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#MiMáster: ¿Qué nos queda?
¿Te molesta que Cristina Cifuentes haya obtenido su máster con una ‘ayuda’ que tú no has tenido? En ‘La Marea’ queremos escucharte y darte voz. Estas son algunas historias.
Puedes mandar tu historia a redaccion@lamarea.com indicando en el asunto del email ‘Mi máster’.
Miguel Ángel Pérez Pimentel // A mi amigo Luis siempre se lo digo: ¡me alegro de verte, máster! Es un maestro, todo hay que decirlo. Pero la cuestión no va por ahí. Un máster o título de posgrado implica mucho más que el dominio y la maestría en una determinada materia. Implica esfuerzo, implica sacrificio y, para el común de los mortales, implica un préstamo bancario para el que luego hay que apretarse el cinturón. No vamos a hablar de becas a estas alturas.
Si has hecho uno (o dos) de estos sabes de lo que hablo. La cosa es que antes de pagar la tasa para retirar el justificante del título (el título tarda más por aquello de que lo tiene que firmar Felipe y tal) hay que hacer el tan de moda TFM. El trabajo fin de máster es el resultado de tu aprendizaje por el posgrado que hayas elegido y que en relación con el perfil que dentro del propio máster elijas te acerca hacia la investigación (similar a las antiguas tesinas del predoctorado) o al mundo profesional y laboral.
Este trabajo se puede escribir rápido en siete u ocho días pero la documentación, la estructura y las decisiones que conlleva es una cuestión de meses. Puedo jurarlo. Después te tienes que poner delante de tres tías o tíos muy serios; y tras entregarle una copia a cada uno y otra para la secretaría de máster te hacen preguntas para que defiendas tus resultados.
En resumen, que es un esfuerzo personal, intelectual y económico importante para que una persona pública como es Cristina Cifuentes y una institución pública como es la Universidad Rey Juan Carlos los dejen a la altura del betún. Eso es lo que están consiguiendo con este trapicheo impresentable: poner el esfuerzo de miles de estudiantes y de sus familias a la altura de un curso de ofimática; y no lo es. Sacar adelante un máster requiere primero terminar una carrera universitaria y luego apretar los codos todavía un poco más. Si los responsables de impartirlos y los de gestionarlos dan esa imagen chanchullera de prácticamente imprimir un título sin aprobar, entonces ¿qué nos queda?