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Poesía para cansadas (4). Antònia Vicens: libros en una casa de pobres y muchas deudas con las flores
A la poesía se acercó tarde, con casi setenta años: fue con el poemario 'Lovely', publicado en 2009, un homenaje a su padre.
¿Os acordáis de Searching for Sugarman, aquel documental sobre un músico casi desconocido en su ciudad que era sin embargo (¡y sin saberlo!) un auténtico fenómeno de masas en un país lejano? Son fascinantes las historias así, que se dan con cierta frecuencia en el mundo del arte. Creo que la de Antònia Vicens es una. Si esto fuera una película, empezaría con la imagen de una mujer de setenta y tantos años, voz apacible y sonrisa humilde, pasando la tarde bajo una buganvilla en un pueblo pequeño de una isla del sur. Luego sabríamos que, cuando se refieren a ella, los críticos literarios y los editores dicen que es la Gran Dama de las Letras Catalanas.
Antònia nació en Santanyí (Mallorca) en 1941. Cuando, con 14 años, las monjas le dijeron que no le podían enseñar más, primero se deprimió y luego empezó a juntarse con los escritores del pueblo. Con ellos comenzó a aprender catalán y a escribir en el diario local. Poco después se fue a trabajar al entorno turístico de Cala d’Or. Allí, bajo la luz engañosa de las ofertas publicitarias, descubrió un mundo inhóspito: la explotación laboral, el ser llamada puta por querer ser libre, la tristeza de las viajeras alemanas que buscaban sin éxito en sus vacaciones olvidar lo que habían visto en la guerra.
De todo ello habló en 39° a la sombra, su primera novela, en la que analiza la transformación de su tierra a causa del turismo masivo: una historia, diríamos hoy, de kellys y de gentrificación, pero escrita mucho antes de que apareciesen esas palabras. Con ella ganó en 1967 el premio Sant Jordi. Cuando rememora la ceremonia de entrega, de lo que se acuerda es de que llamaron a recogerlo a Antoni, en vez de a Antonia. “¡Pensaba que sería un chico, con esta prosa tan vigorosa!”, dijo el presidente del jurado cuando la vio aparecer.
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Libros, humildad y sabiduría en una casa de pobres.
Así me gustan las personas, generalmente grandes, sean hombres o mujeres.
Un placer conocerte, Antonia Vicens.
Qué bello. Gracias