Lorenzo aspira el humo de un purito barato mientras le da vueltas al asunto y acaba por confesar: “Blame it on the writer. Igual el que es un cerdo es el autor. Él no”.
La ternura es un rasgo común en todas sus obras. A sus personajes se las hace pasar putas, pero los quiere. Aquí, el emisor de ese amor es el tío de Manuel, que asiste preocupado a la transformación de su sobrino y es el narrador su disolución casi metafísica con el entorno. La voz de ese tío, claro, es la voz del propio Lorenzo, barroca, alambicada, castiza, cuajada de juegos de palabras e inventora de vocablos. Su última creación es “mochufa”, término para cuya definición utiliza páginas y páginas henchidas de recargados insultos. La “mochufa” vendría a ser esa caterva de domingueros horteras, impresentables, maleducados, siempre pegados al móvil, siempre armando follón, fans de “las reinas de las mañanas de la tele”, ignorantes cuya capacidad para hablar gritando es inversamente proporcional a su cultura, amantes de la ropa con la marca bien gorda, para que no haya dudas. Pero vayamos al lío. Consultemos al propio autor. ¿La Mochufa vota a Ciudadanos? Santi mira al suelo riendo por lo bajo. Poco a poco amainan las sacudidas. “La Mochufa es pluripartidista”, dice por fin.
Extiéndase, por favor.
Yo creo que cuando buscaban una base social para Vox dijeron: “Podíamos hacer un partido para podólogos”. Y dijeron: “Son pocos”. “Entonces podíamos hacer un partido para enfermeros, enfermeras y celadores”. Lo mismo: “Son pocos”. Y terminaron diciendo: “Vamos a hacer un partido para niños”. Y ahí, sí. “Muy bien. Son mogollón”. Yo he conocido ‘niños’ de todos los países, pero los ‘niños’ españoles, niños en el peor sentido de la palabra, son muy especiales. Eso de votar a un tío que tardó siete años en sacar tres cursos de Derecho y que después terminó la carrera de golpe en seis meses, justo cuando entró a la vera de Esperanza Aguirre, la Norma Desmond del PP madrileño… Eres muy niño si te tragas eso. Sería muy mochufo creerse eso.
En la ‘mochufa’ hay también bastante de esnobismo, de “quiero y no puedo”, ¿no? Es difícil no ver en Albert Rivera al recogepelotas del Godó fascinado por el pijerío de la parte alta de Barcelona. A él, que es clase media de periferia, le reconcome el ansia viva. Se muere por que lo inviten a sus fiestas y para conseguirlo hará lo que sea. Lo que sea.
¡Sí! ¡Qué bueno! Hay dos tíos que me recuerdan mucho a eso, pero que son de otra generación. Gente de provincias que está como loca por que les inviten a té con pastas en el barrio de Salamanca: Inda y Marhuenda. Pero sí, la verdad es que la ‘mochufa’ huele a Ciudadanos de la hostia. Ya me lo han preguntado otras veces y siempre he salido por peteneras, pero tengo que admitirlo. Es verdad.
¿Le pone nervioso el panorama?
Yo es que soy un demócrata. Y creo que esta vez no elegimos entre un partido y otro. Esto es una pugna entre democracia y autoritarismo. No totalitarismo, como se dice. Estamos en una etapa de preautoritarismo… y eso acaba en autoritarismo seguro. Y el autoritarismo me repugna.
Pues la España de los balcones apunta a eso.
Este pavo [Pablo Casado, por si no había quedado claro] habla de “la España de los balcones”. ¡Será para quien tenga balcón! La mayor parte de la gente no tiene balcón. Hay un gran infantilismo en adscribirte a unos colores, es muy ‘mochufístico’. Y digo esto reconociendo que el diseño de la bandera española es un prodigio.
¿Y por qué?
Japón y España tienen dos banderas que son prodigios del diseño. Lo digo simplemente a efectos plástico-gráficos. Tú ves el típico pantalón de deporte con un detalle… vexilológico, creo que se dice así, y ese adorno, si es por ejemplo azul, blanco y rojo, ¿qué significa? ¿Francia? ¿Estados Unidos? ¿Holanda? Pero el rojo y el amarillo es inconfundible: es España. Como tantas manifestaciones plásticas españolas, desde Altamira hasta Ibáñez, la bandera me parece portentosa. Pero me estoy yendo por la ramas: de acuerdo, es muy bonita, pero tío, tú no puedes considerar que un país es una bandera. Eso es infantilismo. Yo recuerdo a un amigo, bastante antiespañol, que tenía su habitación llena de ikurriñas. Y el infantilismo es el mismo.
Usted vive en la España vacía…
Casi. En mi pueblo hay quince personas.
Pero sabe a lo que me refiero. ¿Usted entiende que un país esencialmente vacío tenga una valla con concertinas como la de Ceuta?
Bueno, según Pablo Casado son 50 millones los que quieren venir. [Risas]. Otro de sus disparates. La verdad es que eso de la valla es un cachondeo. Hay una frase que yo utilizo mucho: “En el pecado va la penitencia”. Son seis putas palabras en las que no paro de pensar. Era muy bonito, durante todo el siglo XIX, ir con armas de fuego a hacer macarradas a India o a África. Y luego simular una descolonización. Lo que pasa ahora es que, una vez esquilmados esos territorios, esa gente se busca la vida. Joder, nadie quiere venir. Lo que quieren es beber agua. Nadie quiere dejar su tierra. Como nadie quiere dejar Sagrillas, que es el pueblo de la familia Alcántara en Cuéntame, pero se tuvieron que ir. Si en África lo único que se ha fomentado son guerras civiles, machetazos, hambrunas, desertificación, ahora no podemos sorprendernos de que haya un problema. De aquellos polvos vinieron estos lodos. Y es así desde que Napoléon apareció por Egipto a principios del XIX. El problema de la inmigración en España, evidentemente, no es de sitio, no es de metros cuadrados. Sitio hay. El problema es de la calidad de esos metros cuadrados. Si vienen a mi pueblo, muchas oportunidades tampoco van a tener. Dicho esto, recuerdo lo bien que le sentó a Valladolid el desembarco de 20.000 dominicanos a mediados de los noventa. Porque llegaban con una alegría y un rock & roll y una soltura que, con todos los respetos, no lo da el Sermón de las Siete Palabras de la Semana Santa. [Risas].
Madrid también ha mejorado muchísimo gracias a la inmigración. Es bastante menos gris. Más sonriente, más amable.
Sí, es cierto. Yo recuerdo que la primera casa que alquilé en Madrid fue en Lavapiés en el año 91. Y entonces había 50 subsaharianos y 50 chinos. No eran más. Y el resto era una población muy envejecida, muy maltratada por las circunstancias, que sí había vivido la guerra civil y el asedio de dos años, muy puteados, con el frente a cinco kilómetros, en Usera. Y cuando veías a esos africanos con esa limpieza, con ese lustre, con esas fenomenales conformaciones anatómicas, te decías: “Esto de la inmigración está fenomenal”. Y como se dedicaban al comercio de ropa, pues iban todos de punta en blanco. Y te mirabas a ti mismo ¡y llevabas los mismos pantalones zarrapastrosos tres años! [Risas]. Y te decías: “¡Molan más estos que yo!”.
En Lavapiés, en la reciente guerra de la banderas que ha vivido Madrid, se ha dado un fenómeno muy curioso: los vecinos jóvenes de origen español, si colgaban alguna bandera era la republicana; en cambio, los inmigrantes colgaban la española constitucional.
¡Qué gracioso! Es el síndrome de Estocolmo. Creo que incluso hay un chino en Usera que tiene un bar franquista, ¿no?
Sí, pero eso es una cosa marginal, una frikada. No nos sirve para explicar el afán del inmigrante normal, no extravagante, por integrarse. La bandera es una forma fácil de intentarlo.
Bueno, achaquémoslo a que su conocimiento del medio aún no es del todo profundo. Porque la bandera española no significa España. Es doloroso, pero no significa España. Significa otra cosa. Un día me di cuenta de que haciendo una lista de los mejores españoles, esos que todo el mundo tiene en la cabeza, todos habían muerto en el exilio o fusilados. Goya, Falla, Buñuel, Picasso, Machado, Ramón Gómez de la Serna… Todos han muerto en el exilio. O fusilados, como Lorca o Muñoz Seca, por poner ejemplos de los dos bandos. Y si Galdós, Clarín o Blasco Ibáñez hubieran nacido 30 años más tarde, igual, los hubieran sacado del país a gorrazos. Qué disloque, ¿no? Y aquí se muere Pemán, que menudo pelmazo. Es muy triste y da mucho que pensar. No sé que hará usted el 28 de abril, pero yo no creo haber votado nunca con tantas ganas.
¿Y cree que aún hay esperanzas de frenar a esa ‘España de Pemán’? Las encuestas prevén una gran abstención.¡Pues por eso hay que votar! Yo antes era abstencionista militante. Si no votaba no era por pereza, era por convicción. Pero desde el 11-M lo tengo clarísimo. Voto siempre.
LA MOCHUFA
La idiotización de la sociedad como estrategia de dominación.
La gente está imbuida hasta tal extremo en el sistema establecido, que es incapaz de concebir alternativas a los criterios impuestos por el poder.
Para conseguirlo, el poder se vale del entretenimiento vacío, con el objetivo de abotagar nuestra sensibilidad social, y acostumbrarnos a ver la vulgaridad y la estupidez como las cosas más normales del mundo, incapacitándonos para poder alcanzar una conciencia crítica de la realidad.
En el entretenimiento vacío, el comportamiento zafio e irrespetuoso se considera valor positivo, como vemos constantemente en la televisión, en los programas basura llamados “del corazón”, y en las tertulias espectáculo en las que el griterío y la falta de respeto es la norma, siendo el fútbol espectáculo la forma más completa y eficaz que tiene el sistema establecido para aborregar a la sociedad.
El entretenimiento vacío ha conseguido la proeza extraordinaria de hacer que los valores del capitalismo sean también los valores de los que se ven esclavizados por él. Esto no es algo reciente, La Boétie, en aquel lejano siglo XVI, lo vió claramente, expresando su estupor en su pequeño tratado Sobre la servidumbre voluntaria, en el que constata que la mayor parte de los tiranos perdura únicamente debido a la aquiescencia de los propios tiranizados.
El sistema establecido es muy sutil, con sus estupideces forja nuestras estructuras mentales, Y para ello se vale del púlpito que todos tenemos en nuestras casas: la televisión. En ella no hay nada que sea inocente, en cada programa, en cada película, en cada noticia, siempre rezuma los valores del sistema establecido, y sin darnos cuenta, creyendo que la verdadera vida es así, nos introducen sus valores en nuestras mentes.
El entretenimiento vacío existe para ocultar la evidente relación entre el sistema económico capitalista y las catástrofes que asolan el mundo. Por esto es necesario que exista el espectáculo vacuo: para que mientras el individuo se auto-degrada revolcándose en la basura que le suministra el poder por la televisión, no vea lo obvio, no proteste y continúe permitiendo que los ricos y poderosos aumenten su poder y riqueza, mientras las oprimidos del mundo siguen padeciendo y muriendo en medio de existencias miserables.
SALVADOR PUIG ANTICH, 45 AÑOS DESPUES. (1948 – ejecutado el 2 marzo 1974),
¿Cómo reaccionaría si viviera ahora ante el panorama político y social de represión y de control cada vez más autoritario y falto de libertades?
Luchador revolucionario, anticapitalista y libertario, muy estimado por sus compañeros y por toda la gente que tuvo la oportunidad de conocerlo por sus cualidades humanas y solidarias que encaminaban su lucha de acción autónoma a la transformación radical de la sociedad. .
Desde 1974 muchas de las esperanzas colectivas se han frustrado, comenzando por el gran fraude histórico y social que ha sido la transición hacia una democracia heredera de la dictadura franquista que perpetua y mantiene intacta la estructura de dominación capitalista.
Actualmente nos encontramos en una situación de impotencia y desconcierto con la aparición de nuevas servidumbres y esclavitudes en el seno de las clases populares que tiene su origen en el estallido de un capitalismo global y corrupto cada vez más depredador y salvaje y con un Estado español autoritario con un españolismo excluyente y en retroceso de todo tipo de libertades.
El proyecto político y liberador de Salvador sigue estando por hacer.
Es necesario que la actual juventud trabajadora se autoorganice y luche con firmeza contra todo tipo de sumisión y de control y contra la miseria impuesta.
(Ricard de Vargas Golarons, Exmiembro del MIL)
Acto vandálico contra el humilde homenaje de Valderrey (Astorga) (León) a los represaliados por el Franquismo.
Las jardineras amanecieron destrozadas, los árboles arrancados de cuajo y sobre algunos de los soportes escribieron las palabras «Viva Franco putos rojos». Junto a las pintadas con spray, las letras Æ que significan «Arriba España» e identifican el saludo fascista que se impuso por parte del Franquismo con el brazo en alto, al estilo nazi.
En el último Pleno, las dos concejalas del Partido Popular en la oposición, Ángeles Benilde Martínez y Adelina Martínez, afearon públicamente este sencillo homenaje a los asesinados, decidido por el equipo de Gobierno, asegurando que con esas jardineras e inscripciones el municipio era «el hazmerreír de la comarca» e instando a «dejar los muertos en paz».
https://www.ileon.com/actualidad/provincia/094821/acto-vandalico-contra-el-humilde-homenaje-de-valderrey-a-los-represaliados-por-el-franquismo?fbclid=IwAR3a4yYvwVeA-Jn
Me encantó «Los asquerosos» y me encanta que lo haya escrito Santi Lorenzo.
¡Enhorabuena por el libro y por la entrevista!