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Juliana Morell, la vida de la catalana que se doctoró a los 14 años
Con siete años ya hablaba griego, latín, hebreo y catalán, y podía leer y escribir en 14 idiomas distintos.
La primera mujer en conseguir un doctorado en todo el mundo, de la que se tiene constancia, es Juliana Morell. En 1608 y con tan solo 14 años, esta mujer nacida en Barcelona defendió su tesis en Dialéctica y Ética con la obra Oración recitada ante Pablo V en el palacio pontificio de Aviñón. Sus conocimientos le permitieron obtener el grado de doctora summa cum laude. No obstante, Morell ya había demostrado importantes dotes intelectuales: con apenas cuatro años, los monjes dominicos que la educaban aseguraron que “no podían enseñarle nada más”. Con siete años ya hablaba griego, latín, hebreo y catalán, y entre los 14 y los 17 (dependiendo de las fuentes) amplió la lista hasta poder leer y escribir en 14 idiomas distintos. Por todo ello se convirtió en una de las mujeres más importantes del humanismo.
Sin embargo, la vida de Juliana Morell no fue nada fácil. Siendo muy pequeña perdió a su madre y con siete u ocho años tuvo que huir a Francia, concretamente a Lyon, debido a la supuesta implicación de su padre en un homicidio. Fue allí donde comenzó su aprendizaje en materias como la filosofía, las matemáticas, la música, la física, el derecho civil y canónico y la astronomía. Su interés por el conocimiento le llevó a buscar a algunos de los mejores profesores de la universidad. Al poco tiempo de doctorarse, su padre concertó su matrimonio. Pero mediante la protección de la Condesa de Comté pudo entrar en el convento dominico de San Práxedes de Aviñón como novicia. El 20 de junio de 1610 hizo los votos finales y en 1613 se convirtió en priora.
En el convento pasó el resto de su vida formando a otras monjas hasta que murió en 1656. También tradujo al francés una gran parte de la obra de san Vicente Ferrer y la regla de San Agustín, además de escribir textos propios como poemas, una autobiografía y una historia sobre el propio convento. A pesar de sus logros, la profesora de Historia Rosa María Alabrús asegura en Entre el protestantismo y el catolicismo. Conversión y espiritualidad femenina: Juliana Morell que “publicó menos de lo que se podría pensar teniendo en cuenta sus portentosas capacidades intelectuales”.
La dominica fue considerada como “un milagro de su tiempo”, aunque su padre siempre se intentó apropiar de una parte de su éxito considerando que era el resultado de la formación que él le había proporcionado. La educación de las hijas no era vista como una forma de empoderamiento femenino sino como el medio para lograr una mejora cualitativa de las tareas domésticas que debían ser realizadas por ellas. A pesar de ser denostada por su progenitor, fue alabada por personajes masculinos como Lope de Vega, quien dijo de ella en el Laurel de Apoloque había hecho “cuatro las Gracias, y las Musas diez”, es decir, la definió como la cuarta Gracia y la décima Musa, ya que las Gracias eran tres y las Musas nueve. También la alabaron otras importantes personalidades como Marie de Merle de Beauchamps, Gabriela de Vellay o Benito Jerónimo Feijoo.
Gracias a sus aportaciones, Juliana Morell ha sido homenajeada en el callejero de ciudades como Terrassa y Barcelona. Es, además, una de las tres únicas mujeres que aparecen citadas en el paraninfo de la Universitat de Barcelona. Sus ansias de aprendizaje continuo le llevaron a romper barreras que parecían insalvables dentro de la sociedad patriarcal del siglo XVII, y logró así el acceso a ámbitos que estaban totalmente prohibidos para las mujeres de la época.
Persona fuera de serie.
Increíble e inexplicable.
Más que un milagro de su tiempo, es un milagro intemporal.