Medio ambiente 2 | Opinión

La playa cuando no estás

En 2014, fueron necesarios 39,3 millones de euros, pagados con los impuestos de todos, para reparar la costa de los daños de los temporales. En 2015: 34,5 millones. Entre finales de 2016 y principios de 2017: 37,2 millones.

Cala Lanuza, Campello (Alicante). DATADISTA

Estimado veraneante:

Ayer se cayó el cielo. El mar se puso verde militar y empezó a comer playa, pasarela, canalizaciones de las duchas, paseo marítimo hasta llevarse media carretera.

Antes el mar se comía la playa en los temporales pero después, entre él y el viento lo dejaban todo colocado. Cogían arena de las dunas y extendían una playa nueva, de esas que daba gloria pisar. Ahora, les han puesto tantos obstáculos por el camino que lo destrozan todo. Las dunas han desaparecido bajo el cemento. Los sedimentos que arrastraba la marea, gracias a la deriva del litoral, que es ese movimiento oblicuo de las olas hacia la costa, se sumaban a la tarea. Ahora la arena se queda atrapada en los espigones, los puertos, en obstáculos constantes, creados muchas veces para favorecer una zona de la costa donde interesa que se cree una playa mejor. Los aportes de los ríos tampoco ayudan. Entre las presas, embalses y otras infraestructuras y los espigones en las desembocaduras, los sedimentos que traía la corriente no llegan.

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Han venido los de los camiones. Traen arena trasvasada de zonas donde se ha acumulado pero también de cantera, que rasca en las plantas de los pies y hace unos castillos horribles, como garrapiñados. Lo importante es que tendrás playa cuando vuelvas. Al menos esta vez no han dragado la orilla del mar para coger la arena, destrozando la pradera marina, que de todo ha pasado. También van a rehacer la pasarela, el paseo y a asfaltar el bocado que le falta a la carretera. Todo estará perfecto cuando regreses.

Es carísimo pero, ni en los años de crisis, cuando todo gasto era cuestionable, se cuestionó este que alimenta la máquina del turismo. En 2014, fueron necesarios 39,3 millones de euros, pagados con los impuestos de todos, para reparar la costa de los daños de los temporales. En 2015: 34,5 millones. Entre finales de 2016 y principios de 2017: 37,2 millones. Quién va a pensar en una solución a largo plazo, ni en lo que traerá consigo el cambio climático.

Saben que es un parche, lo dicen los expedientes de Costas, que en cada reparación alerta de que se volverá a la misma situación en unos meses, pero es un parche asumido y tremendamente arbitrario. Al coste de reparar las playas históricas, se unen las playas inventadas. Hasta principios de este siglo, por ejemplo, el norte de Peñíscola, en Castellón, se pegaba al mar con un reguero de enormes rocas que contrastaban con la playa de arena fina del sur del municipio. Así es la costa. Heterogénea. Cuando el suelo disponible en la zona sur, limitado por el marjal, empezó a escasear, se decidió que había que crear más playa. Dos años estuvieron echando camiones de arena en el tramo de 3.600 metros entre el sur de Benicarló y el norte de Peñíscola. En total, se vertieron 1,7 millones de metros cúbicos de arena y se destinaron más de 25 millones de euros al proyecto. Dice la información del Ministerio que “la gran afluencia de turistas durante seis meses al año (…) y la práctica inexistencia de playa (…) requerían la realización de las obras”.

¿Requerían? Junto a la nueva playa se levantaron torres de apartamentos en primera, segunda y hasta tercera línea además de dos hoteles de cuatro estrellas. El primer año en que se terminaron, el mar se comió toda la playa recién creada, entró en uno de los hoteles y reventó los cristales tras los que se había instalado la piscina climatizada. Cada temporal en esa zona es necesario volver a aportar arena, reparar pasarelas. Para que tú vengas. Para que tengas playa.

La zona, como otras enladrilladas solo por y para el turismo (véase Marina d’Or), es un pueblo fantasma en invierno. Una escenografía creada solo para ti, para tu verano, aunque haya que mantenerla, barrerla y rehacerla durante el resto del año.  Para que vengas. Para seguir cantando récord de visitas mientras cualquier cifra que cuestione el modelo es tachada de turismofobia.

Si te interesa lo que hay detrás de ese decorado que te encuentras cada año, te propongo leer Playa Burbuja (Datadista, 2018), la investigación que he realizado junto al periodista Antonio Delgado durante casi dos años para descubrir lo que ha ocurrido en la costa peninsular mediterránea y las experiencias de quienes viven allí todo el año. Cuando un sector mueve tanto dinero, a demasiados les merece la pena destrozar el entorno, arriesgarse a cambiar un plano con nocturnidad, pagar una comisión a un concejal. Cuando la ganancia es el factor a tener en cuenta y el control es escaso, la corrupción tiene muy fácil agarrarse a los cimientos y crecer levantada con cada grúa. Ha sido así desde que el franquismo inventó el fenómeno y hasta la última burbuja que nos estalló a todos en la cara. Hay que preguntarse si queremos formar parte de un modelo turístico que permite el rápido enriquecimiento de algunos a costa de que cada vez haya menos sitios que merezca la pena visitar. 

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Comentarios
  1. PAJITAS DE PLASTICO: SE CONSUMEN 13 MILLONES CADA DIA EN ESPAÑA. ES EL PAÍS DE EUROPA QUE MAS PAJITAS CONSUME. PUEDEN TARDAR HASTA 500 AÑOS EN DEGRADARSE. PUEDEN SER INGERIDOS POR TORTUGAS, AVES Y PECES.
    Aún más grave, según los datos de la patronal del plástico, España sólo recicla el 37% de los envases plásticos. El resto contamina año tras año nuestro entorno. Un situación intolerable, pues además estamos hablando de un objeto totalmente innecesario y prescindible en el 99,99% de los casos.

    Por ello, Greenpeace pide dejar de consumir pajitas y exige a las diferentes administraciones leyes que establezcan la prohibición de estas y otros productos de usar y tirar (como bolsas y botellas de plástico de un solo uso, bricks, latas de bebidas, removedores, cápsulas de café desechables, vasos y cubiertos de usar y tirar).
    Mientras esto llega, algunas de las soluciones para luchar contra el grave problema de contaminación por plástico que sufre nuestro planeta son:

    No consumir pajitas de plástico de un solo uso, existen alternativas hechas de materiales reutilizables (vidrio, acero, bambú) incluso comestibles.
    Abandono de cualquier tipo de envases de usar y tirar.
    Fomentar el consumo de agua de abastecimiento público frente al agua embotellada.
    Pedir la implantación de un sistema de devolución y retorno (SDDR) de envases de bebidas (cuatro de los objetos más encontrados en los mares se beneficiarían de ello.
    Promover el uso de envases reutilizables, sólo será posible si tenemos un SDDR.
    ¡Firma la petición para que los supermercados se responsabilicen de la crisis de la contaminación por plásticos que han ayudado a crear! >>
    https://es.greenpeace.org/es/que-puedes-hacer-tu/peticiones/plasticos-supermercados/

  2. Educación ambiental e investigación para evitar incendios exige Ecologistas en Acción.
    Ante los últimos incendios producidos en lo que va de verano, es necesario incrementar más la educación ambiental y la información sobre el uso del fuego, la investigación en la prevención de los incendios forestales y poner fin a la impunidad de las negligencias e intencionalidades de quienes los provocan.
    En particular, llama la atención que, en los últimos años, algunos grandes o peligrosos incendios hayan sido provocados por barbacoas u otras negligencias que están prohibidas por la normativa. En muchos casos, se evidencia el desconocimiento de la normativa en el uso del fuego, tanto en época de peligro alto (verano) como durante el invierno.

    Sorprendentemente, este desconocimiento no sólo se da entre urbanitas que puedan acudir al entorno rural de forma ocasional, sino también entre colectivos muy relacionados con el mundo forestal o rural, como agricultores o ganaderos. Destaca, por ejemplo, que el principio de campaña de incendios forestales estuviera plagada de casos provocados por cosechadoras y que muchas de las personas que las operaban no fueran conscientes de los medios o medidas preventivas que debieran tomar. Y es que, aunque le pese a asociaciones agrarias como Asaja, las estadísticas demuestran que una gran mayoría de los incendios forestales tienen su origen en actividades agroganaderas.

    Asímismo es necesaria una política forestal que haga nuestros bosques más resilientes ante los grandes incendios dentro del actual contexto de cambio climático, un aprovechamiento sostenible de los bosques potenciado desde todas las instituciones, una mayor participación social en los montes públicos, además de una búsqueda de bosques mixtos con más frondosas (encina, roble, olmo, castaño, hayas) frente a las coníferas, allá donde sea posible. La nefasta gestión forestal, sumada a las condiciones climáticas y de vegetación que caracterizan al bosque mediterráneo, hacen de nuestros montes una bomba de relojería dispuesta a estallar cada verano.
    La administración, de sobra advertida por técnicos (propios y ajenos) y colectivos ecologistas, hace caso omiso ante las réplicas y exigencias en materia forestal y mantiene la política, iniciada durante el franquismo, de conservación de masas de coníferas ajenas al ecosistema mediterráneo e, incluso, la repoblación con estas.
    El ecosistema mediterráneo natural tiende a la proliferación de incendios pero la vegetación que lo compone se encuentra adaptada a estas condiciones, presentando los árboles gran resistencia al fuego y al calor, evitando así el aporte de combustible y la propagación del fuego. Por el contrario, las masas artificiales de pinares que pueblan los montes acumulan las características óptimas para la propagación del fuego por abundante materia seca en el suelo, desplazamiento de las llamas por piñas que estallan al calentarse y madera de escasa resistencia a estas. Las condiciones de disrupción climática que empezamos a padecer, siendo este año 2018 el cuarto más caluroso desde que se tienen registros, no hacen sino empeorar las condiciones y consecuencias de los incendios.

  3. La gente no se pregunta nada.
    Ya no hay capacidad de observación, ni análisis, ni criterio propio.
    Es más cómodo dejarse conducir por el pastor, pués pensar es fatigoso y te lleva a tener que tomar decisiones que te enfrentarían al resto del rebaño.
    Así que vamos todo el rebaño directos al precipicio.
    Marina D’Or: que despilfarro de luz y de agua, que vergüenza de lujos y excesos.

    • Supongo que se refiere al turismo. A eso de qué divertido es correr por la playa, tomar baños de sol y de agua salada.

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