Internacional
El ejemplo de Suecia: cómo aislar a la ultraderecha
Suecia es el único país de su entorno que ha conseguido formar gobierno de espaldas al partido ultra.
Suecia ha tardado cuatro meses en formar gobierno, el tiempo que han necesitado cinco partidos políticos en alcanzar un acuerdo que excluyese a la extrema derecha de cualquier influencia en su toma de decisiones. No ha sido fácil. El presidente socialdemócrata, el exsindicalista Sefan Löfven, que ya presidía el país en coalición con Los Verdes desde 2014, revalida su mandato gracias a la abstención del Partido de La Izquierda –excomunista–, el Partido de Centro y el Partido Liberal, estos dos últimos integrantes de la Alianza Conservadora que ha quedado definitivamente rota después de que el Partido Moderado y el Democristiano se mostrasen abiertos a gobernar con el apoyo en forma de abstención de la ultraderecha. Una formación que, con el 17% de los votos, un 3% más que en los anteriores comicios, se ha alzado como la tercera fuerza política del país.
Suecia se convierte así en el único país de su entorno que ha conseguido formar gobierno de espaldas al partido ultra. Para conseguirlo, todas las partes implicadas en la negociación han tenido que ceder: la izquierda, aceptando que en el acuerdo se explicite que no tendrá ningún tipo de influencia política y, aun así, anteponiendo sus valores antirracistas, como han subrayado sus portavoces; los liberales y centristas, renunciando a la posibilidad de formar parte de un gobierno de la Alianza Conservadora; y los socialdemócratas y los ecologistas, reconociendo que tendrán que incorporar medidas neoliberales a su agenda. Un aspecto que, en opinión de Nils Gustafsson, profesor e investigador de Comunicación y Participación políticas de la prestigiosa Universidad de Lund, no resulta tan novedoso: “Hay una tradición en Suecia de cooperación entre socialdemócratas y centro. Mucha de la legislación vigente es resultado de ella. La polarización entre izquierda y derecha es reciente”.
Se trata de un proceso paralelo al del ascenso de Demócratas Suecos, un partido fundado en 1988 de inspiración fascista y corte nacionalista supremacista blanco que consiguió representación parlamentaria por primera vez en 2010 con un 5,7% de los escaños. Solo han hecho falta dos legislaturas para que se esfumase la contundencia con la que los partidos más conservadores rechazaban cualquier tipo de acuerdo con ellos. Un proceso de normalización y legitimación parecido al que se ha vivido en Finlandia –donde han entrado en el Gobierno– y Noruega y Dinamarca, en los que apoyan parlamentariamente.
En este sentido, el riesgo de la implantación del cordón sanitario como única respuesta resulta evidente: se estrechan las opciones ideológicas entre el neoliberalismo de centroderecha y el más ultra. El principal problema, según Gustafsson, es que nadie sabe realmente cómo se puede frenar este apogeo de la extrema derecha que recorre Europa.
“Algunos piensan que con políticas económicas, otros frenando la inmigración, otros lo conectan con la vulnerabilidad que genera en muchas personas la globalización… No creo que sea tan simple, ni que se pueda frenar el aumento de una ideología racista y conservadora con políticas de izquierda. De hecho, no creo que haya una conexión clara entre lo que pueden hacer los otros partidos y el devenir de la extrema derecha”. Por el momento, parte de las negociaciones para formar el gobierno han estado centradas en las medidas dirigidas a afrontar la crisis que se avecina. Hay un tiempo de prórroga para seguir pensándolo. Veremos en España.
Sarta de palabras sin fundamento. Absurda y malintencionada actuación tiene aquí el aprendiz de führer. Lástima de humanidad que ha parido a estos seres abyectos, peligrosos y llenos de odio. Nuestro futuro está en peligro y desgraciadamente nuestra debilidad no la va a proteger por mucho tiempo un acuerdo tan endeble como el que tiene el gobierno sueco.
…Hoy los musulmanes son los nuevos judíos. Se les acusa de ser peligrosos, de ser terroristas, de ser un riesgo para Occidente. En la mente de muchos europeos se plantea el sentimiento de amenaza, el “ellos o nosotros”. El miedo atávico al otro, al diferente, al extranjero.
Aquel que olvida su historia está condenado a repetirla. El miedo y el odio pueden conducir a la justificación de la violencia y la barbarie. La ultraderecha asciende en Europa, y con ella el cuestionamiento de los derechos fundamentales y de la dignidad humana.
Europa no ha cambiado tanto. Pocos se declaran abiertamente racistas o antisemitas desde la caída del nazismo y la difusión masiva de los crímenes del Holocausto. Pero numerosos estudios (Moreno-Feliú, 1994; Casaús Arzú, 2017; Kinvall, 2017; Marín, 2017; García, 2017) muestran que aunque se niegue o se disfrace, Europa lleva el racismo en lo más profundo y oscuro de su alma. El surgimiento y auge de formaciones políticas de ultraderecha no es la causa del problema sino su consecuencia.
https://arainfo.org/la-sociedad-europea-ante-el-espejo/
Suecia no es ejemplo de nada.
Suecia es un país en manos de un gobierno enemigo, que ha declarado la guerra contra la mayoría de la población. Un gobierno «fascista-feminista» que puso a una africana musulmana al cargo del ministerio de cultura, y ésta se dedicó a destruir las piezas de los museos diciendo que «los blancos no tienen cultura».
Suecia es un país en estado de guerra, rendido ante bandas africanas y musulmanas que atenta con granadas contra una policía desarmada, y que está más ocupado en censurar la realidad y en «quitar plataformas a la ultraderecha» que en atajar los problemas reales.
Suecia es ahora lo que Venezuela hace un lustro: un Estado claramente fallido y en proceso de descomposición, y aunque la gente avisaba de la que se venía para que se corrigiera, los tiranos desnortados de izquierdas son de «sostenella y no enmendalla», un cáncer maligno cuya única medida es pagar a corifeos y palmeros como los de aquí para que canten las maravillas del régimen, hasta que ya no se pueda ocultar más la realidad y recurran al manido «eso nunca fue socialismo».
Dicen los cuñados de bar que la maldición de un país es tener petróleo, pero por causas equivocadas. Tener petróleo atrae a la organización criminal conocida como la «Internacional Socialista», que enseguida te arma una revolución y ponen a un tirano que se carga el país y a su gente mientras la IS roba la riqueza como una descosida. Por eso todos los países con petróleo estaban «curiosamente» en manos de tiranos socialistas.
Y la prensa criminal que es traidora a su país y colaboradora del expolio protesta con ruindad para que no les quiten la teta, aunque la hayan dejado seca con su avaricia desmedida cortoplacista.