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Este 25-N recuperemos el poder de nombrar las agresiones sexuales múltiples
Al popularizar el concepto “manada” para las agresiones sexuales múltiples hemos asumido la autodenominación de un grupo de jóvenes violadores y al usar sus propias palabras les otorgamos cierto poder y nos plegamos a sus deseos de autodesignación.
Seguramente nunca hemos oído hablar tanto de manadas como desde la denuncia de violación en grupo a una joven de 18 años en los Sanfermines de 2016. La RAE define “manada” como grupo de animales de ganado doméstico, especialmente cuadrúpedos, que andan juntos o también como grupo numeroso de otro tipo de animales de una misma especie que van juntos. Sin embargo, esta metáfora se usa actualmente para referirse a las agresiones sexuales en grupo por ser este el nombre que usaba el grupo denunciado en la violación en Sanfermines en WhatsApp. De este modo se ha asumido la autodesignación del grupo no sólo para el mismo, sino para nombrar a las agresiones múltiples.
Mucho se ha escrito sobre el poder del lenguaje de creación de imaginarios y por ello este aspecto, aparentemente inocuo, debería someterse a un breve análisis semiótico.
Al popularizar el concepto “manada” para las agresiones sexuales múltiples hemos asumido la autodenominación de un grupo de jóvenes violadores y al usar sus propias palabras les otorgamos cierto poder y nos plegamos a sus deseos de autodesignación.
Simone de Beauvoir decía que la falta de poder de las mujeres residía en su heterodesignación. Hay una autoridad que es la que tiene el poder de nombrar y describe al resto respecto a ella. Así, las mujeres somos “lo otro”.
Las mujeres hemos ido recuperando poder poco a poco, a fuerza de luchar. Reflejo del aumento de poder femenino logrado por los feminismos ha sido la capacidad de enunciación y designación. Porque conceptualizar es politizar, conceptos como el de violencia de género, violencia contra las mujeres, violencias machistas o micromachismos se han impuesto en la sociedad. Sin embargo, el avance hacia la igualdad no sigue una línea recta y en un zigzagueante camino, con avances y retrocesos, nos encontramos reacciones aparentemente neutras que reproducen poder y dominación. Esta asunción colectiva del término manada para nombrar las agresiones múltiples sería uno de los casos.
El concepto de “manada” tiene una acepción positiva de hermandad. Una hermandad que debían sentir los 23 componenteS del WhatsApp cuando cinco de ellos enviaban vídeos de una violación y el resto no dijo nada. La complicidad es preocupante, pero tanto o más lo es el hecho de que en esta sociedad del espectáculo y de la exhibición, en la que el deseo de reconocimiento está en el centro de la misma, se comparta por las redes una violación múltiple.
¿Es posible que alguien se sienta orgulloso de violar?, ¿en qué tipo de sociedad estamos en la que el reconocimiento social se basa en un delito?, ¿qué tipo de masculinidad existe para presumir de violar cinco varones adultos a una joven de 18 años? Y siendo esto tan terrible ¿por qué los medios de comunicación y la sociedad en general asumen la denominación de los violadores?
Hablar de “manadas” y no de violadores supone invisibilizar el delito, a los delincuentes y a las víctimas. No se pueden dulcificar las agresiones múltiples, pero además no deberíamos usar las palabras de unos violadores porque con ello, de modo inconsciente, les otorgamos una centralidad que no deberían tener y nos plegamos a sus deseos. Y menos aún, hacerlo en una sociedad con este deseo de notoriedad donde comprobamos como perviven modelos depredadores y violentos de masculinidad que se sienten orgullos de seguir dominando y forzando a las mujeres. La violencia sexual no es un delito de placer, sino de poder que además perpetúa el dominio de los hombres sobre las mujeres al extenderse el fantasma de la violación entre todas las mujeres.
Usar un concepto como manada en una sociedad que reviste estas características supone además arriesgarse a que no falten imitadores. En los últimos tres años ha habido un aumento del número de denuncias de agresiones sexuales múltiples. Desde 2016 hasta el 5 de septiembre se han contabilizado un total de 66 casos, habiéndose producido un aumento exponencial (14 en 2016, 13 en 2017, y 39 en 2018). En el 12% de los casos las agresiones grabadas por parte de los agresores. El herding o proceso de imitación de comportamientos no está en este caso científicamente constatado, pero intuitivamente podemos temer que existe cuando, en junio de 2018, cuatro hombres y un menor fueron detenidos por violar y grabar a una menos haciéndose llamar “la nueva manada”. Por todas estas razones, la cuestión es clara: No les llamen manadas porque simplemente y llanamente son violadores.
….¿Qué hacer para superar esquemas que provienen de una cultura-incultura secular y que están arraigados en nuestro inconsciente como lapas? Como casi en todo, creo que la respuesta está en la educación, en nuevos aprendizajes, en nuevos paradigmas y en nuevas maneras de construir nuestra afectividad. En aprender que la sensibilidad no es femenina, es humana, y que, como dice Alda Merini, cuando la sensibilidad habita en un hombre es pura poesía; en adiestrarse en expresar de manera efectiva las emociones, en aprender que la represión emocional es inhumana, que las diferencias entre hombres y mujeres son anecdóticas al lado de la humanidad que compartimos. Para ello, por supuesto, es condición sine qua non que la religión quede fuera y lejos de la escuela.
Tenemos, y tienen especialmente las nuevas generaciones, la asignatura pendiente de redefinir la masculinidad y la feminidad. Tenemos la tarea, si queremos un mundo más humano, más feliz y más justo, de deconstruir los esquemas obsoletos heredados y construir esquemas nuevos basados en el respeto, la comunicación sana, y la solidaridad entre hombres y mujeres. Tenemos la responsabilidad de reivindicar la autoestima femenina, el derecho a la sensibilidad masculina, la ternura personal y social, la comunicación sana y empática entre hombres y mujeres. A la vista de la sociedad enferma en la que vivimos, parece un sueño; pero recordemos que son los sueños los que acaban construyendo, finalmente, lo que llamamos realidad.
«Como si no pasara nada» – Coral Bravo.