Imagen del Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente.
La agricultura y ganadería en nuestro país en los próximos años se va a encontrar delante de enormes problemas. La competencia en los mercados internacionales crecerá. La pérdida de población en el área rural continúa y todo ello en un contexto donde el cambio climático ejercerá cada vez mayor presión.
Cambios que ya sabemos que van causar a la desaparición de cultivos tradicionales como cereales, que necesitan temperaturas bajas en amplias zonas del país; mayor estrés hídrico en numerosas cuencas; mayor mortalidad en la cabaña; cambios en la floración y ciclo de cultivo que dará como resultado; bajada de productividad y rendimiento de cultivos; así como un aumento del riesgo de pérdida de cosechas por fenómenos extremos y consecuentemente una más que probable caída de renta agraria y abandono de la actividad y los campos. Pero sin esperar al futuro inmediato, al día de hoy, sabemos que la agricultura y ganadería actual, industrial y globalizada, se encuentran en una
encrucijada histórica y que ha de resolverse urgentemente, porque este modelo ha dejado de servir al interés general de los ciudadanos y ciudadanas. Es más, se ha convertido en una amenaza. Este modelo, basado en el uso de insumos derivados del combustible fósil, es uno de los que más contribuye al cambio climático, tanto por sus emisiones como por el uso químicos y pesticidas que arrasan la biodiversidad y fertilidad de los suelos. Se calcula que
el 40% de las emisiones provienen del sistema alimentario actual. O si lo quieren ver más claro, por ejemplo, un sector emisor de gases como es la industria de fertilizantes nitrogenados de síntesis, teniendo en cuenta todo su ciclo y la producción total. Este sector emite más de 20 millones de toneladas de CO2 y la principal empresa, Fertiberia, 15 millones (el equivalente a las emisiones de Angola, Zambia y Namibia juntos).
Un modelo incompatible con la preservación del medio ambiente, que es la agenda en la que nos jugamos el futuro inmediato. Háganse una idea, cada año 23 estadios de fútbol se llenan de purines por los 30 millones de cerdos que producimos es España Es obvio que necesitamos acabar con esta inercia si realmente queremos luchar contra el cambio climático, y lo debemos hacer antes que el resto de países de la UE. Debemos caminar rápido hacia un sistema que produzca los alimentos sanos, de forma sostenible, y que, por tanto, se adapte a métodos de producción y prácticas de cultivo que emitan menos gases de efecto invernadero. Pero para esta enorme transformación del agro y la alimentación, necesitamos un elemento clave, que es el desarrollo y avance a la agricultura de pequeña escala. No se puede abordar este cambio sin agricultores y agricultoras como es obvio. Y, en realidad, los tiros no van por aquí, sino que la actual la deriva es hacia la concentración de la tierra en pocas manos, destruyendo empleos y por tanto población.
El número total de las explotaciones en la UE se ha desplomado en más de cuatro millones de explotaciones desde el año 2003, un descenso del 27,5% en tan sólo una década. Pero es que en nuestro país, además, en solo diez años 6 de cada 10 agricultores activos se jubilaran y no hay relevo. Para revertir este proceso y cumplir los objetivos de lucha contra el cambio climático es evidente y a nadie se le escapa, que ya sobre la mesa debería existir una una ley que planifique y ordene esta necesaria transición ecológica de nuestra agricultura y ganadería. Este plan para la transición agrícola debería ser valiente y empezar con medidas rápidas como el abandono de cultivos destinados a los agrocombustibles. La prohibición e incentivos para el abandono de usos de plaguicidas, como el glifosato, nicoticoides etc. Prohibición de instalación de megagranjas de animales, así como determinación de máximos de cargas ganaderas por región y por granja. Prohibición del cultivo de transgénicos. Es decir, medidas que limiten la expansión de un modelo contrario a los objetivos de transición y otras que apunten en la dirección de desarrollo del modelo que queremos, como el aumento del cultivo de plantas forrajeras autóctonas y bajar la dependencia de soja importada, incentivación del uso de energías renovables, energía solar, etc. Control y adecuación del uso de agua y el abandono de cultivos insostenibles. Políticas públicas de incentivación de la alimentación saludable, empezando por la inversión en circuitos cortos, compra pública, en infraestructuras agrarias y ganaderas adaptadas a la producción de pequeña escala. Entre ellas, medidas de
ecofiscalidad que graven las prácticas más negativas y externalidades medioambientales como los residuos de las granjas intensivas o uso de plaguicidas y las que ayuden a los modelos más sostenibles. No me extiendo más en cuanto a medidas, pero todas ellas deben tener dos elementos comunes y transversales. Por un lado, el Estado debe garantizar recursos económicos y apoyo financiero para la transición a la agricultura ecológica y diversificación de cultivos. No podemos cargar sobre la agricultura familiar después de todo, los costes de transición, sino todo lo contrario. Es, además, urgente el establecimiento de un plan de subvenciones y de remuneración por los servicios ‘a lo público’ generado por los modelos de producción sostenible, como la preservación el medio ambiente, captura de carbono, gestión del territorio, o de lugares específicos como zonas secas. Pero también hará falta un sistema de formación y apoyo a la instalación de nuevos agricultores, mejora de los sistemas de transferencia y acceso a tierras, financiación de proyectos colectivos, así como apoyo específico para la adaptación y mitigación en
algunos. Por tanto, ya ven,
la transición agrícola nos afecta a todos, pero sin agricultores y agricultoras este no será posible, y estamos en tiempo de descuento. De otra forma olvídense de tener en el futuro alimentos sanos, frescos, a precios asequibles, producidos en entornos rurales vivos y sostenibles. Ya vamos tarde.
Javier Guzmán Director de Justicia Alimentaria
Muy interesante en México tenemos tambien ese problema ahora con el nuevo gobierno el Presidente Andres Manuel López obrador pretende impulsar el campo hay muchos intereses de por medio esperamos lo logremos
CaPITALISMO CONTRA CAMPESINADO, Jeromo Aguado.
Jeromo Aguado Martínez es campesino y hacedor junto a otras muchas personas de la construcción de pequeñas utopías, esas que permiten ampliar el campo de la justicia social, la libertad y la felicidad del ser humano en un planeta que nos acoge a todos y todas desde lo diversos que somos. Su activismo social lo ejerce principalmente en la granja donde trabaja, enfrentándose al reto cotidiano de producir alimentos sanos para la gente, y en diversos movimientos sociales, desde donde comparte el sueño de que otro mundo es posible y urgentemente necesario. Esta entrevista se publicará en un monográfico (el de enero) de The Ecologist exclusivamente dedicado a la problemática de la despoblación rural.
Para abordar con objetividad dicha problemática no debemos obviar que la agricultura, el sector primario, en la medida que fue incorporado a una economía monetizada y mercantilizada, dejó de cumplir la función social que le corresponde: alimentar a los pueblos a la vez que se cuida de los territorios donde se realiza el acto sagrado de producir la comida. Dicha estrategia, impuesta por el modelo de economía dominante y con el beneplácito de las instituciones, ha liquidado la diversidad de pequeños modelos de agriculturas campesinas, que verdaderamente generaban trabajo, economías reales y mucha gente viviendo en los pueblos. En la medida en que el modelo campesino fue desapareciendo muchos territorios quedaron abandonados y los servicios públicos se fueron desmantelando (cierre de escuelas, farmacias, transporte público, centros de salud, la tienda de ultramarinos, la cantina donde la gente se encontraba tras la jornada de trabajo, etc.) cumpliendo un efecto dominó. Pero este diagnóstico no puede pasar por alto dos cuestiones. La primera relacionada con la PAC, política agrícola que ha declarado la guerra al medio rural, como una de las herramientas claves para afianzar un modelo agrícola industrial dominado por el agronegocio y gestionado por grandes propietarios entregados a la causa del acaparamiento de tierras y la privatización de los recursos naturales, excluyendo a los productores y productoras con menos capacidad para competir. La segunda, la necesidad del sistema capitalista de trasladar a millones de personas del campo a las grandes urbes para cubrir con holgura las demandas laborales de otros sectores productivos concentrados en las ciudades.
En definitiva, nos han expulsado del campo, de nuestros pueblos, minusvalorando y ridiculizando nuestras culturas, inculcándonos la idea de que nuestras formas de vida eran obsoletas, habían pasado a la historia…. Un etnocidio planificado y apoyado por las políticas institucionales, sin que nadie aparezca como responsable….
http://vidasana.org/noticias/jeromo-aguado-capitalismo-y-campesinado-son-dos-logicas-contrapuestas-de-entender-la-vida-y-de-relacionarnos-con-la-naturaleza
Gracias por tus siempre buenísimos artículos, Javier Guzmán. Cuanta razón tienes.
Muy oportuna la petición (que me envía Seo-Bird Life) al respecto
(Afortunadamente creo que ya vamos por 95.000 firmas):
A los europarlamentarios trabajando en la reforma de los subsidios agrícolas, Estefanía TORRES MARTÍNEZ, Francesc GAMBÚS, José Inácio FARIA, Pilar Ayuso y Soledad Cabezón Ruiz:
¡No a las subvenciones a la ganadería y la agricultura industriales!
La mayoría de los subsidios europeos se destinan a apoyar una ganadería e agricultura industriales que perjudican nuestra salud. Como europeo/a que paga estos subsidios con una contribución de 114 euros anuales, le insto a que vote para que este dinero se invierta en una agricultura y ganadería beneficiosas para nuestra salud y para la naturaleza.
https://act.wemove.eu/campaigns/no-agricultura-intensiva?
…de que cambió climático, narices, estás escribiendo, el del planeta Marte, dios de la guerrilla,???