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Carta a Raül Romeva desde Sarajevo

10 de junio de 2018

Querido Raül:

He decidido escribirte esta carta desde Sarajevo y enviártela en pastillas de 280 caracteres. Espero que puedas leerla y ojalá me puedas contestar. Puedes preguntarme lo que quieras. Intentaré contestarte durante el tiempo que esté aquí.

Hace tres semanas comí en Barcelona con nuestro común amigo Manel Vila. Le pregunté por ti. Me dijo que estabas muy bien. Muy animado y muy cachas porque dedicabas muchas horas a hacer deporte. Me alegra que sepas cómo ocupar el tiempo en un lugar tan cerrado.

«Escríbele», me pidió Manel. Quiero que sepas que me he traído Pont de cendra, el libro que me regalaste el año pasado cuando comimos juntos. Te equivocaste de fecha en la dedicatoria y pusiste febrer de 2018 en vez de febrer de 2017. Siento mucho lo que estás viviendo.

Quiero darte las gracias por homenajearme en tu libro y crear para ello un personaje femenino, una fotógrafa de guerra llamada Ariadna Ribas. Siempre he dicho que los mejores periodistas que cubrieron la guerra de Bosnia- Herzegovina fueron mujeres.

Empecé tu libro viajando de Barcelona a Sarajevo. He venido a empezar un proyecto del que te hablaré cuando nos veamos de nuevo. Te vas a emocionar. Y también estoy aquí porque va a nacer el segundo hijo de Adis Smajic, protagonista de Vidas Minadas.

¿Te acuerdas de Adis Smajic? Tenía 13 años cuando el 19 de marzo de 1996 lo encontré en el hospital de Sarajevo a punto de morir tras ser herido por una mina. Cuando se enteró que era español, me dijo que él era del Barça y me deletreó la alineación de gala de aquella época. Me quedé estupefacto.

Adis perdió un ojo y una mano, y gran parte de la visión en el otro ojo. Su cuerpo está lleno de  metralla. Ha sufrido 30 operaciones, siete de ellas en la clínica Quirón de Barcelona gracias a la generosidad de DKVSeguros. Hoy tiene 35 años y ya es padre de Alen, de cinco años.

Quiero contarte que fue Pilar Muro, la esposa de Publio Cordón, aquel empresario aragonés secuestrado por el Grapo en 1995 y cuyo cuerpo nunca ha aparecido, la que decidió sin pensárselo un minuto que su empresa, que entonces se llamaba Previasa, se encargaría de las operaciones de Adis en Barcelona.

Su esposa se llama Naida. Es una de las mujeres más impresionantes que he conocido en mi vida. Transmite una gran dignidad. También sufrió el cerco de Sarajevo. Tuvo que cuidar de sus hermanas pequeñas cuando era una niña. Naida y Adis forman una pareja de sobrevivientes. 

Es el último tweet de hoy. Espero que te guste esta forma de comunicarnos. Te mando la foto de Adis y Nadia que les hice en 2007. Mira qué belleza. La dignidad rodeando sus miradas. La VIDA antes que la muerte. Mañana te hablaré de Nalena. Buenas noches.

11 de junio de 2018

Buenos días, querido Raül.  ¿Sabes qué es lo primero que hago cada vez que vengo a Sarajevo desde 1995? Pongo flores en la tumba de Nalena Skorupan. Un proyectil se estrelló contra su casa el 6 de enero de 1994. Los Reyes. Día de juguetes y bombas.

Nalena tenía 81 días cuando la hirieron. El artillero fue muy preciso en la Pascua ortodoxa. Fui al hospital a verla. Respiraba con dificultades. Un médico me enseñó su radiografía. Parecían heridas superficiales. Pero Nalena murió al día siguiente.

¿Qué hace que un bebé muera cuando no tiene que morir? Me lo pregunto siempre que visito su minúscula tumba. Nalena murió porque estaba harta de un mundo de bombas en el que se dispara contra bebés huérfanos. Su padre ya había muerto antes de que ella naciera.

Pongo flores y acaricio la tierra que cubre su cuerpecito. Estoy contento porque siempre lloro cuando me siento en la tumba de su tía Mirsada. La estaba acunando aquel 6 de enero cuando el proyectil destrozó la casa. Mirsada murió en el acto y quedó decapitada.

Un día de octubre de 2008 me encontré a un señor vestido de negro delante de su tumba. Me dijo que se llamaba Mirsad, que era tío de Nalena y esposo de Mirsada. Me contó que fue él quien puso el cuerpecito de Nalena en el fondo de la tumba el día del funeral.

A Nalena la enterraron de noche porque los artilleros que sitiaban la ciudad bombardeaban los cementerios durante los funerales. Volví al día siguiente y el enterrador estaba aplanando las tumbas de Nalena y su tía Mirsada. Nunca he encontrado flores en su tumba.

En 2010 me reencontré con Mirsad,el tío de Nalena. Me hizo el mejor regalo posible: una fotografía de Nalena y su esposa Mirsada días antes de ser asesinadas. Tendría hoy 24 años. Me la imagino enamorada,sonriendo estudiando, enmadrada. La sigo viendo y sintiendo.

Como decía el obispo brasileño Helder Cámara los que trabajamos en contacto con el sufrimiento acabamos preñados de dolor y algo de nosotros muere en cada cobertura. Es difícil contar lo que ocurre en tu interior. Es como una zona oscura que nunca compartes.

Buenas noches, querido Raül. Es junio, como aquel junio de 1992 en que entré por primera vez en la Sarajevo cercada. En un coche sin blindaje y sin chaleco antibalas. Nunca olvidaré aquel sábado 6 de junio. La ciudad fue bombardeada con 3.000 proyectiles. Esta fue mi primera fotografía.  

Tres semanas durmiendo en la misma cama matrimonial con Santi Lyon. Escuchando sus pesadillas. Sin comida, sin esperanza. Temblando porque las bombas caían cada día más cerca de nuestro hotel. Con miedo, aunque el miedo es el mejor antídoto contra la estupidez.

Recordarás que el primer periodista muerto se llamaba Jordi Pujol (nada que ver con quien personifica la gran corrupción). Santi Lyon fue el encargado de buscarlo en la morgue y de sacarlo de la ciudad. En la foto: Eric Hauck y Jordi Pujol en Sarajevo.

Te confesaré que yo no quería venir a Sarajevo. Cubrí la guerra de Croacia. Fui uno de los escasos periodistas que consiguió entrar en Vukovar. Vi la muerte planear varias veces en la llamada Stalingrado de Croacia, pero también en Osijek, Vinkovci, Karlovac.

Cené en Belgrado con Santi Lyon. Venía del funeral de Jordi Pujol en Barcelona. Quería volver a Sarajevo. Me pidió que le acompañase y le dije que no. Pasé toda la noche en vela. Al día siguiente le esperaba en la recepción de su hotel. Y nos fuimos juntos al infierno.

Hemos convertido la muerte en una bacanal de números, en un negocio de cifras. Supura obscenidad. Hablamos de miles de muertos, centenares de miles de refugiados. Hemos renunciado a personalizar la muerte. Cada persona que muere deja una historia inconclusa.

Cuando seamos capaces de poner todas estas historias inconclusas en un anaquel sin límites empezaremos a darnos cuentas que hablamos  de muertos que podían haber sido nuestros futuros inventores, deportistas, premios Nobel, escritores, nuestros políticos incorruptos.

En tu libro, la protagonista Dragana, que solo tiene 12 años, escribe en febrero de 1992: «Los políticos. Esto era cosa de los políticos como siempre. Yo no entendía nada de política. Mi padre decía: “Cuando se den cuenta de que todo esto no conduce a nada, lo pararán seguro”».

Pero los “estimats patufets” (así llamas a los políticos en tu libro) fueron incapaces de poner fin a las tensiones. Hasta que empezaron los disparos y Suada inició la larga lista de muertos al ser alcanzada en el puente. Hoy he visto su nombre labrado en una placa.

Buenas noches, querido Raül. Hablamos de lo que ocurrió hace un cuarto de siglo, pero no te puedes imaginar lo incrustado que está el dolor en el subconsciente de los ciudadanos. No quieren hablar porque sienten que no lo soportarían. Se sienten sobrevivientes

12 de junio de 2018

Buenos días, querido Raül. Mi especialidad está emparentada con la cobertura de guerras, desastres, calamidades, dolor, desesperación pero también dignidad y lucha por la supervivencia. Odio la guerra y sus consecuencias cada día con más intensidad. 

No me interesan las exclusivas embarradas de sangre. En los momentos más absurdos del Hombre como bestia hay reivindicar y mostrar la dignidad. Pero he encontrado a pocas personas que prefieran morir antes que matar. La inmensa mayoría mataría antes de morir.

Cada día estoy más interesado en las posguerras y las consecuencias a largo plazo de los conflictos armados. Por eso he venido a Sarajevo de nuevo. Cubrir esa fase es más complicado porque la falta de interés informativo te obliga a trabajar entre tinieblas.

El espacio imprescindible, la financiación y la mirada autónoma para contar las historias de dolor desperdigadas por el mundo contradicen los intereses de la mayoría de los medios de comunicación y las promociones de los grandes inversionistas en publicidad. 

Vivir entre las víctimas te da otra perspectiva del conflicto. Muchas veces te encuentras con combatientes y, sobre todo con civiles, que son incapaces de explicar las causas de las guerras, que mueren, son lisiados o quedan traumatizados por razones incomprensibles.

 Si no sufres el dolor, si no sientes el grito de las víctimas, su digno silencio, cómo puedes transmitir con decencia. Hay que ir a la guerra dispuesto a sufrir, a ser herido en el interior. A ser capaz de intermediar entre el dolor y el olvido, el sufrimiento y la banalidad.

Buenas noches, Raül. Me alegro de que hayas podido leer mi carta y emocionado. Gracias por tu cariñoso mensaje. Ya te lo dije hace un par de días: siento mucho tu situación. No estoy de acuerdo con tu encarcelamiento. Ojalá ocurra pronto algo que te permita regresar a tu casa con tu familia.

Esta noche quiero hablarte de la inmigración en el Mediterráneo. La Unión Europea se parece cada día más a un espectáculo de circo. Es incapaz de buscar soluciones a los problemas más dramáticos. Siempre llega tarde: hoy con los inmigrantes, hace 25 años con los radicales de Bosnia.

La Unión Europea ha sido incapaz desde finales del 2014, cuando ACNUR advirtió que nos enfrentábamos a la crisis de refugiados más dramática desde la Segunda Guerra Mundial, de preparar un plan serio de emergencia que evitase el sufrimiento gratuito.

Los centenares de miles de refugiados huyen de las guerras en Siria, Afganistán, Iraq, República Centroafricana, de regímenes brutales como los de Eritrea y Sudán, y de situaciones de violencia yihadista en Nigeria, Níger, Libia, etc. 

En 2015 tendría que haber habilitado una ruta terrestre segura para los refugiados que querían llegar a Europa desde Turquía. Hubiese sido fácil: por Bulgaria y los Balcanes hasta Austria. Y evitar que las mafias se quedaran con los ahorros de los refugiados. 

Con miles de euros en el bolsillo –se llegaron a pagar 2.000 euros por cruzar desde Turquía a Lesbos por persona– estas familias de clase media, muchas de las cuales huían de guerras brutales, podrían haber empezado una nueva vida con una mayor seguridad económica.

Hemos llegado a esta situación porque la inmensa mayoría de los ciudadanos se mantienen en silencio ante la falta de sensibilidad de sus gobernantes  y ante el dolor ajeno. Quizás creamos que hacemos mucho con nuestras quejas y con alguna manifestación de cuando en cuando 

Pero solo con serios cambios estructurales en los países de origen se podrá frenar la avalancha. Tras generaciones viviendo en la miseria, muchos jóvenes (250 millones de africanos son menores de 20 años) han decidido arriesgarse a llegar a un primer mundo idealizado (ven nuestros anuncios, ven nuestro despilfarro) aunque el riesgo ea la muerte. 

Lo primero que hay que saber es que la Unión Europea es la principal exportadora de armas ligeras del mundo y sus multinacionales (junto con las de Estados Unidos, China, India, Rusia, etc.) se dedican a corromper gobernantes para conseguir las concesiones de materias primas y los contratos a mejor precio.

La riqueza del subsuelo ha convertido a muchos países ricos en pobres y violentos. La mayor parte de la población no recibe esos beneficios. Los gobernantes locales continúan en sus puestos porque nuestro sistema democrático actúa cínicamente y sin escrúpulos

13 de junio de 2018

Buenos días. Raül. 629 inmigrantes se dirigen a Valencia. 100 en el barco original de rescate, el Aquarius. El resto en dos barco militares italianos. El foco de nuevo en el drama. Todos opinando. Algunos esperando los focos. No habrá focos cuando se produzcan las expulsiones.

La televisión y los medios de comunicación “eligen quién muere y quién vive”, como ha dicho Mike Duffield, experto británico en resolución de conflictos, y convierte a los espectadores en “prisioneros de un lenguaje reducido, pobre y limitado”, como ha dijo Ryszard Kapuscinski.

Acuérdate de lo ocurrido con Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años ahogado a principios de septiembre de 2015 junto a su madre y su hermano mayor. Centenares de tertulianos de televisión y radio, decenas de columnistas, llenaron horas y páginas con sus impresiones. 

Aquello fue una orgía declarativa, un concurso de ingenio literario, prosa sensiblera y compadreo sobre el dolor ajeno, un obsceno mercadeo de postales cínicas e hipócritas. Hubiese sido más valiente mantener el silencio cuando se desconoce lo que es la guerra y sus dramas cotidianos. 

¿Pero nadie había imaginado cómo se ahoga un niño? Había decenas de imágenes de niños ahogados de diferentes nacionalidades. Antes de que Aylan se ahogara y también las hubo después de que la criatura siria se convirtiera en la víctima más mediática. 

Todo el mundo buscando la frase más llamativa sobre Aylan y sin tiempo para hablar del escandaloso mercado de armas que lidera los países de la Comunidad Europea junto a Estados Unidos, Rusia y China y que financian nuestros bancos (en España encabezados por el Santander).

Me hubiera gustado decirle a Abdula Kurdi, el padre del niño ahogado: «Sé que has dicho que solo te queda morir después de enterrar a Aylan, tu otro hijo Galib, de 5 años y tu esposa Rihan, pero intenta pensar en positivo. La muerte de Aylan no ha sido en balde. Has perdido a tu familia pero has ablandado el corazón de hielo de nuestra UE. La muerte de tu hijo pequeño ha permitido que sean aceptados en este continente de mierda llamado Europa 160.000 refugiados en vez de 40.000. Este es el triunfo del pequeño Aylan». 

Buenas tardes, Raül. Te escribo pronto porque tengo una cena con una amiga que pasó toda la guerra en Sarajevo. Vivía en un edificio donde había familias musulmanas, ortodoxas, católicas, ateas e, incluso, había una mujer judía que hablaba ladino, el antiguo español.

Nos reuníamos entre nubes de humo. Ya sabes cómo se fuma aquí. Hasta las mujeres embarazadas fuman. Pues en la guerra se fumaba el doble o el tiple. El mejor regalo que podías hacer era traer cartones de tabaco. El americano se cambiaba por cinco en el mercado negro

Hoy ha nacido Tarik, el segundo hijo de Adis Smajic, que estuvo a punto de morir en 1996 por culpa de una mina. Mañana voy con él al hospital a verlo y a fotografiarlo. Tan emocionante como hace cinco años cuando nació Alen. Sel e ha acabado el reinado.

Te recomiendo este documental de la serie Imprescindibles (¿quién es imprescindible?: o todos o nadie) de TVE  Dura una hora pero vale la pena verlo. Hace cinco años un equipo me acompañó a Sarajevo a ver el nacimiento de Alen. Es emotivo

14 de junio de 2018

Buenos días, Raúl. Las guerras son un gran negocio. No existe un periodo de la historia sin ellas. Los mercaderes de la muerte preparando contratos a miles de kilómetros. Gobiernos, empresas, bancos, hombres bien vestidos aplaudiendo y gimiendo de placer.

Gobiernos como el de España convertidos en una de las grandes potencias del mundo en venta de armas. El “pacifista” José Luis Rodríguez Zapatero sextuplicó la venta de armas entre 2004 y 2011. Pasamos de vender 405 millones de euros a 2.437 millones de euros.

En 2008 denuncié este comportamiento en un discurso en la entrega de los Premios Ortega Gasset. Los votantes del PSOE no se podían creer que su maravilloso presidente estuviera multiplicando sin parar el volumen del negocio. Me veían como un crítico peligroso.

Los medios de comunicación miraban a otra parte. Los prosocialistas no hablaban del tema. Se preocupaban sólo de informar de los temas positivos de la agenda de Zapatero. «Mejor venderlas nosotros que la competencia» tal como me dijo un cargo del PNV hace unos años

Hemos visto cómo periodistas influyentes criticaban al PP de Mariano Rajoy por contratos bélicos con Arabia Saudita que se habían firmado con su adorado ex presidente socialista. Mariano Rajoy tampoco se ha quedado atrás y ha seguido ampliando los beneficios

Vender armas es el único gran negocio que supimos hacer en plena crisis económica millones de personas sin trabajo mientras nuestras empresas armamentísticas multiplicaban contratos. Una vergüenza sin paliativos que solo ha denunciado algunas ongs especializadas

16 de junio de 2018

Buenos días, querido Raül. Me preguntan muchas veces si la revolución tecnológica ha mejorado el periodismo. Siempre digo que me hubiera gustado tener correo electrónico, WhatsApp, Twitter y Facebook durante el cerco de Sarajevo. Hubiera transmitido con más contundencia.

Hubiera sido menos peligroso. En el Sarajevo cercado apenas había media docena de teléfonos satélites en manos de las grandes agencias. Tenía que esperar tu turno. A veces horas. Reuters cobraba 40 dólares el minuto, France Press, 30, y AP, 25. Eurovisión, 20 dólares, igual que la BBC

Durante la guerra tenía que recorrer siete kilómetros desde el centro de la ciudad hasta el edificio de la televisión bosnia para transmitir mi crónica. Hacía dedo cuando no tenía coche (la mayoría de las veces). Atravesar dos veces la Avenida de los Francotiradores. Extremadamente peligroso.

Creo que hoy no se hace mejor periodismo. La tecnología juega en contra de cualquier reflexión. Demasiada obsesión por ser los primeros en transmitir. Por hacer creer que estás en la primera línea cuando apenas has llegado a los arrabales. Las trampas en periodismo son un mal negocio.

Sí, es verdad que las imágenes, las crónicas escritas, radiofónicas, televisivas llegan al público a gran velocidad, muchas veces en tiempo real, en un directo tantas veces obsceno porque se desvía de la honestidad con la que hay que tratar a los seres humanos que circulan por los campos de batalla.

Nos convertimos en estrellas mediáticas obsesionados por navegar por las redes sociales y acabamos reduciendo a las víctimas a una simple ecuación numérica que se pierde en el habitual desglose de cifras que hacemos de forma cínica durante las conmemoraciones anuales.

En una entrevista me preguntaron: ¿Usted vive de la guerra? Fue más una afirmación que una pregunta. Respondí que odio la guerra pero que es necesario cubrirlas y denunciar las atrocidades para que el público a miles de kilómetros se entere. Pero creo que no convencí al entrevistador. 

Un día de junio de 1992 un sarajevita nos increpó: “¿Esperando los muertos?” Le empecé a gritar e, incluso, a insultar. El día anterior un compañero esloveno había muerto y una fotógrafa alemana había sido herida muy grave. Días después un periodista francés había perdido la pierna. 

Minutos después empezaron a caer morteros en la zona. Hubo varios muertos y decenas de heridos. Tomamos fotografías brutales. No me gusta hablar de mis intimidades pero aquel día estuvimos a punto de morir. Un proyectil mató a cuatro personas delante nuestro. Caí al suelo por la onda expansiva

Horas después, muy cansado, pensé en las palabras de aquel hombre. ¿Qué pensaría de nosotros? Estábamos en una zona sacudida por una lluvia de proyectiles. ¿Estábamos esperando a los muertos? ¿Estábamos intentando documentar? ¿Éramos testigos? ¿O vivíamos de la muerte?

Le di muchas vueltas los meses posteriores. Un día tomé una decisión: dejé de mostrar y me centré en los vivos. Llegué a la conclusión de que los muertos son el menor problema de la guerra. Te matan, te velan, te lloran y te entierran. ¿Qué pasa con los vivos?

¿Qué ocurre con esos niños que ven sacudidos sus vidas para siempre? ¿Qué ocurre con esa mujer, mi vecina, que no salió durante casi cuatros años de su casa por puro terror? ¿Qué pasa con los que quedan mutilados y ciegos? ¿Con los que años después sufren pesadillas?

Creo que mi decisión de no fotografiar muertos me obligó a centrarme en los vivos y su lucha por la supervivencia y me tuve que esforzar mucho para conseguir que las imágenes tuviesen más fuerza testimonial. Mi principal objetivo en la guerra es fotografiar la dignidad.

17 de junio de 2018

Buenos días, querido Raül. Te quiero hablar de la biblioteca de Sarajevo que fue quemada el 26 de agosto de 1992 con bombas incendiarias por los ultranacionalistas serbios. Cinco días después pude entrar en su interior gracias a un renacuajo de cinco años llamado Edo que vivía al lado.

Iba acompañado del gran periodista, Alfonso Armada, que bautizó a Edo como «el guardián de las cenizas». Nos ayudó a movernos por los lugares más seguros sorteando todos los obstáculos en un auténtico mar de cenizas. Los libros, pura ceniza, se desmoronaban con las corrientes de aire.

Juan Goytisolo escribió en el cuaderno de Sarajevo: “La imagen tomada por Gervasio Sánchez capta perfectamente el cuadro de horror y desolación del lugar. Fue un memoricidio más en la lista que jalonan en la historia inhumana de la humanidad. Llamas para la memoria colectiva del pueblo bosnio. El armazón metálico de la cúpula de vidrio por la que cayeron los cohetes parecía una gigantesca telaraña por la que se filtraba la luz. Los soportales del patio interior mostraban apenas su fina labor de yesería envuelta en un montón de escombros, cascotes, vigas, paneles chamuscados”.

Juan Goytisolo recordaba lo que le dijo un poeta a sus inquisidores: “podéis quemar mis libros más no el espíritu que contienen”. Todos los conflictos empiezan con la deshumanización del contrario. Convirtiendo al vecino, al compañero de trabajo, al amigo de siempre en el enemigo.

Los puentes de convivencia comienzan a resquebrajarse antes de que empiecen los tiros. Personas que vivían juntas y compartían todo acaban en trincheras distintas cuando la sinrazón se impone. Y no hay vuelta atrás. Ocurrió en los Balcanes y en Ruanda en los noventa.

¿Cuándo acaba una guerra? Suspendería a todos los alumnos que en un examen de selectividad me dijeran que la guerra de Bosnia-Herzegovina acabó el 14 de diciembre de 1995 cuando se firmó el acuerdo de Dayton. Y seguro que vendrían a protestar: «lo dice Wikipedia, profesor».

Les diría: querida alumna, querido alumno. Las guerras no acaban cuando dice Wikipedia. Acaban cuando se superan las consecuencias. Hoy en Bosnia se siguen exhumando cadáveres de ejecutados y se siguen enterrando cada 11 de julio en Srebrenica. Un año tras otro, una década tras otra.

Ya hemos conmemorado un cuarto de siglo del inicio de aquella guerra cruel que destruyó la convivencia. En 2020 hablaremos de veinticinco años de Dayton. La paz es mejor que la guerra. Como es mejor la vida que la muerte. Aunque la paz es siempre imperfecta.

Buenas noches, Raül. Es mi último día en Sarajevo, una ciudad que conozco mejor que Córdoba, mi ciudad natal, Barcelona y Tarragona, las ciudades donde crecí y me hice hombre, o Zaragoza, donde vivo desde hace más tres décadas por imperativo del amor y donde he formado una familia.

La ciudad vive una primavera turística. Me dice una amiga que trabaja en el ministerio de Turismo que el número de visitantes crece un 20% cada año. En estos días he visto grandes grupos de asiáticos (malayos, coreanos, chinos, japoneses). También de Turquía o de Bulgaria.

Sarajevo y Bosnia-Herzegovina necesita una gran inyección económica que le permita superar los estragos del desempleo (muy alto). Me temo que las potencias vecinas como Serbia, muy accidentada económicamente, y Croacia, tienen muy poco interés por sus vecinos musulmanes.

Creo que es un error. Ponerse de espaldas al vecino pobre es desaprovechar las posibilidades de desarrollo y de consumo que provocaría una mejora económica de la situación en toda la región. Mira qué listos los macedonios. Ya han pactado con Grecia un cambio de nombre de su país.  

Pragmáticos con tal de entrar en la UE. Como Albania. Hace dos décadas era el país más pobre de Europa y la población huía en masa. Ahora (lo vi el año pasado cuando visité el país) ha mejorado ostensiblemente. Los inmigrantes han regresado y han montado pequeños negocios. 

Bosnia tiene tres millones y medio de habitantes. Su PIB es de 4.356€ euros y ocupa el puesto 101 en la tabla de 196 países. Un nivel de vida muy bajo si lo comparamos con los países de la UE, incluidos los más pobres. El salario mínimo es de 400 euros pero se suele cobrar menos.

La palabra más usada en Bosnia es «corrupción«. Corrupción generalizada. Corrupción hecha a la lumbre del poder político. Corrupción generada durante la guerra y los negocios oscuros que hicieron algunos. Algunos ciudadanos aseguran que hay que pagar incluso para conseguir un trabajo.

Como sabes los Acuerdos de Paz de Dayton impusieron dos entidades políticas: la Federación de Bosnia Herzegovina que agrupa (es un decir) a las comunidades de origen bosniaco y croata y la República Srpska (de origen serbio). Duplicidad de instituciones políticas inviables en un país pobre.

Sería lógico que el país caminase hacia la unificación administrativa porque el actual sistema no es efectivo. Es un rompecabezas territorial con cuerpos de policía distintos, el poder judicial separado y con influencia en cada parte de los partidos nacionalistas que conservan el poder desde la guerra.

Querido Raül, me despido. Ha sido una larga carta escrita durante una semana desde un lugar que conociste en tiempos de oscuridad total. Espero que te haya gustado. Creo que te van a trasladar. No es igual estar encerrado cerca de la familia que lejos. Buenas noches y buena suerte.

FIN  

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Comentarios
  1. estoy simplemente roto… mi pesimismo sobre la supervivencia del ser humano aumenta… llevo 20 años como profesional de la mineria y petroleo viajando por este mundo y solo veo miseria y explotacion… y yo contribuyo a ello con mi trabajo para las multinacionales en las que he desarrolado mi labor profesional..
    estoy tan cansado…

    Gracias, Gervasio… no sé que hacer…

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