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Epsy Campbell: “Costa Rica vive una revolución pacífica impulsada por mujeres”
Por primera vez, el pasado mayo, una mujer afrodescendiente asumió el cargo de vicepresidenta en este país latinoamericano, la primera que ostenta ese puesto en esta región del continente.
El pasado 8 de mayo fue un día histórico en América Latina, el territorio más desigual del mundo. Por primera vez una mujer afrodescendiente asumió el cargo de vicepresidenta en Costa Rica, la primera que ostenta ese puesto en esta región del continente. Su nombre es Epsy Campbell (San José, 1963) y pertenece al Partido Acción Ciudadana (PAC), que ganó las elecciones en segunda vuelta en abril tras imponerse al conservador Partido Restauración Nacional. Economista e investigadora, Campbell no es una recién llegada a la política, en la que lleva más de 15 años. En este tiempo ha desempeñado diferentes cargos y otros tantos más como defensora de los derechos de las mujeres y de las personas afrodescendientes. Es consciente de que queda mucho por hacer para reducir brechas sociales, pero también asegura que su país está viviendo una “revolución pacífica” en la que mujeres y jóvenes tienen un papel fundamental.
Costa Rica, un país que suprimió su ejército en 1949 y que cuenta con mejores indicadores en salud, educación y desarrollo que sus vecinos centroamericanos, tiene como principales desafíos en los próximos cuatro años luchar contra la desigualdad social y reducir el déficit fiscal, entre otros. El matrimonio igualitario y la religión marcaron este año la reciente campaña electoral y pusieron de manifiesto las contradicciones de una sociedad que, por un lado, busca ser más equitativa y modernizarse, pero por otro tiene un fuerte sector conservador que se resiste a introducir cambios. Parte del electorado costarricense votó en los comicios por un candidato evangélico que se opuso a la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que ordenó garantizar derechos plenos a las parejas del mismo sexo, incluido el matrimonio.
El fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, dictado en enero y que se extiende a los 20 países miembro del organismo, responde a una consulta realizada por el propio gobierno costarricense. ¿Está preparado el país para el matrimonio igualitario?
Ahora Costa Rica se enfrenta a decisiones de tipo judicial, ya no son de resorte legislativo. Respetamos la institucionalidad democrática de nuestro país y así lo ha dicho el electorado el 1 de abril. El presidente [Carlos] Alvarado fue claro al decir que lo que dijera la Corte Constitucional y el Tribunal Supremo de Elecciones sería acatado. ¿Está Costa Rica preparada para el matrimonio igualitario? ¿Estamos preparados para que las mujeres asuman el poder? Los países se preparan cuando tienen que asumir cambios. Tenemos una generación de personas jóvenes que están promoviendo transformaciones en la política costarricense, no están esperando lo que les digan los padres, sino que ellos indican a los padres y madres que hay unas nuevas perspectivas, menos discriminatorias y más inclusivas. No le tengo miedo a los cambios, obviamente reconociendo que tenemos un sector conservador importante en el país con el que hay que generar los puentes necesarios, porque finalmente se gobierna para toda la población.
¿Cómo se siente al ser la primera vicepresidenta afrodescendiente de Costa Rica y de la región?
Tengo una vida política desde 2002. Soy presidenta de mi propio partido, he sido dos veces diputada. Cuento con una trayectoria política que legitima de alguna manera esa responsabilidad que tengo y es, además, una responsabilidad acompañando a un presidente joven comprometido con la igualdad y la inclusión social. No solo soy la primera mujer vicepresidenta afrodescendiente del hemisferio, sino que también por primera vez en Costa Rica vamos a tener el primer gabinete paritario, donde el 50% de los puestos están ocupados por mujeres. Es una revolución pacífica la que estamos haciendo, dando un salto cualitativo generacional que preparábamos, de alguna manera, con una participación ciudadana muy activa que se dio en este proceso electoral, y creo que eso es lo que le hace a una tener legitimidad para asumir. Mi partido viene avanzando mucho desde 2002 en cuanto a la participación de las mujeres, aunque eso no quiere decir que no haya discriminación, que no sea más difícil para ellas. Vivimos en una sociedad machista y tenemos que trabajar mucho para eliminar la discriminación de género, pero también es verdad que hemos dado pasos que sí hablan del inicio de la construcción de una sociedad más equitativa.
Pese a esos avances, América Latina vuelve a estar gobernada solo por hombres, no hay ninguna mujer jefa de Estado, a excepción de Trinidad y Tobago. ¿Cree que es casualidad o reflejo de discriminación?
No es una casualidad, las mujeres han llegado a las presidencias por excepción y lo tienen más difícil que los hombres. Falta camino que recorrer y eso se muestra de muchas maneras: son pocas las mujeres que quieren aspirar [a una presidencia] porque saben que lo que les espera es muy duro, son muy pocos los partidos que deciden nombrar mujeres [como candidatas a presidentas] y son pocas las que al final llegan. Es una realidad que espero que cambie, que no solo más mujeres decidan aspirar a la presidencia, sino que haya menos obstáculos internos dentro de los partidos y que la sociedad reciba con más naturalidad las candidaturas de mujeres. A veces creo que las sociedades están más dispuestas a los cambios que los propios partidos, que son estructuras más cerradas y jerárquicas.
Usted ha dicho que las mujeres son indispensables en política. ¿Considera que aportan algo diferente a los hombres?
Las mujeres aportamos cosas distintas, hemos sido socializadas de forma diferente a la de los hombres. Tenemos una posibilidad mayor de mirar las necesidades de los demás, tenemos la posibilidad de ser multitareas en la política, hacer muchas cosas de manera simultánea, y estamos menos apegadas al poder. Aunque eso pueda parecer una desventaja en el momento en que estamos irrumpiendo en la política, es una ventaja a la hora de ejecutar los puestos de poder. Creo que además tenemos más sensibilidad en temas sociales y planteamientos económicos. Esa socialización maternal que muchas feministas han criticado tiene una dosis de algo que debe tener la política y es esa lógica de poner a los otros primero, antes que a quienes estamos ejerciendo cargos públicos. Esa es la lógica de la política. La política no es para beneficiarse uno personalmente, es como la lógica de la madre, que siempre coloca a los otros por encima de ella.
¿Qué problemas afrontan las mujeres y la comunidad afrodescendiente en Costa Rica?
Sufrimos una oleada de violencia contra la mujer tremenda, un aumento de feminicidios que nos tiene muy preocupados. En cuanto a temas económicos, hay una discriminación en el mercado laboral que todavía se manifiesta: las mujeres reciben menor paga por el mismo trabajo que realizan los hombres, tienen mayor tasa de desempleo, menos acceso al crédito… Es una agenda que tenemos que asumir de manera bien seria y creo que tenemos que trabajar mucho más en el empoderamiento de las mujeres porque la socialización hace que no asumamos mayores riesgos y no es casual. En cuanto a los pueblos afrodescendientes, hay una serie de brechas que han sido marcadas por el último censo de población –de hace ya casi diez años– en materia de acceso a la seguridad social, a la vivienda, un porcentaje mayor en cuanto al embarazo de niñas y adolescentes. Tenemos una agenda de disminución de derechos étnico-raciales y brechas de género que el propio presidente ha planteado como prioridad para avanzar en términos de equidad, igualdad y democracia.
¿Cuáles podrían ser esas primeras medidas para avanzar hacia la igualdad?
En el plan de gobierno se han planteado medidas para acceder al crédito, hay un programa para erradicar la violencia contra las mujeres. Hay prioridades, la agenda es amplísima. Espero que al final de estos cuatro años seamos un país menos desigual, que hayamos reducido las brechas de las zonas costeras y provincias periféricas con respecto al centro. Este es un país muy pequeño que ha aumentado las brechas de desigualdad de manera muy importante.
Dice que en los últimos años ha aumentado la desigualdad y su partido ha gobernado en los últimos cuatro. ¿Es necesaria una autocrítica?
Hemos hecho mucha autocrítica. En los últimos 20 años ha aumentado la desigualdad, pero en los últimos cuatro en los que ha gobernado el PAC disminuyó un poquito. La tarea que hicimos en materia de desigualdad no fue suficiente pero sí en la ruta correcta. Hemos sido autocríticos en términos de gestión, de eficiencia del Estado y manejo de fondos públicos. Creo que la sociedad costarricense nos vuelve a dar una oportunidad al entender que somos una propuesta moderna, más transparente, más acotada a la realidad del país, que piensa más en lo que queremos ser para dentro pero también en lo que queremos mostrar para fuera. Hay una generación de hombres y mujeres tremendamente comprometidos para corregir los errores de nuestra primera gestión de Gobierno.
¿La Suiza de las Américas?
Costa Rica es uno de los países más estables y seguros de América Latina. Con cinco millones de habitantes y una superficie similar a la de Aragón, el país comparte posiciones con las naciones más avanzadas en materia social y, además, dispone de salud y educación públicas y universales, dos rarezas en una región influenciada por las doctrinas neoliberales de Estados Unidos. De ahí que se trate de uno de los destinos favoritos de miles de turistas y personas jubiladas del hemisferio norte. Sí, el país del “pura vida”, eslogan no oficial de Costa Rica, es un paraíso. “Su naturaleza en estado salvaje tiene una variedad increíble (…) eso permite un sinfín de actividades”, explica Claudia Maier Morillas, estudiante y viajera española que residió allí.
Sin embargo, no todo reluce en la conocida como “la Suiza de las Américas”. En la otra cara de la moneda están los miles de inmigrantes que ejercen de mano de obra barata y explotada para satisfacer las necesidades del turismo, cada vez más masificado. Este problema no quita para que se trate de “un país caro en comparación con otros de América Latina”, opina Anaïs Le Gallou, arquitecta francesa. Uno de los grandes atractivos de Costa Rica es la seguridad: registra 10 homicidios por cada 100.000 habitantes, muy por debajo de los 43 de Honduras o los 60 de El Salvador.
Sin embargo, el dato también queda lejos de los 0,6 muertos por cada 100.000 personas de, por ejemplo, España. La sociedad tica –gentilicio popular de los costarricenses– es abierta y plural. Es habitual escuchar que lo mejor del país es “el calor de su gente”, afirma Maier. Pero esta realidad contrasta con el espíritu conservador que prevalece en una amplia proporción de sus habitantes. Hay ejemplos recientes que lo prueban: la Iglesia Evangelista crece imparable y ya cuenta con más de 5.000 templos en Costa Rica. Y las últimas elecciones estuvieron a punto de darle la victoria a Fabricio Alvarado, un ultraconservador evangélico que labró su popularidad de acuerdo a un discurso abiertamente homófobo y contrario al matrimonio igualitario. Pese a todo, las previsiones apuntan a que esta medida será aprobada a lo largo de 2018.