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Meryem Benm’Barek: “Es imposible acceder a la felicidad en una sociedad tan desigual”
La directora traza en ‘Sofia’, que llega este viernes a los cines, un retrato inmisericorde de las relaciones de poder entre ricos y pobres en su país natal: Marruecos.
La negación del embarazo es un trastorno por el cual la mujer no tiene los síntomas ni las señales de la gestación y se ve sorprendida en el mismo momento del parto. Esto es lo que le ocurre a la protagonista de Sofia, el debut en el largometraje de la directora Meryem Benm’Barek (Rabat, 1984). El miedo o un trauma (producido, por ejemplo, por una violación) explican este proceso. En el caso de la Sofia que da título al filme, todo lo desencadena un entramado de leyes y costumbres sociales que se resumen en el artículo 490 del código penal de Marruecos: “Serán castigados con penas de un mes a un año de prisión todas las personas de sexo diferente que, no estando unidas por los lazos del matrimonio, mantengan relaciones sexuales”. Cuando la chica, apenas una adolescente, acude al hospital a dar a luz, le dan 24 horas para presentar los papeles del padre antes de ser entregada a las autoridades. Con esta premisa, Benm’Barek realiza un retrato inmisericorde de la sociedad marroquí. Su historia, compleja y llena de malvadas sutilezas, ganó el premio al mejor guion de la sección Un certain regard del festival de Cannes.
Hija de diplomático, Benm’Barek ha vivido entre Bélgica y Francia pero, como otros y otras artistas magrebíes de la diáspora, no ha perdido sus raíces y, a caballo entre dos mundos, puede ofrecer un testimonio directo y sincero de un país fascinante, contradictorio y herido por las desigualdades. “Con Sofia yo quería contar una historia que revelara el funcionamiento de la sociedad marroquí. Y la idea surge a partir del caso real de una persona cercana y se va ampliando durante el proceso de escritura, en el que hablo con muchas más mujeres, con médicos y con otras madres solteras. Eso me permite construir el guion como un trabajo a base de retales que voy cosiendo. Y de ahí sale un retrato del Marruecos contemporáneo a través del prisma de las relaciones de poder y de fuerza entre las diferentes clases sociales”.
De hecho, Sofia comienza siendo un thriller en el que la incógnita es saber quién es el padre de la criatura, pero pronto se convierte en otra cosa. “Eso dura 20 minutos”, explica la realizadora. “Cuando eso está solucionado entramos verdaderamente en el corazón de la historia, que es la lucha de clases y la fractura social”.
La película, que realmente desnuda la hipocresía de una sociedad (no solo la del país natal de su directora sino toda la occidental, de hecho, con la que comparte una perversa relación con el dinero), es muy crítica con las leyes marroquíes pero ha sido estrenada allí sin problemas. Esto tenía una importancia crucial para ella: “Desde el principio ese fue mi deseo: compartir la película con el público marroquí. Por eso me planteé que fuera extremadamente púdica. Así que no es una película censurable. Es absolutamente imposible que pudiera ser censurada. Lo que he querido hacer es algo parecido a lo que ocurre en el cine iraní, que juega constantemente con los códigos de la censura y es un cine muy fuerte que nace de historias cotidianas, muy cercanas a su cultura, pero que alcanzan a todo el mundo”.
El vehículo que utiliza Meryem Benm’Barek para desnudar la sociedad marroquí “a través de todas sus desigualdades” no es en realidad la víctima alrededor de la cual gira la historia (Sofia) sino la testigo de su angustia, su prima Lena, que es quien más se compromete por liberarla del problema. Su posición social, más alta que la de Sofia, y su mayor nivel cultural le permiten ver el lío en toda su perspectiva. Y cuanto más entiende, más se horroriza. “Aunque la película se llama Sofía, la verdadera protagonista es Lena porque es un personaje que evoluciona. Pierde su ingenuidad. Toma conciencia de que la sociedad funciona como una partida de ajedrez: quien tiene un rango superior desplegará su dominación y aplastará a quien esté debajo. Este gran juego de estrategia revela, a fin de cuentas, el gran desequilibrio del país. Es imposible acceder a la felicidad en una sociedad que funciona de forma tan desigual”.
El (errado) ojo occidental
Lo bueno de hablar con alguien perspicaz es que desmonta con facilidad las tesis simplistas. Si uno viaja a Marruecos podría llevarse la impresión de que las chicas que van sin velo y que parecen aparentemente más liberadas son así porque han accedido una educación superior en razón de su rango social. ¿Es así? Pues no exactamente. No es tan sencillo. Benm’Barek, que sabe de lo que habla, ama los matices (su película está llena de ellos) y expone un panorama más amplio, más completo, y por tanto más complicado: “La clase media en Marruecos es casi inexistente. Lo que sí puede diferenciarse claramente son la burguesía y las clases desfavorecidas, pero el velo no está circunscrito completamente a ninguno de estos estratos sociales. En Marruecos podemos ver el velo en las escuelas privadas. También ocurre en Francia. Y hay chicas marroquíes que viajan a Canadá por estudios, para lo cual hace falta un alto nivel de ingresos, que también lo llevan”.
Lo mismo ocurre cuando un europeo intenta hablar del poder del patriarcado en Marruecos. El análisis foráneo tiende a ser incompleto y apriorístico. “Desde fuera del mundo árabe, la mujer es vista siempre como una víctima del patriarcado. Y lo es, claro, pero esa es solo una parte del problema. También es víctima del matriarcado, que en las familias marroquíes tiene un peso muy importante. En mi película, y ocurre también en la vida real, son las mujeres las que toman las decisiones. En Marruecos, todo lo que tiene que ver con el dinero y con la familia, lo manejan las mujeres, que también contribuyen a la continuidad de las tradiciones, incluida la del patriarcado. Y una sociedad patriarcal es una sociedad que no es provechosa para nadie. Los hombres también deben verse concernidos por el problema del patriarcado porque pueden ser igualmente sus víctimas”.
Otro error eurocentrista: todo mejora en Marruecos. Lentamente, pero mejora. Esta afirmación es otra verdad a medias. “Marruecos es un país que está muy apegado a sus tradiciones –explica Benm’Barek–. Y además es un país que vive del turismo y este apego a la tradición es extremadamente atractivo para los extranjeros que vienen a Marruecos”. Dicho de otra forma, el país no avanza todo lo rápido que sería deseable porque el visitante, aunque no deja de admirar la modernidad reinante, busca allí inexorablemente su ración de exotismo, una de las principales fuentes de ingresos de su economía. Así pues, el orientalismo (tan apasionadamente criticado por Edward Said) sigue haciendo estragos en el mundo árabe.
Todas estas connotaciones están en la película de Meryem Benm’Barek, una historia que está lejos de ser complaciente o maniquea. Sofia es una película política y ese es un rasgo que su directora no puede (ni quiere) evitar. “El juego artístico siempre es, en mayor o menor medida, político. Pero yo no me levanto por la mañana pensando en escribir eso que podríamos llamar ‘una película política’. Yo lo que quiero es contar una historia. Lo que pasa es que a medida que voy escribiendo acaban revelándose cosas que son eminentemente políticas. De hecho, mi próxima película, que en esencia es una historia de amor, también será política. Todo es política”.
Su inspiración, sin embargo, no surge de la teoría política ni tampoco del cine que ha aprendido en las escuelas de París y Bruselas. Su obra, confiesa, nace de la realidad: “Viene de lo que he vivido, de la gente que he conocido, de mi experiencia laboral, de mi vida en Marruecos [donde trabajó varios años en la Filmoteca de Tánger]. La fuente surge claramente de la vida real. Una cosa es ir de vacaciones a Marruecos, aunque sea durante varios meses, y otra muy diferente instalarse allí. Solo así pueden percibirse bien las relaciones de dominación y de fuerza que existen en el mundo del trabajo, en la familia y en la sociedad en general. Todo eso, vivir eso, me impresionó profundamente”.
En un mundo de «topos», Meryem ha sabido ver que hay una lucha de clases y que los perdedores aún no no hemos enterado.
Culta despierta y sincera la Meryem.
Es imposible que una persona con sensibilidad sea feliz rodeada de sufrimiento. Tiempos más que difíciles para las personas que no la han perdido.