Los socios/as escriben
Del “No Callarem”, el nuevo gobierno y otros demonios
"Si miramos los índices de desigualdad, pobreza, precariedad y acumulación de riqueza, la situación para la mayoría de la gente es peor y la precariedad laboral está más en auge que nunca".
No estoy seguro si España entra en una etapa de cambio tras la salida del Gobierno de M. Rajoy. Sin embargo, sí creo que en algunos temas puntuales notaremos cambios, básicamente porque es muy fácil formar un mejor gobierno, al menos en apariencia, en comparación con el saliente. El Ejecutivo de Pedro Sánchez podría bajar la tensión con Cataluña, abriendo el diálogo con el Govern de Joaquim Torra. Hay muchas expectativas con todos los temas: la lucha anticorrupción, la infraestructura, el problema ambiental, las pensiones, la precariedad, la memoria histórica y, cómo no, la gestión con RTVE, entre otros tanto frentes abiertos.
No creo que el gobierno del PSOE vaya a hacer grandes cambios, más allá de gestos y lavado de imagen mirando hacia las elecciones generales de 2020. Más que nada, por la respuesta que ha obtenido de algunos de los grandes medios y los mercados. Con la conformación del Gobierno de Sánchez se abren muchas incógnitas, aunque ya sus ministras y ministros nos dan algunas señales. Borrell no es de agrado de cara a una solución dialogante con la parte de Cataluña que quiere la independencia; sin embargo, Meritxell Batet, más o menos sí. Nadia Calviño obtuvo el elogio de la señora Botín (Banco Santander) y parece un gesto más de cara a la derecha y lanzar el mensaje de tranquilidad a los mercados. Grande-Marlaska es el ministro del PP que no pudo ser y deja muchas incógnitas con referencia a muchos temas en Euskadi, al trato con los CIEs, el caso del YAK-42 y hasta con la libertad de expresión (medios vascos, el secuestro de la revista satírica de El Jueves, etc). Magdalena Valerio advierte «ser prudente» con la reforma laboral del PP, cuando el PSOE siempre prometió su derogación.
Todo el lavado de caras nuevas, bonitas, presuntamente progresistas e independientes, se unen con el momento de un entusiasmo por sacar al PP del Gobierno. Aunque, como dice el líder de Podemos, Pablo Iglesias, vamos a darle un margen mínimo para juzgarlos por los hechos y no por el pasado. Que el buenrollismo de astronautas, tertulianos del corazón e independientes nos demuestren si es más una estrategia para recuperar votos ingenuos que se habían ido a Ciudadanos y a Podemos o esto sea un Gobierno Zapatero 2.0.
Con este presunto entusiasmo se mezclan dos problemas. Uno, como ya comentamos: es muy fácil formar un mejor gobierno de cara a la galería después del nefasto de M. Rajoy en todos los aspectos. Problemas desde lo judicial al territorial, el democrático y derechos básicos y civiles, hasta los económicos. Porque el PP se va como víctima indicando que deja «un país mejor que el que se encontró en 2011». Pero si miramos los índices de desigualdad, pobreza, precariedad y acumulación de riqueza, la situación para la mayoría de la gente es peor y la precariedad laboral está más en auge que nunca.
Además, con un grave retroceso en derechos y libertades y un muro, si no irreparable pero casi, con Cataluña. Segundo, hay un problema, de nuevo, en la izquierda. Porque lo que parecía un grito progresista, la formación del nuevo Ejecutivo parece mirar más hacia la derecha en lo fundamental y muy, muy, muy de reojo, a la izquierda. Ante ello, Unidos Podemos debe saber gestionar su confianza al nuevo Gobierno, saber criticar porque no hay indicios de grandes cambios y no perder fuerza que, como sociedad de consumo e imagen que somos, sí puede tener Pedro Sánchez para las próximas elecciones.
Como estaba cantado y analizaba el mismo Pablo Iglesias en el debate de la moción de censura que expulsó al PP, Pedro Sánchez llegaba con un vacío de programa transformador y solo atacaba y hablaba de lo fácil y ya sabido: la corrupción del PP. Porque el PP que se fue tras la sentencia de la Gürtel es el mismo que el PSOE dejó gobernar, con el que pactó el cambio del artículo 135 de la Constitución en 2011, el mismo con el que se aplicó el 155 contra Cataluña y el mismo contra el que se presentó la moción de censura en 2017 por parte de Unidos Podemos.
Realmente, a pesar de las diferencias que puedan existir con Pablo Iglesias, escucharlo en estos debates es un placer, por su oratoria, formación y coherencia, cosa que no puede decirse del ya presidente Pedro Sánchez, que parece, como decía un profesor de mi máster de Política, un vendedor de El Corte Inglés. Y así, nos encauza y enamora con estas «nuevas» personalidades (nunca mejor dicho por el mismo presidente). Ciertamente es interesante el peso femenino, pero cabe señalar ahora a todos los medios que lo avalan, que Pedro Sánchez no las puso, si no que responden a una estrategia de imagen y casi precampaña. Porque recordemos a mujeres como Aguirre, Cifuentes, Sáenz de Santamaría, Cospedal, todas con mucho peso, pero ya sabéis que peso. Pero sin duda, bienvenido sea el Gobierno con más mujeres de ministras del mundo, al igual que la apertura con los ministros gays. En los próximos meses veremos si tanto juego de equilibrios de Sánchez no nos cuesta otra mayoría absoluta del PP.
No Callarem
En estas semanas veremos más gestos a nivel social y en libertades civiles y derechos. En principio, los mercados y los grandes poderes no se esperan grandes cambios. Uno de los más escandalosos y mediáticos casos son los de la libertad de expresión. Tenemos al rapero Valtonyc que está fuera de España debido a la sentencia que lo pretende llevar a la cárcel por escribir letras de canciones y rapearlas. En la misma línea está Pablo Hasél. Luego el proceso contra el actor Willy Toledo, por «ofensas religiosas» (como si la discriminación homófoba y reaccionaria religiosa no ofendiera).
Esperamos pasos del nuevo Gobierno, que en su primer y reconocible gesto, no prometió el cargo con la biblia y crucifijo, como debería ser en cualquier estado en el siglo XXI. Si Sánchez quiere marcar distancias, con todos los frentes abiertos y heridos por parte del PP, debe empezar por proteger este derecho fundamental como la libertad de expresión y tender más puentes hacia el progresismo. Y que tanto raperos como actores, tuiteros, titiriteros, activistas, censura de libros y cualquier hijo e hija de vecina, pueda expresar lo que deseen. Con tono de mal o peor gusto, sin que lleguen a la acción por parte de los más agresivos, pero que España deje expresarse a la gente. Porque quienes se pasan de lo grotesco y lo «intolerable» nos demuestra que lo que ahí está fallando es el sistema educativo. Pero de ahí a la cárcel por la protesta verbal, más o menos agresiva, hay mucho trecho.
Un gobierno depende de la mentalidad del propio país.
Este país, España, ya no piensa por sí mismo (si alguna vez lo hizo).
El trío capitalismo, franco-fascismo, e iglesia, con su publicidad, manipulación y falsedades, ha atrofiado las mentes de este país y ha matado los valores humanos; es más, desde que el rebaño le dió la mayoría absoluta al franco-fascismo se empezó a involucionar a pasos agigantados y lo más inquietante es que no hay conciencia de ello.
Ya lo advirtió un pensador: al pueblo se le educa o se le sufre.
Quien nos va a educar ¿ese trío de zafios que lo que pretende es que nos matemos entre la propia clase trabajadora?.
Fallo del sistema educativo son la mente colectiva atrofiada, NO LAS QUE ESTÁN DESPIERTAS Y GRITAN CON RABIA SU IMPOTENCIA ANTE LAS INJUSTICIAS.
Este gobierno (PSOE, sin SO) tiene aires menos casposos, no es tan abyecto, vil y traidor, pero va a servir al mismo trío por la sencilla razón de que la inconsciencia colectiva así lo quiere.
Madrecita, PP NUNCA MAIS!