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Quiero que me hables del tiempo
En Angola el 'tiempo de lluvia' organiza los años y la vida como aquí lo hace el periodo escolar
Artículo publicado en #LaMarea67
No hay nada más difícil que saber cómo percibe otra persona el tiempo. No es posible preguntar ¿qué es para ti el tiempo? simplemente porque es algo en lo que se basa todo lo demás: cómo organizas tus días, tus semanas, tu vida. Las expectativas que te creas, lo que ves posible y lo que no. Porque tenemos un tiempo limitado. Y a veces somos conscientes, y a veces no.
Me preguntan cómo se percibe el tiempo en una sociedad africana. Me lo preguntan porque he trabajado varios años en Angola, en un hospital en una zona rural del país. La respuesta más sincera es que no lo sé. No tengo la más mínima idea. Soy consciente de que hay cosas que nunca voy a llegar a comprender. Solo sospecho que es diferente y solo puedo intentar explicar el porqué.
En el hospital, la jornada comienza a las 7.30. Tras varios meses levantándome con gran esfuerzo a las 6.30 para poder empezar a esa hora, descubrí que, cuando para mí acababa de comenzar el día, la mayoría de mis compañeros y compañeras se habían levantado a eso de las 4 de la mañana para ir a buscar agua y comida, preparar el desayuno para toda la familia, ir a trabajar el huerto, reparar cosas en casa y rezar en la iglesia. A la llegada al trabajo ya llevaban unas cuantas horas de vida. Dejé de quejarme, al menos en voz alta. Un día, durante una formación con el personal del hospital para intentar mejorar las pautas de medicación, que en muchas ocasiones no se daban a las horas exactas, descubrí que la mayoría desconocía el concepto de un día con 24 horas, una hora con 60 minutos y un minuto con 60 segundos. No se trataba de personas sin formación, sino de enfermeros licenciados, con muchos conocimientos y gran capacidad resolutiva. Obviamente, el concepto del tiempo y la organización de la vida debe ser diferente.
¿Cómo imaginarse cómo ve otra persona el tiempo cuando no sabe los años que tiene? En esta zona no celebran los cumpleaños y la mayoría de la gente no recuerda su fecha de nacimiento. Ni el año, ni desde luego el día. Es habitual encontrar señoras muy mayores en el hospital, que en España estarían ingresadas en la sala de geriatría, que al preguntarles la edad que tienen te contestan: “35 años”. “Anda, igual que yo”, les respondo. Ellas se ríen y al darse cuenta de que han apuntado bajo vuelven a la contra: “Bueno, pues 45”. Yo no insisto. Sé que si lo hago, la siguiente respuesta será 55 o cualquier otra cifra igual de poco informativa.
¿Y cómo organizar tu tiempo cuando tu autobús no sale a las diez y media sino cuando se llene? Cuando no para de subir y bajarse gente, y mientras esperas dentro del autobús que has escogido según un cálculo mental que te ha hecho pensar que sería el que saldría más rápido, van saliendo varios a tu alrededor. Un compañero angoleño que estudió durante un año en Barcelona explicaba que una de las cosas que más le llamaron la atención allí fue que cuando quedaba con una persona a una hora, esta aparecía. También le sorprendía la necesidad de tener que quedar con antelación con alguien para poder verle. A veces con varios días de antelación. Esta falta de espontaneidad, entre otras cosas, le hizo echar mucho de menos su pueblo durante su estancia.
Por supuesto, en una sociedad en la que varias generaciones han nacido y crecido en medio de una guerra demasiado larga existe el concepto «en tiempo de guerra», en claro contraste con «el tiempo de paz». Las expresiones, e incluso el tono de voz, cambian cuando las historias se sitúan en uno u otro momento. Pero también existe el concepto el tiempo de lluvia, en el que hay que aprovechar cada minuto para salir a cultivar y así poder asegurar la supervivencia de toda la familia el resto del año. Este periodo organiza claramente los años y la vida, de forma similar a como el periodo escolar organiza nuestro día a día. Y sin embargo, hay cifras que son extremadamente exactas. Cuando te cuentan una anécdota, esta no se sitúa en un tiempo comprensible únicamente para ti, del estilo “cuando iba al instituto” o “cuando empecé a vivir en Barcelona”, sino en un plano general: “Esto ocurrió en agosto de 1999, en febrero de 2006”. Cuando empezaba a pensar que el tiempo en esta cultura era simplemente un concepto más difuso, esta precisión me descuadró.
Para mí, sin lugar a dudas, mi tiempo pasado en Angola también es diferente. Se acorta y se estira a la vez. He pasado infinitas horas de aburrimiento. Disfrutando de ese aburrimiento, porque era compartido, un aburrimiento desde fuera, en un lugar en el que no hay nada que hacer. Muy diferente al aburrimiento desde dentro en una ciudad como Barcelona, en la que aburrirte significa que te estás perdiendo algo, siempre más interesante, siempre mejor. Aunque no lo sea. Y de repente, en otros momentos, la vida se acelera, en pocos minutos pasan cosas que llenan una vida entera. Muere gente, nace gente. Conectas con personas con las que compartes muy poco. Porque compartes momentos que permanecerán. Y es también un tiempo fuera del tiempo. Cuando vuelves a casa, el tiempo que has pasado en un lugar tan lejano simplemente desaparece. Has pasado fuera varios años, y ese tiempo permanece en un compartimento separado, al que solo puedes acceder cuando vuelves. Y a la vez, marca el resto del tiempo: esto pasó antes de Angola, después de Angola, esto te lo perdiste porque estabas allí. En una realidad tan diferente, vives el tiempo de Schrodinger: vives más y también menos. Y todo al mismo tiempo. Que nunca es el mismo.
Estaría bien dedicar 8 horas al trabajo laboral, 8 al descanso del cuerpo y las otras 8 y tal cómo están los tiempos seguir el ejemplo del Topo Irreverente:
«Empezamos el año 2019 y seguimos teniendo muchas cuentas pendientes sin resolver y a las que seguro que se van a ir uniendo otras, que tendrán tanta enjundia o más que las que tenemos, así, que solo podemos hacer dos cosas, comprar 20 € de niebla y estar todo el año invisibles y ajen@s a todo lo que nos rodea ó pringarse hasta donde nuestras fuerzas nos lo permitan; yo me inclino por esta última, eso sí, con derecho a realizar alguna desconexión que sirva para airearme y cargar las pilas».
https://afinidadesanticapitalistas.blogspot.com/2019/01/hasta-enterrarlos-en-el-mar-el-topo.html
Bello artículo.