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El vuelo de la RTVE

Una breve reflexión sobre la televisión y los aviones.

Un helicóptero bordea el 'pirulí' de RTVE. REUTERS

Dos de las cosas que me fascinaban cuando era chica están detrás de esta fotografía: el funcionamiento de la televisión y el funcionamiento de los aviones –incluidos los helicópteros–. Ahora que soy más grande, intento no pensar mucho en cómo funcionan. Tras varios días viendo la RTVE como quien ve un partido de tenis, creo que la televisión y los aviones se parecen un poco. Me explico.

Cuenta Amelia Earhat, la primera mujer que cruzó el Atlántico pilotando en solitario, que en condiciones normales volar no tiene ninguna contraindicación particular ni para el piloto ni para el pasajero. Lo que vendría a ser algo así como que ver la televisión tampoco, concluyo. «Oí decir a un tipo cuando salía de un avión después de su primer viaje: ‘Bueno, lo más extraordinario de volar es que no es nada extraordinario’ […] En el aire el pasajero no tiene sensación de altura absoluta y puede mirar con perfecta serenidad la tierra y el mar que se extienden abajo», escribe la legendaria aviadora en Por el placer de hacerlo (Macadán).

A estas alturas –rectifico– no sé si el funcionamiento de la televisión y el de los aviones se parecen. Lo que me fascinaría ahora es que se pareciesen. Que ver la RTVE –y todas las demás cadenas públicas– fuese como volar, un viaje en el que lo más extraordinario –pluralidad, rigor, independencia…– no fuese nada extraordinario.

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  1. PERIODISMO DE VICHY
    En octubre pasado, la periodista de Australian Broadcasting Corporation, Sarah Ferguson, entrevistó a Hillary Clinton, a quien lisonjeó como “ícono de su generación”.

    Esta fue la misma Clinton que amenazó con “destruir por completo” a Irán y que, como Secretaria de Estado de los Estados Unidos en 2011, fue una de los instigadores de la invasión y destrucción de Libia como Estado moderno, con la pérdida de 40,000 vidas. Al igual que la invasión de Iraq, esta se basó en mentiras.

    Wikileaks ha publicado correos electrónicos filtrados que revelan que la fundación que Hillary Clinton comparte con su esposo recibió millones de dólares de Arabia Saudita y Qatar, los principales patrocinadores de ISIS y del terrorismo en todo Oriente Medio.
    Clinton difamó a Assange, un ciudadano australiano, al afirmar que era “muy claramente una herramienta de la inteligencia rusa” y “un oportunista nihilista que está al servicio de un dictador”.

    No ofreció ninguna prueba, ni se le pidió ninguna, para respaldar sus graves acusaciones.

    Hay muchos otros ejemplos del periodismo de Vichy.
    The Guardian, que antaño fue conocido como un gran periódico liberal, llevó a cabo una vendetta contra Julian Assange. Al estilo de un amante despreciado, The Guardian dirigió sus ataques personales, mezquinos, inhumanos y cobardes contra un hombre, cuyo trabajo alguna vez publicó y se aprovechó.
    El ex editor de The Guardian, Alan Rusbridger, llamó a las revelaciones de WikiLeaks, que su periódico publicó en 2010, “una de las mejores primicias periodísticas de los últimos 30 años”. Pero los premios fueron prodigados y celebrados como si Julian Assange no existiera.
    También revelaron la contraseña secreta, diseñada para proteger un archivo digital que contiene los cables de la embajada de los Estados Unidos, que Julian Assage le había dado al Guardian en confianza.

    Con Assange ahora atrapado en la embajada ecuatoriana, Harding, que se había enriquecido a costa de Julian Assange y Edward Snowden, se colocó entre los policías delante de la embajada y se regodeó en su blog de que “Scotland Yard tal vez tendrá la última palabra”.
    En Alexandra, Virginia, el hogar suburbano de la élite belicista estadounidense, un gran jurado secreto, –algo reminiscente de la edad media– ha pasado siete años tratando de fabricar un crimen por el cual Assange podría ser enjuiciado.

    Esto no es fácil; la Constitución de Estados Unidos protege a editores, periodistas y denunciantes. El crimen de Assange es haber roto el silencio.
    En sus revelaciones de guerras fraudulentas (Afganistán, Irak) y las mentiras descaradas de los gobiernos (las Islas Chagos), WikiLeaks nos ha permitido vislumbrar cómo se desenvuelve el juego imperial en el siglo XXI.
    Es por eso que Assange está en peligro de muerte.
    http://insurgente.org/john-pilger-julian-assange-debe-ser-repatriado-a-australia/

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