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La justicia climática contra la extrema derecha
"Hagamos de la lucha climática la lucha social del siglo XXI: en nuestros barrios, en las calles, en las empresas, en nuestro día a día y en las instituciones", reflexiona el autor.
Tras el implacable informe de los expertos climáticos de la ONU, esperábamos una cosa de la Cumbre Climática de este año: ambición. La COP24 tenía que servir para intensificar los compromisos nacionales de reducción de emisiones para alinearlos con las advertencias científicas. Hoy por hoy los compromisos climáticos actuales nos llevan a un aumento de temperatura superior a los 3ºC, lo que supondría no cumplir con el acuerdo climático de París, con su objetivo de 1,5ºC, y provocaría gigantescas pérdidas económicas, sociales y ecológicas a escala mundial.
Sin embargo, la COP24, en lugar de apostar por una acción alineada con la ciencia, ha vuelto a terminar con un resultado decepcionante. ¿Cómo es posible? Por la nefasta combinación entre por un lado el trumpismo climático y por otro la falta de liderazgo de actores como la UE.
Por un lado, el ‘trumpismo climático’ ha irrumpido con fuerza en forma de ‘fake news climáticos’, negación de las evidencias científicas y ruptura del multilateralismo, poniendo los intereses cortoplacistas nacionales siempre por delante. Es una muestra del proceso de extrema derechización de la geopolítica mundial al que asistimos, con el alzamiento de fuerzas reaccionarias que, pese a negar el cambio climático, se alimentan de sus consecuencias como son la inseguridad, la inestabilidad, las desigualdades, las migraciones climáticas o los estados de shock tras catástrofes climáticas. Así en COP24, los Estados Unidos de Donald Trump, junto con el Brasil de Bolsonaro y países petroleros como Arabia Saudí o Rusia, han impedido conscientemente que se alineara la ambición climática con la realidad científica. Lamentablemente, este proceso también se manifiesta en Europa. Fue el vice primer ministro de Austria quien, en plenas negociaciones de la Cumbre, negó la influencia de las personas en el cambio climático, al tiempo que el presidente polaco, anfitrión, defendía seguir subvencionando el carbón y utilizando sus reservas durante 200 años más.
Pero los actores que estarían en disposición de compensar esta balanza liderando la ambición climática mundial, como la Unión Europea, no han asumido posiciones suficientemente ambiciosas. En algunos casos, porque se están trumpizando al negarse a aceptar la magnitud, urgencia y alcance del problema. En otros casos porque, pese a reconocerlo, pesan más la apatía climática, el miedo a la falta de rendimiento electoral y la ausencia de visión política para aprovechar las enormes oportunidades económicas y sociales de una transición ecológica. Es el caso de países como Francia, artífice del Acuerdo de París, cuyo papel en esta cumbre climática ha sido extremadamente limitado, véase invisible: ni siquiera vino su ministro de Medio Ambiente. Tras la revuelta de los chalecos amarillos, doblemente golpeados por un sistema a la vez injusto e insostenible, el gobierno Macron ha quedado noqueado y ha reculado sobre todos los frentes: ni ambición ecológica, ni justicia climática. Mientras tanto, quien capitaliza la frustración de los perdedores de la injusticia social y ecológica es la extrema derecha francesa.
Si queremos frenar a la ultra derecha sin frenar la lucha contra el cambio climático, tendremos que dar una respuesta a las demandas de justicia social desde la urgencia climática. Tendremos que dejar claro que transición ecológica y transición justa van de la mano. Con la acción climática, es posible y necesario llevar a cabo una gran transformación social que permita que las personas más vulnerables, las que más necesitan así como las clases populares y medias sean las más beneficiadas por la transición ecológica. Nadie tendría que decidir entre fin del mundo y fin del mes.
Por tanto, hagamos de la lucha climática la lucha social del siglo XXI: en nuestros barrios, en las calles, en las empresas, en nuestro día a día y en las instituciones. En cuanto a este último, empecemos por el ciclo electoral del 2019: combatamos a la extrema derecha desde la justicia social y climática.
Florent Marcellesi es eurodiputado de EQUO en Los Verdes/ALE
DEFENSA JUDICIAL DEL MEDIO AMBIENTE: NO HAY JUSTICIA.
Hasta ahora, en buena medida, el estamento judicial es uno de los poderes del Estado que más está dificultando la defensa efectiva de los derechos sociales y a menudo se posiciona a favor de los sectores más poderosos y reaccionarios de la sociedad. En particular, en lo referido a la defensa judicial del medio ambiente, las organizaciones ambientales encuentran una gran cantidad de trabas para desarrollar su labor.
Las diferentes y continuas resoluciones de los distintos estamentos judiciales, como el Tribunal Supremo, la Audiencia Nacional o el Tribunal Constitucional, son claramente percibidas como interpretaciones abusivas de la ley que generan una importante merma de los derechos civiles y políticos. La lista de ejemplos es larga: La Manada, Castor, Palma Arena, Nóos, jóvenes de Altsasu, Valtònyc, Pablo Hasél… dejan la sensación de que se aplica un rasero distinto según a quién se juzga.
Algunas de las trabas y dificultades judiciales que encuentra una asociación de Defensa de la Naturaleza:
-Trabas para el acceso a asistencia gratuita a la que tienen derecho las asociaciones de utilidad pública.
-riesgo de condenas en costas que muchas veces son un castigo para desincentivar.
-Fianzas inasumibles.
-La lentitud de la justicia que genera una gran indefensión y facilita la política de los hechos consumados.
-las sentencias en materia de medio ambiente muchas veces no se ejecutan.
A todo esto le sumamos la falta de sensibilidad ambiental de buena parte de la judicatura, o las dinámicas que con frecuencia hacen que los poderes económicos tengan más peso que el interés común en relación a un medio ambiente sano.
Y la gran banca, otra en la linea del trumpismo, otra enemiga de la justicia climática.
¿POR QUÉ LA BANCA ESPAÑOLA FESTEJÓ LA VICTORIA ELECTORAL DE BOLSONARO?
En un informe semanal emitido por Bankinter se indicaba que “la cómoda victoria del populista pero también pro-business” Bolsonaro tiene más cosas buenas que malas “porque aliviará tensión de los emergentes”.
“Es una buena oportunidad – añadía la citada publicación bancaria – para posicionarse de forma oportunista en Banco Santander (25% BNA es Brasil), Petrobrás, Electrobrás y Vale do Río Doce porque la Bolsa brasileña seguirá subiendo (+3,8% la semana pasada) ante la expectativa de una victoria de Bolsonaro también en la segunda vuelta del 28”.
Pero no sólo Bankinter expresó sus jolgorios por el triunfo del político ultraderechista, sino que también el propio consejero delegado de Banco Santander, José Antonio Álvarez, no pudo reprimir el regocijo que le provoca el futuro de la economía de Brasil, ante la perspectiva que ofrece a las finanzas la presidencia de Bolsonaro.
Álvarez destacó que la respuesta de los mercados a la victoria de Bolsonaro en la primera vuelta «ha sido extraordinariamente positiva». Para comprender tanto gozo bastaría con recordar que Brasil es el pais en el que el Banco Santander tiene su mayor franquicia internacional.
Agregó que el personaje seleccionado por Bolsonaro para ejercer de máxima autoridad económica del país – el economista ultraliberal de los Chicago Boys, Paulo Guedes – «está muy bien valorado».
Para la gran banca privada, las dictaduras y el fascismo son mejor bienvenidas que las democracias, un escenario en el que el Estado los libere de impuestos, en el que sea posible la existencia de trabajadores sin derechos y que este pueda servir de herramienta represiva para controlar a los movimientos sociales que se atrevan a entorpecer sus negocios, «es el mejor ambiente para que los bancos ganen millones a costa de los ciudadanos». De ahí los alborozos de las altas finanzas españolas con Bolsonaro.
http://canarias-semanal.org/art/24154/por-que-la-banca-espanola-festejo-la-victoria-electoral-de-bolsonaro
TRANSICION ECOLOGICA Y TRANSICION JUSTA VAN DE LA MANO, verdaderamente.