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Poner a salvo la cordura

"Lo contemos o no, hoy nacerá una nueva criatura palestina, nicaragüense, maliense, española, siria, roghinya... Que regalará a los que la rodean la oportunidad de renacer en su mirada".

Muro israelí en la Franja de Gaza. Foto: Filippo Minelli / CC BY-NC-ND 2.0.

En estos días, los asesinatos de más de 110 palestinos a manos del Estado israelí me atraviesan con más fiereza si cabe que las correspondientes a las numerosas masacres anteriores y, sin embargo, soy capaz de sonreír más a menudo que en los últimos tiempos. En estas horas, las ejecuciones extrajudiciales de más de medio centenar de jóvenes nicaragüenses y las desapariciones de otros tantos ordenadas por el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo me duelen y enfurecen más profundamente, con la rabia añadida de saberles, además, secuestradores de una de las revoluciones más inspiradores de nuestra memoria histórica y sentimental. Pero tampoco recuerdo días en los que haya querido salvaguardar con más ahínco que ahora la esperanza en que este mundo pueda vivir tiempos mejores. Las alertas de naufragios de pateras en el mar que atisbo desde mi ventana me traen vívidos recuerdos de cuando, siendo adolescente, dejé de percibir el Mediterráneo como el escenario de mis mejores recuerdos para temer bañarme en él y encontrarme con un cadáver. Pese a ello, no puedo evitar imaginarme los próximos veranos volviendo a convertirlo en el mejor parque de juegos.

Un bebé recién nacido, mi sobrino, es el responsable de que en medio de este baño de sangre, de injusticia, ignominia, desesperanza e impunidad, a ratos el mundo parezca de nuevo ese lugar en el que todo lo bello y digno puede conjugarse a la vez en un tiempo presente y futuro, en el que las horas y los minutos vuelven a estirarse y recuperar su verdadera dimensión si se destinan a observarlo, protegerlo y responder a sus sonrisas con besos, caricias y más sonrisas. Quién puede describir el inabarcable sentimiento de gratitud que despierta la oportunidad de ver tintinear la vida con toda su potencia y alegría concentrada en un cuerpo tan pequeño.

Un cuerpo tan pequeño como el de Leila, la niña que murió el martes a causa de los gases lacrimógenos lanzados por el Ejército israelí en Gaza. Unas manitas tan ávidas de asirse a la vida como las del niño cuya madre no tuvo otra opción que embarcarse junto a él en una barca hinchable por la política de cierre de fronteras de la Unión Europea y que fue rescatado también el martes frente a las costas malagueñas. Unos pies tan duchos para abrirse nuevos caminos como los de los críos cuyos padres consiguieron sacarlos sanos y salvos de la guerra y la violencia de sus países, para terminar encarcelados por la UE en campos de concentración en las islas griegas e italianas, condenados a crecer embarrados en la inmundicia de la que una de las grandes potencias mundiales les considera merecedores. Unos ojos tan anhelantes de nuevos horizontes como los de los estudiantes nicaragüenses acribillados por las balas del autoritarismo de Ortega y Murillo.

Cuánta delicadeza masacrada, cuántos vientres yermos de madres ya sin hijos, cuántos primeros rayos de sol primaverales que helarán sus pieles, cuántas vidas sesga cada una de las muertes. Y por eso como periodistas tenemos que dar testimonio de cada una de ellas, porque como escribía en 2006 Soledad Gallego Díaz con respecto a Palestina, pero que se podría aplicar a cualquier otro escenario: «Dicen que el dolor es real sólo cuando consigues que otro crea en él. Si no lo logras, tu dolor es locura. Es necesario creer en el dolor de los palestinos, acosados, atacados, asesinados, para que no caigan en la locura: hay que reconocer su dolor real, dar testimonio público de su sufrimiento, de su soledad y de su amargura, para evitar que caigan en la enajenación y en el suicidio».

Pero lo contemos o no, hoy nacerá una nueva criatura palestina, nicaragüense, maliense, española, siria, roghinya… Que regalará a los que la rodean la oportunidad de renacer en su mirada, a verse deslumbrados por la constatación de que ese rayo de la última puesta de sol de aquel verano eterno se repetirá, al menos, decenas de veces más, y que para ese bebé será tan eterno como los veranos de nuestra infancia… Y así, los dichosos renacidos volverán a saborear –a través del ahora recién llegado– el explosivo dulzor del primer sorbo a un té con hierbabuena, la calidez de la primera manta del otoño, las risas que no se pueden controlar de tanta alegría que encierran, el primer beso dado con todo el amor, el a-m-o-r con todas las letras.

Así es como vamos poniendo a salvo la cordura entre tanto horror: refugiándonos en lo extraordinario de lo cotidiano, alzando la voz para señalar a los verdugos, y bajándola para susurrar y consolar a sus víctimas.

Y tarareándole a la criatura mientras se duerme:

Reivindico el espejismo

De intentar ser uno mismo

Ese viaje hacia la nada

Que consiste en la certeza

De encontrar en tu mirada

La belleza

La belleza…

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Comentarios
  1. No hay palabras para describir lo que están haciendo las autoridades de Israel contra millones de personas palestinas. Una represión tan violenta, inhumana e injustificada que podría volver a quedar impune si no actuamos de inmediato. Ya ocurrió con otras graves violaciones de derechos humanos cometidas por sus autoridades, pero esta vez ¡no lo vamos a permitir!
    Todos los países que siguen apoyando a Israel vendiendo armamento podrían ser cómplices de esta masacre. Y España es uno de ellos. Solo entre 2015 y 2017, el gobierno español exportó más de 4 millones de euros en armas a Israel. ¡Basta ya de darnos golpes de pecho con una mano y con la otra hacer negocio a costa de la vida de miles de personas!
    Firma por un embargo inmediato de armas españolas a Israel:
    https://www.es.amnesty.org/gaza-oct17/index.php?urlkey=ZVBDF3F3G9QDDYGGHWZM

  2. Me conmovió profundamente el artículo de Patricia Simón. Creo en el periodismo responsable, comprometido y humanizado plasmado en notas como esta. Muchas gracias! Y felicitaciones al equipo de La Marea por contar con profesionales de tan alta talla

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