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Xavier Legrand: “El terror no son fantasmas. Estas mujeres lo saben bien”
Entrevista con el director de 'Custodia compartida', una película que narra la historia de acoso de un hombre hacia su expareja mediante la manipulación perversa del hijo de ambos.
Artículo publicado en #LaMarea59
El debut de Xavier Legrand empequeñece cualquier título de terror al uso. Este actor de teatro enamorado de las tragedias griegas se ha puesto tras la cámara y ha elaborado una pieza cinematográfica de primer orden. “Nunca he ocultado mis influencias”, confiesa. “La película empieza siendo Kramer contra Kramer. Luego se convierte en La noche del cazador y termina con El resplandor”. Custodia compartida narra la historia de acoso de un hombre hacia su expareja mediante la manipulación perversa del hijo de ambos. Y el resultado es un relato que corta la respiración. A través de las interpretaciones del soberbio trío protagonista (Léa Drucker, Denis Ménochet y, sobre todo, el niño Thomas Gioria), Legrand responde a una pregunta elemental que la justicia, incomprensiblemente, parece no saber contestar: ¿acaso un maltratador de mujeres puede ser un buen padre?
¿Cómo ha sido recibida la película entre las asociaciones que luchan contra la violencia de género?
Muy bien. Soroptimist, que es una organización femenina internacional, ha organizado decenas de proyecciones en Francia y la ha utilizado como instrumento pedagógico, porque la película habla de la violencia hacia las mujeres de una forma diferente, muy frontal. También la han usado en el colegio de abogados de París para abrir un debate con magistrados sobre la custodia compartida de los hijos, que en Francia quiere ser impuesta por defecto, dicen que para promocionar la igualdad. ¿Pero qué pasa si existe alguna forma de violencia conyugal? Esa ley podría ser muy peligrosa.
Hay quienes señalan un origen genético para decir que esta violencia no tiene solución.
Tiene una parte genética, como todo, pero también es una construcción social, cultural y religiosa. Es producto de nuestra familia patriarcal. Son cosas que nos han inculcado durante siglos. Históricamente se ha considerado que la sangre vertida por los hombres en las guerras era sangre pura, mientras que la sangre derramada por las mujeres mensualmente era impura. Todo eso es cultural. De igual forma, se considera que la mujer que lleva a un niño en su seno puede considerarlo indudablemente suyo, mientras que el hombre no tiene nada que sea ‘indudablemente’ suyo. Por eso intenta ejercer otro tipo de poder suplementario. De ahí su pretensión de apoderarse de la mujer y de la familia, en el sentido posesivo, de propiedad. A partir de ese momento, se empieza a considerar al hombre como el cabeza de familia y a la mujer simplemente como niñera y como nodriza. Eso es lo que debemos cuestionarnos. No se trata de genética sino de cómo organizamos la relación entre hombres y mujeres.
Esta película es el resultado de diez años de trabajo e investigación con mujeres maltratadas, hombres violentos, policías… ¿Ha llegado a alguna conclusión para paliar este desastre?
No soy sociólogo, pero creo que sería positivo incluir a los hombres en el debate. El mensaje hacia las mujeres es imprescindible y es el correcto: “No tienes por qué consentir, bajo ningún pretexto, que te pegue. Coge la puerta y vete. Huye de ahí”. Dicho esto, ahora somos los hombres los que debemos ser interpelados, como se hace con los alcohólicos o los ludópatas. “Oye, tío, ella no tiene ningún problema. Eres tú quien tiene un problema. Eres violento y tienes que hacer algo para solucionarlo. Tu papel como hombre no es imponer una autoridad por medio de la violencia”.
El hombre es el problema, así que la solución, obviamente, depende de él. ¿Se refiere a eso?
Exactamente. Custodia compartida se ha proyectado en asociaciones que luchan contra la violencia de género, pero allí el público era casi exclusivamente femenino. Y es necesario que los hombres se pongan también ante el espejo.
Su película tiene tanto afán de realismo que ni siquiera tiene música. Claude Chabrol también decía que rodar una muerte a cámara lenta era inmoral, porque suponía estilizar un acto horrible. ¿Usted es de la misma opinión?
El cineasta es siempre un manipulador, pero tratar de estetizar una muerte, una violación o cualquier otra situación insoportable, yo creo, efectivamente, que puede ser algo inmoral. En mi caso, yo me hubiera sentido sucio si hubiera intentado estilizar o poetizar este tema. La violencia de género no puede tratarse así.
En su película la violencia no se ve: se siente. Está en el ambiente. Cuando el hombre, llorando, abraza a su esposa, eso es terriblemente violento, angustioso.
Eso fue idea de Denis. Abrazar a Léa a la altura del cuello, como si fuera un vampiro que va a morderla.
Ahora que habla de vampiros, su película es, definitivamente, una película de terror.
Es justamente lo que yo quería hacer. El terror no tiene que ver con fantasmas o con algo irreal. El horror existe en la realidad. Y estas mujeres saben lo que es. Lo viven a diario. Por eso tenía que vaciar la historia de todo lo fantástico, de lo artificial. Incluida la música.
Esta película es la secuela de su cortometraje Antes de perderlo todo (2013), que estuvo nominado al Oscar. Ha dedicado muchos años a trabajar sobre el mismo tema. La pregunta es obvia: ¿Ha vivido personalmente algún episodio de violencia familiar?
No, pero sí que he metido cosas personales en ella. Por ejemplo, en ese primer corto, el personaje de la esposa huye de su marido y se refugia en su lugar de trabajo, que es un supermercado. Cuando yo era estudiante trabajé en las Galerías Lafayette y allí tenía una compañera que, aunque nunca me lo dijo, creo que estaba pasando por una situación similar. Su marido venía a vigilarla a su puesto de trabajo. Y fue su silencio lo que me llamó la atención. De ahí cogí la idea del supermercado, por ejemplo.
Pero nunca ha vivido la violencia en casa.
No. He vivido en una familia muy patriarcal, eso sí, donde los hombres y las mujeres teníamos un papel muy definido. Había una autoridad paternal muy presente. Y eso siempre fue así en la familia, de generación en generación: mi abuelo, mi padre, mis tíos… Yo me tuve que construir contra eso. A mí me interesaba el teatro, el espectáculo. Siempre fui el excéntrico de la familia.
Tratándose de un tema tan sensible y de una historia tan dura, es inevitable preguntarle cómo hizo para proteger emocionalmente al niño, Thomas Gioria.
Siempre tuvo un coach a su lado porque un niño necesita una atención absoluta en un rodaje. Y yo también pasé mucho tiempo con él explicándole qué es la realidad y qué es la ficción, qué significa interpretar, de qué va lo de ser actor. No quería robarle las emociones o ponerle en situaciones que él no hubiera elegido. Le conté que ser actor es algo estupendo pero también muy difícil. Hay que vivir emociones muy fuertes para ponerse al servicio de un personaje y eso puede ser doloroso. Afortunadamente, lo entendió todo. También teníamos nuestros códigos. Si había algo que no le gustara o que le incomodase no tenía que esperar a que dijéramos “corten”. Le dije: “Tú levantas la mano, la pones delante de la cámara y paramos”. Cuando estaba cansado él me lo decía y cambiábamos el plan de trabajo. Estoy muy contento del trabajo realizado. Cuando empezó, Thomas era un niño extremadamente tímido, muy sensible, que se alejaba y se ponía en una esquina porque no quería molestar. ¡Y el último día de rodaje estaba histérico! Teníamos un karaoke y lo monopolizó. Su madre me decía: “No lo reconozco”. Creo que ha aprendido a tener confianza en sí mismo.
¿Cree que será actor de mayor?
No me extrañaría. Y estoy un poco celoso. [Risas] ¡Porque es mejor actor que yo!
Para Denis Ménochet, el padre en la película, también habrá sido una experiencia difícil.
Claro, porque trabajó para darle humanidad a un personaje terrible. Además, Denis no es un tipo en absoluto violento.
Quentin Tarantino trabajó con Denis Ménochet en Malditos bastardos y dijo que era “el Robert Mitchum francés”. ¿Es una coincidencia que aquí nos recuerde al Mitchum de La noche del cazador?
Totalmente. No ha sido calculado. Para ese personaje pregunté a Léa Drucker y ella propuso a Denis porque ya habían trabajado juntos y creía que era perfecto para mantener esa relación con el niño. En La noche del cazador, Mitchum no es el padre de los niños pero los utiliza sin escrúpulos para obtener lo que quiere. Y Denis hace lo mismo. Es una bonita coincidencia que ese personaje se haya prolongado en el tiempo. Sí, estoy de acuerdo con Tarantino. [Risas]. Denis es el Mitchum francés.
Si que existe lo contrario, pero algunos casos contrarios que conozco la madre no mentía por lo menos. Mientras que el hombre merece un Oscar al mejir guión de película de Terror..
Para ser justos, que de eso se trata, hay que decir que esa manipulación también existe a la inversa.