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Cantabria reconoce a los jóvenes del ‘caso Almería’ como víctimas del terrorismo 

Una declaración institucional histórica, firmada por todos los partidos, pide al Gobierno que cambie la ley para que incluya a las víctimas de la violencia policial, de la ultraderecha y grupos parapoliciales.

Homenaje en el Parlamento de Cantabria a los tres jóvenes asesinados. O. C.

SANTANDER // Hace 37 años, Francisco tenía solo 8. Era 10 de mayo, como ayer. Iba a hacer la comunión. Su hermano Juan Mañas había viajado hasta su pueblo, Pechina (Almería), desde Santander, donde trabajaba. Lo acompañaban dos amigos, Luis Cobo y Luis Montero. Los tres fueron asesinados por la Guardia Civil. Fue en 1981 y es el conocido como caso Almería, un símbolo de la violencia ejercida en la transición.

La versión oficial dice que los agentes los confundieron con unos terroristas que habían atentado en Madrid y que fueron tiroteados tras intentar huir. La versión que se leyó este jueves en el Parlamento de Cantabria, ante unas 300 personas, con el presidente Miguel Ángel Revilla presente, en un acto histórico en España, encoge el corazón: fueron torturados, acribillados y calcinados por miembros de las fuerzas de seguridad del Estado.

«Estos métodos de terror merecen el reproche de la sociedad en general, y no menos la violencia ejercida por algunos miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado que, en el ejercicio de sus funciones, torturaron y asesinaron a estos tres jóvenes, violando los más importantes derechos de las personas sometidas», leyó la presidenta del Parlamento, Lola Gorostiaga, durante el acto de homenaje impulsado por la asociación Desmemoriados.

Familiares de las víctimas del 'caso Almería' antes de comenzar el homenaje en el Parlamento de Cantabria. O. C.

Esta declaración institucional, aprobada por todos los grupos políticos, dice textualmente: “El Parlamento de Cantabria insta al Gobierno de España a iniciar los cambios legislativos necesarios y oportunos para que todas las víctimas del terrorismo, incluyendo a las víctimas de la violencia policial, grupos de ultraderecha y parapoliciales, sean reparadas y reciban la consideración y protección que corresponde a su condición de víctimas de actos de terrorismo o violencia política”.

Por primera vez, los familiares de estos jóvenes escucharon las palabras «crimen de Estado» dentro de una institución pública. Por primera vez, recibían un homenaje en una institución pública. Y por primera vez una institución pública sacaba a la luz lo que casi 40 años ha permanecido en el olvido. De los 11 guardias civiles implicados en el caso, solo tres fueron procesados. Fueron condenados por homicidio y no por asesinato en un juicio calificado como «pantomima» y solo cumplieron una parte de las penas.

«Esto no fue un trágico error, sabían lo que querían hacer, un crimen organizado a sangre fría», dijo el niño de 8 años, hoy con 45 en la sede del Parlamento cántabro. «La Administración olvidó a las familias, pero no a los asesinos, que incluso fueron indemnizados con dinero de los fondos reservados», prosiguió.

«Ya no podemos resucitar a los muertos ni condenar a los asesinos. Pero hay cosas que sí se pueden y se deben hacer. Si aquí hemos podido, en el Congreso también», incidió el presidente cántabro, que emplazó a los grupos con representación en la Cámara Baja a aprobar la misma propuesta. De forma espontánea, una mujer lamentó que haya tenido que ser la sociedad civil la que promoviese el acto. Desde la asociación Desmemoriados, Carolina Hernáiz y Agustín Macías, insistieron en el retraso de este reconocimiento: «Nos han tenido entretenidos con el libro oficial de la historia».

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Comentarios
  1. El caso Almería tiene un preludio el 7 de mayo de 1981, en Madrid. La banda terrorista ETA atenta contra el jefe del Cuarto Militar del Rey, general Joaquín Valenzuela —hiriéndolo de gravedad—, y asesina a sus tres acompañantes.

    Tres días más tarde los jóvenes Juan Mañas Morales (24 años) trabajador de FEVE, Luis Montero García (33) trabajador de FYESA y miembro del PCE y Luis Manuel Cobo Mier (29) trabajador de ACERIASA se dirigían desde Santander hasta Pechina (Almería) para ir a la comunión del hermano del primero. Una avería en su vehículo, obliga a los jóvenes a parar en Alcázar de San Juan (Ciudad Real), para, más tarde, reanudar viaje en tren hasta la localidad de Manzanares donde alquilan un Ford Fiesta verde. Un vecino de la primera localidad manchega, tras ver las fotos en televisión de los terroristas de ETA; Mazusta, Bereciartúa y Goyenechea Fradúa, confunde a los chicos con los miembros de la banda. Tras la llamada de este ciudadano a la Guardia Civil, ésta montó la caza y captura del presunto comando terrorista. Al frente del grupo se situó el teniente coronel Carlos Castillo Quero.

    La tarde del sábado 9 de mayo de 1981 el Ford Fiesta aparca en la avenida principal de Roquetas de Mar en el paseo marítimo en una tienda de souvenirs. Juan Mañas, natural de la localidad almeriense de Pechina, acompaña a sus amigos y compañeros de trabajo en FEVE de Santander Luis Cobo y Luis Montero, ambos invitados a acudir a la primera comunión de su hermano Francisco Javier. Antes Mañas quería enseñarles Almería. Los tres jóvenes desconocían que el día anterior de que ellos iniciaran el viaje el teniente general Valenzuela había sufrido un atentado de ETA.

    Mañas, Montero y Cobo fueron detenidos a las 21:05 sin oponer resistencia en una tienda de la localidad, mientras hacían unas compras. Al día siguiente, los cadáveres de los tres aparecieron dentro del Ford Fiesta, calcinados y agujereados por múltiples balas.

    Castillo Quero y sus hombres de confianza (hasta un total de 11 guardias civiles) torturaron a los tres inocentes durante toda aquella noche en un antiguo cuartel abandonado de la Guardia Civil, que estaba situado en la localidad almeriense de Casafuerte. Tras descubrir el error, intentaron borrar todas las pruebas. Tuvieron que descuartizar a los jóvenes para meterlos dentro del coche. Los tirotearon para simular que murieron en un supuesto tiroteo. Después se los llevaron, despeñaron el vehículo y le prendieron fuego comprando gasolina con el dinero que llevaban los jóvenes en los bolsillos.

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