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#PorTodas: tres hombres que asesinaron a sus parejas en 2014 habían seguido programas de reeducación
Antes del asesinato, los tres fueron condenados a penas de prisión de entre 6 y 7 meses.
EDUARDO ROBAINA Y ALBA MARECA // Tres de los agresores que asesinaron a sus parejas o exparejas en 2014 habían asistido a un programa de rehabilitación dirigido a maltratadores. Es uno de los datos que se desprenden del Informe sobre víctimas mortales de la violencia de género correspondiente a ese año y elaborado por el Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial.
Antes del asesinato, los tres fueron acusados de malos tratos y condenados a penas de prisión de entre 6 y 7 meses. En estos casos, y siempre que la sanción no supere los dos años de cárcel, la privación de libertad de los agresores queda condicionada a no delinquir durante un periodo de tiempo de dos años, a la realización de trabajos para la comunidad y a la asistencia a programas formativos, psicológicos y de reeducación social, tal y como establece el artículo 83.1.5 del Código Penal.
Estos programas, denominados PRIA-MA y gestionados por Instituciones Penitenciarias junto a diferentes fundaciones y universidades de toda España, comenzaron a impartirse en 2001. En 10 meses se pretende erradicar las conductas violentas y reducir el nivel de reincidencia de los participantes, modificar factores de riesgo e introducir mejoras en el funcionamiento psicológico de los asistentes a través de sesiones tanto grupales como individuales. Tras este tiempo, los asistentes se someten a una fase de seguimiento para evaluar sus cambios.
Uno de los tres casos anteriormente mencionados fue el del agresor de Montse (nombre ficticio para preservar la identidad de la víctima). El 12 de septiembre de 2011, Montse denunció amenazas y maltrato físico por parte de su pareja con un parte de lesiones. Dos días más tarde, tras celebrarse el juicio oral, se dictó la sentencia, que condenó al agresor a 6 meses y 20 días en prisión y que podría evadir si asistía a un programa de rehabilitación. Sin embargo, no fue hasta enero de 2013 cuando empezaron las “entrevistas individuales terapéuticas”. Según el informe del CGPJ, “en febrero y marzo se le practican nuevas entrevistas, donde se confirma que no asume la responsabilidad de sus actos, niega la agresión y espera volver con su mujer e hijos, a los que no ha vuelto a ver”. Cuando termina el tratamiento, nueve meses después, el acusado “acepta parcialmente los hechos y centra su responsabilidad en vivir con su esposa y sus hijos y no repetir los conflictos”. Así, en septiembre del mismo año se archiva la causa, con la correspondiente remisión de las penas para el acusado. Pocos meses más tarde, el 5 de enero de 2014, asesina a Montse.
¿Por qué la mató si su evaluación tras el programa de reeducación era favorable? “Se necesitan parámetros diferentes, otras formas de medir la rehabilitación de los hombres maltratadores”, explica Victoria Ferrer, catedrática de Psicología Social de Género e investigadora en la Universidad de las Islas Baleares (UIB). “Para ver si el hombre ha cambiado se le pide que responda a un cuestionario o que dé su opinión”, añade Ferrer, y así es fácil que el acusado ofrezca las respuestas que le lleven a salvar la condena porque “no olvidemos que asiste al programa porque no le queda otra”.
Según el informe Reincidencia de los agresores de pareja en Penas y Medidas Alternativas publicado por el Instituto de Ciencias Forenses y de la Seguridad y la Universidad Autónoma de Madrid en 2017, el 4,6% de los usuarios que finalizaron el tratamiento en 2011 volvieron a delinquir en los cinco años posteriores. En este sentido, dicho informe recomienda protocolizar el seguimiento de los hombres en los dos años siguientes al fin de la intervención, así como detectar a aquellos individuos sobre los que no se ha producido un cambio.
Berta (nombre ficticio) fue asesinada por su marido el 30 de enero de 2014, sin medidas de protección en vigor. El asesino había finalizado un curso formativo sobre violencia contra las mujeres dos años antes del feminicidio, en abril de 2012, cuando se le condenó por un delito de malos tratos en el ámbito familiar. En dicha formación, el asesino de Berta «no reconoce los hechos, dice que su esposa toma una medicación que la altera psicológicamente».
Marta (nombre ficticio) fue asesinada en diciembre. Sobre su asesino ya pesaban dos condenas, incluida una con la anterior pareja. En 2009 fue condenado por dos delitos de malos tratos en el ámbito familiar. El 18 de diciembre de 2013, se dicta sobre el acusado la remisión de la pena, la extinción de la responsabilidad penal del agresor y el archivo definitivo de la causa. Al año siguiente, Marta y su pareja de entonces fueron asesinados.
Esto pone de relieve que “no se mide la efectividad del programa de cara al futuro”, en la misma relación de pareja o en otra, según valora Ferrer, que ha dirigido un proyecto de investigación sobre los programas de rehabilitación de maltratadores en la UIB. Además del seguimiento, Ferrer pone el foco sobre sus contenidos: “No se aborda el problema con perspectiva de género; inciden en el control de impulsos, por ejemplo, pero olvidan que se trata de una cuestión de misoginia y sexismo”.
No sé mucho de este problema, salvo que tenía un vecino maltratador (para fortuna de mi vecina, ya falleció). En una ocasión (tras mucho pensar si no sería peor para mi vecina) me decidí a denunciarlo y la respuesta que recibí en distintos sitios (policia, fundación Clara Campoamor) fue que esperase a que mi vecino estuviese maltratando otra vez a mi vecina, y, en ese momento , volver a llamarles (entiendo que para pillarle in fraganti). Creo que tendría que articularse alguna posibilidad de investigar si hay denuncias para comprobar si hay un problema de maltrato. Esperar a que el mal este hecho no parece la solución, y menos cuando el resultado puede ser definitivo.
Por cierto, cuando volví a denunciar cuando la estaba maltratando (en esa ocasión insultos y amenazas), se personó la policia y no pasó absolutamente nada. Cuando falleció, me enteré de que no era la primera vez que se le denunciaba sin ninguna consecuencia para él.
Siento la chapa, pero me quedé un poco jodido cuando ví a que se reducía la supuesta ayuda del estado a las víctimas de esta lacra.