Los socios/as escriben | OTRAS NOTICIAS

El último doctorado

"Esta es, por fin, mi última tesis doctoral. Tras 40 años trabajando como investigador, tengo mucho que agradecer y una buena pila de historias que compartir. Para los jóvenes de hoy, valgan estas líneas como excursión a un pasado remoto", escribe Àlex Gaita en esta serie de ficción.

Imagen del relato 'El último doctorado', de Álex Gaita

«Mecanismos asamblearios para resistir a la propaganda»

Memoria que para optar al grado de doctor presenta Manuel Andrade, tras los informes positivos de tres Departamentos de la Universidad Libre (ver anexo I).

En Nuevo Tecpatán, a 16 de febrero del año 2056.

Agradecimientos

Esta es, por fin, mi última tesis doctoral. Tras 40 años trabajando como investigador, tengo mucho que agradecer y una buena pila de historias que compartir. Para los jóvenes de hoy, valgan estas líneas como excursión a un pasado remoto.

Nunca olvidaré mi primer doctorado, en 2012 (¡tan joven!), con la exigua ayuda de la Xunta de Galicia. Mis amigos «Erasmus+», mis sueños de lograr un gran avance sobre las propiedades mecánicas del grafeno, que era el material de moda de entonces. Las amargas pero didácticas conversaciones con mi directora Emilia Arenal sobre lo que ella llamaba «rubbish-or-perish»: publicar lo que sea para salir adelante. Grazas, Emilia, nunca che esquecerei.

Animado en mi «espíritu aventurero» por los recortes en el sector público y por los vuelos internacionales todavía asequibles, busqué un segundo doctorado en Seattle. No siento precisamente gratitud hacia el profesor Parsons. Apasionado del capitalismo individualista, robó mi patente de plásticos «inteligentes» modificados con grafeno. En cambio, solo tengo buenos recuerdos de la segunda Batalla de Seattle, el Primero de Mayo de 2020. Allí encontré a mi gran (pero breve) amor, Emma. Emma, te debo todo.

Mi tercer director, el prof. Zhang Shizeng, en Shanghai, además de enseñarme muchísimo sobre ingeniería de materiales, me enseñó la lección más importante: la necesidad sacrificar la libertad individual por el bien común. Eso pensé durante décadas, que solo con esa disciplina podríamos resistir al crecimiento de las aguas.

China decidió que continuase mi investigación en bioremediación del suelo mediante Biología Sintética, en el laboratorio de Wu Renjie, en Beijing. Wu, solo tengo gratitud para tí, y me reconforta pensar que nuestras contribuciones enlentecieron la degradación del Shanhaiguan. Pero el recuerdo más intenso lo tengo para nuestro compañero esperantista Li Zhihui, secuestrado y asesinado por el Estado durante una operación de «limpieza». Eso fue lo que me hizo emigrar de China tras la defensa de mi cuarta tesis doctoral.

Viví la siguiente fase del “por el fascismo, contra el calentamiento” (como se le llamó entonces) en Israel, en tres doctorados más. Primero en Jerusalén, y después en dos de sus capitales coloniales: Amman y El Cairo. Viví el entusiasmo del patriotismo profundo y de la vocación científica. Colaboré en hacer retroceder al terrorismo beduino. Empecé a investigar, en la especialidad de neurología, cómo hacer la guerra sin petroleo. Eran los primeros años de las ecoguerras. Por lo mucho que aprendí debo gratitud a mis supervisores, Alexander Bookchin, Murray Zinn y Howard Berkman.

La vida en Bamako no fue fácil: sequía sin fin y represión sangrienta. Pero no lamento nada, y es gracias a vosotros, amigos y compañeros, Amadou, Yambo, Moussa: i ni cé. Gracias también a mi supervisora, la Dra. He Shipei, por ayudarme a tomar todo lo que había aprendido sobre el cerebro humano (para la tortura, para la guerra) y emplearlo para la educación. Por lo que vi, gracias a la educación colonial china, y gracias a los emigrantes-reinmigrantes, los malienses disfrutaban de una prosperidad que nunca antes habían conocido.

Mi última ración de fascismo la tuve de vuelta a Europa: Londres. He de dar las gracias al Prof. Godwin por ayudarme a aprender los últimos avances en propaganda, desde el punto de vista de sociología, complementario al de las neurociencias. También estoy agradecido, en cierta forma, al estado policial británico, no solo por financiar mi doctorado sino por conseguir que finalmente me hartara del fascismo y decidiera volver a la democracia capitalista de EEUU, tantos años después, para mi penúltimo doctorado.

De mi estancia en la Isla de Nueva York, capital del mundo consumista, guardo solo buen recuerdo de su relativa libertad de prensa. Tras décadas de propaganda fascista, me puse al día sobre la correlación real de fuerzas en esta ecoguerra permanente, sobre infiltración y sobre magnicidios. A la profesora Goldman y a su patrocinador, American General Motors, no tengo tanto que agradecer: dedicar tres años de mi vida a «perfeccionar» la propaganda consumista me rompió por dentro. Pero hay que comer, y a esta altura pensaba que solo servía para hacer doctorados, así que hice uno más. El penúltimo.

Y lo mejor para el final. Mil agradecimientos a las compañeras del Departamento Itinerante Paolo Freire de la Universidad Libre. Gracias, Ramona, Berta, Moisés, Fidelia. ¡Kolaval! Esta tesis doctoral es tan vuestra como mía. Gracias otra vez: por las asambleas, por los cuidados, por la acogida. Y hago extensivo este agradecimiento a tí que me lees y al resto de nosotros en las ecorregiones bolivarianas y en las hermanas ecorregiones escandinavas. Somos la muestra de que otro mundo es posible. Somos la esperanza para la Tierra.

Nota: por si alguna vez vuelvo a pisar territorio fascista, he cambiado todos los nombres extranjeros.

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Comentarios
    • Jajaj, qué mala idea, conforme avanza la trama, se fija y se me vuelve a la primera pieza a hacer spoilers al que llegue después xD
      (O igual es por bien, para que la gente no se ilusione demasiado con los personajes que no debe).

      En cualquier caso, ¡gracias por pasarte por aquí, por fijarte y por comentar, aunque sea para malmeter! 🙂

  1. Tienes razón. Me cuesta creer en ese otro mundo posible. Soy realista.
    Al pesimismo de la razón hay que oponer el optimismo de la voluntad decía Gramsci.
    Voluntad le pongo haciendo lo que puedo pero a veces me puede el pesimismo.
    Hay una frase que dice «no sabían que era imposible y lo hicieron».
    Gracias por tus sabios consejos.

    • Yo qué se. Yo cuento lo que imagino, que es lo que me creo, eso sí.

      Otro mundo posible, e incluso probable, pero no muy bueno, en realidad. En otras proporciones y con otra distribución geográfica, pero esto me parece ser lo que nos viene: algo de supervivencia del capitalismo depredador vestido de democracia representativa, algo de ecología con fascismo y algo de ecología con anarquismo. Intentemos que sea lo más posible de lo último y lo menos posible de los dos primeros, ¿no?

  2. No sería de extrañar que si no recuperamos la cordura la realidad supere la ficción que nos expones.
    Estamos alienados y lo peor es que no somos conscientes de ello.
    ¿Será lo que comemos y bebemos que ya está envenenado sin remedio, el medio-ambiente que lo mismo, la machacona propaganda consumista, qué será?

    • Yo creo que sí, que la propaganda hace mucho mal, pero que también hace mucho mal lo difícil que es imaginar (e incluso creerse) ese otro mundo posible. Por mucho que nos desagrade lo que hay, si no vemos salida no tenemos nada que hacer.

      Y más difícil todavía que imaginar y creernos que es posible una alternativa, más difícil aún es aventurar un camino posible, creíble, realista, que nos lleve del punto A en el que estamos al punto B en el que queremos estar.

      Pero no nos queda otra, así que en eso estamos. ¡Ánimo y solidaridad!

      • Creo que fue Sartre el que dijo que hasta una acción que propicia un cambio, no es imaginada por un ser humano, esa acción no existe como posible.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.