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Alfonso Armada Out
"Ya no es un asalariado pero seguirá siendo un gran periodista. Los únicos perdedores son los diarios que se deshacen con tanta facilidad de sus números uno".
Alfonso Armada ya no es periodista asalariado. Su diario de las dos últimas décadas lo ha echado como si fuera un mueble inservible. Al menos han tenido la gentileza de tratarle económicamente sin acritud. Es la segunda vez que a Alfonso Armada le abren la puerta y le empujan para que se vaya tras pegarle un portazo en los morros.
La primera vez ocurrió en otoño de 1998 tras 14 años de trabajo en otro diario. Entonces, la escasa sensibilidad de su director y su redactor jefe permitió que abandonase el puesto que le había permitido hacer dos de las mejores coberturas de la historia de aquel medio: la guerra de Bosnia-Herzegovina y la corresponsalía del África de las crisis humanitarias y las guerras abiertas que duraban semanas en las portadas de los medios de comunicación.
Cuando le digan que la culpa de toda la insesatez que embadurna desde hace años el oficio de contar la tiene la crisis económica, levántense y protesten porque es una gran mentira. Cuando escuchen que un medio de comunicación está obligado a deshacerse de sus mejores periodistas por motivos económicos no se lo crean porque es otra gran mentira. Porque si fuera así ocurriría con todos y no solo con los más críticos. De hecho, la inmensa mayoría de los medios aprovechan las reducciones de plantillas para expulsar a los menos pusilánimes. Podríamos decir que algunos directivos (por qué será que suelen coincidir con los más mediocres) utilizan el hacha para cortar las cabezas más indomables e independientes cuando se les presenta la menor oportunidad. De hecho, nunca falta el dinero para promocionar a personas sin talento que escriben basura teledirigida en función de los intereses inmediatos y mediáticos y los cambios estratégicos de los propietarios.
Alfonso Armada llegó a su último diario tras una propuesta muy interesante realizada por una de las voces autorizadas del consejo de administración y se hizo cargo de la corresponsalía de la ONU en Nueva York y también de temas culturales y sociales en una de las ciudades más atractivas del mundo. Durante seis años realizó magníficas crónicas y reportajes en todo Estados Unidos. Tras su regreso a Madrid fue nombrado responsable del máster del diario y fue capaz de transmitir su entusiasmo por el periodismo a varias generaciones de futuros asalariados. Tuvo las agallas de invitar al máster a periodistas incómodos en aras de mejorar el nivel de sus alumnos. También ha ejercido durante dos años como director del suplemento cultural.
A su edad, camino de los 60 años que cumple en setiembre, estaba preparado para realizar grandes faenas periodísticas y dar muchas alegrías a su diario en los próximos años. Algunos responsables han intentado evitar su expulsión, pero sus gestiones han resultado infructuosas. A algunos directivos no les gustan las voces disonantes en las redacciones.
Conocí a Alfonso Armada un sábado de 1992, exactamente el 29 de agosto, día de mi cumpleaños. Aquel día decidí celebrarlo en Sarajevo, sitiada durante meses por los radicales serbios. Poco antes de cenar se me acercó con gran amabilidad. Recuerdo sus cariñosas palabras como si aquel primer encuentro se hubiera producido hoy: “Tenía muchas ganas de conocerte. Tus crónicas publicadas en mi diario me han gustado mucho”. Lo primero que pensé, después de darle las gracias, fue: “¿Qué hace un chico como tú en un lugar como este?”. No daba el pego como corresponsal de guerra. Aún más, parecía que su aparente fragilidad le podía dar un susto en cualquier momento en aquella antesala del infierno.
Pronto descubrí que estaba ante un alma gemela. Su capacidad de trabajo era ilimitada. Yo trabajaba a destajo porque no tenía salario fijo y necesitaba recuperar el dinero invertido en las coberturas. Él trabajaba sin parar un minuto porque le encantaba su oficio y no estaba dispuesto a decepcionar a quienes le habían dado la oportunidad de viajar al corazón de las tinieblas balcánicas.
Como no le gustaba beber, fumar, colocarse o jugar a las cartas (creo que estos «defectos» le acabaron perjudicando unos años después cuando los jefecillos se aliaron para empujarle al diario de la competencia), dedicaba todo el día (que en Armada significa 20 horas diarias porque solo duerme cuatro de media) a hacer lo que mejor sabía: escribir como los ángeles. Escribir como pocos. Escribir como nadie.
Era su primera guerra pero dejó a la redacción sin palabras. Subió tanto el listón de la calidad en un periódico que todavía creía en la excelencia que obligó a sus compañeros a esforzarse y multiplicarse en las coberturas posteriores. Conozco a decenas de periodistas sensacionales. Creo que he viajado con los mejores. Algunos son insustituibles. Pero ninguno ha llegado al nivel de Alfonso Armada. Llegó a publicar el mismo día memorables crónicas y reportajes en tres secciones distintas del diario (Internacional, Sociedad y Cultura). Su primera y magnífica cobertura en la mítica Sarajevo provocó los celos de algunos compañeros. En aquellos años escuché algunos comentarios de desalmados que viven del lenguaje envidioso o del puro cuento chino que no quiero repetir por puro hastío. Y sé que los comentarios desafortunados le llegaron a Alfonso Armada. Ya sabemos que los correveidiles no faltan en este oficio.
En el invierno de 1994 fue nombrado el encargado de los temas africanos en un diario donde el director hablaba de “otra vez tus putos negros” cuando se ofrecía para cubrir una crisis africana o descartaba una cobertura porque el lugar “está demasiado lejos y cuando llegues ya habrá terminado”. Aunque su suerte fue implicarse en África con la crisis más horrible: el genocidio de Ruanda. El desastre que abrió todos los informativos durante días y semanas.
Nunca ha olvidado cómo su redactor jefe de entonces, un hombre que todavía es recordado por su sensibilidad y educación a pesar de llevar muchos años jubilado, le acompañó hasta la puerta del diario “una soleada mañana de abril”, para darle un abrazo, desearle suerte y, con perspicacia periodística (que no destacaba en otras personas del organigrama), referirle que “esta historia puede llegar a ser tan importante como la de Biafra”. Como así fue.
Igual que los clubes de fútbol aprovechan a sus grandes figuras para hacerles contratos indefinidos, los medios de comunicación deberían hacer lo mismo con sus mejores periodistas (suele ocurrir pero solo con los especialistas en borreguismo). De ser así, Alfonso Armada nunca hubiera abandonado aquel barco periodístico porque su cobertura fue única, tan sobresaliente que cuesta trabajo encontrar algo comparable en el periodismo español y europeo.
Tuve la suerte de acompañarle en varias de sus coberturas africanas de los siguientes años a países especialmente violentos como Zaire, Ruanda, Burundi, Somalia, Sudán, Liberia, Kenia. Se tomó tan en serio su trabajo que su casa se fue llenando de libros, revistas y dosieres africanos hasta acumular, en apenas cinco años, una auténtica biblioteca especializada. No me queda la menor duda de que si se hubiera quedado en aquel diario, hoy sería el mejor especialista de España y, si me apuran, del mundo en temas africanos.
Creo que fui uno de los pocos que intentó convencerle de que se quedara en el diario cuando le ofrecieron la posibilidad de ser fichado por la competencia para irse a Nueva York. Intentó negociar con su director un estatus especial que era fácilmente asumible en unos años de bonanza económica que permitía ganar auténticas burradas en el periodismo español.
Quería dedicarse en exclusiva a la cobertura de África y sus exigencias eran mínimas: que el diario dedicara un presupuesto para media docena de viajes al año y así no tener que depender de los viajes organizados por ONG (algo que violaba el libro de estilo que prohibía que se aceptase el pago de cualquier gasto de un viaje) y que fuese nombrado jefe de sección para seguir cobrando una cantidad similar a la que tenía con la suma de los turnos nocturnos y las guardias de fines de semana. Sé que se hubiera conformado con menos. Pero su director no dio el brazo a torcer. Lo único que le molestó, y lo dijo públicamente, es que un medio de la competencia se llevase a uno de sus periodistas. Al mejor, en realidad.
El último viernes de noviembre de 1998 le llamé desde una cabina de teléfono a las doce de la noche a su casa de Madrid desde Benalmádena, donde pasaba unos días de descanso. Sentí que estaba deprimido y al borde del llanto. “El lunes firmo mi renuncia y me voy a Nueva York. Están cerrados en banda y prefieren que me vaya antes que aceptar mis condiciones”, me dijo muy alicaído. Hablamos un buen rato y le pedí que hiciera un último esfuerzo.
Al día siguiente llamé a la directora adjunta del periódico que estaba de guardia por ser sábado. “Si no intervienes, el lunes Alfonso Armada ya no es periodista de tu diario”, le dije a bocajarro. “Es imposible, Gervasio, el director me ha asegurado que está todo resuelto y que se queda con nosotros”, me respondió. Sin sentirme sorprendido, le volví a repetir la misma frase. Lamentablemente esta admirable mujer se marchaba al día siguiente de vacaciones. Y aunque Alfonso intentó renegociar de nuevo, la puerta ya estaba abierta de par en par. Su entonces jefe directo se despidió con unas palabras que le hicieron reír a “mandíbula batiente” durante años: “Además, en Nueva York, a ti que tanto te gustan los negros, tendrás la oportunidad de verlos entrar por la única puerta principal del mundo, la de Naciones Unidas”. Suena a chiste pero demuestra la catadura moral del personaje.
Alfonso Armada ya no es un asalariado pero seguirá siendo un gran periodista. Con su capacidad laboral intacta estoy seguro de que dará muchas alegrías en los próximos años. Reporteros sin Fronteras está de enhorabuena: como presidente de la sección española desde noviembre del año pasado multiplicará su esfuerzo para potenciar a la organización defensora de los derechos de los periodistas. Las editoriales ganan un gran escritor que trabajará horas y horas diarias en pulir los libros que ya se mecen en sus entrañas. Podrá multiplicar sus actividades académicas y permitir que muchas personas se beneficien de sus enseñanzas. Los únicos perdedores: los diarios que se deshacen con tanta facilidad de sus números uno.
Maravilloso comentario, Gervasio. Engrandeces la amistad y muestras ser, una vez más, la persona libre, ecuánime y apasionada que tanto escasea. Sois dos grandes. Bellísimas personas, profesionales brillantes, mentes lúcidas y comprometidas. Embellecéis el mundo.
Es curioso y, según me parece, elocuente, que el redactor de esta entrada no mencione las cabeceras que tan mal, al parecer, han tratado a su amigo. Cuando eliminas los nombres del enemigo, eres cómplice del enemigo.
La inmensa mayoría de las cabeceras han tratado mal a muchos periodistas sobresalientes. No se trata de eliminar a nadie sino de reflexionar sobre lo que ocurre una vez más. La mayoría saben donde trabajaba Alfonso en los últimos 20 años y donde trabajo antes. Con mirar en Wikipedia es suficiente. Si usted cree que no nombro a los medios por «ser cómplice del enemigo» es que no conoce como pienso. Léase otras entradas en este blog y lo entenderá. Atentamente
Me da vergüenza que Gervasio Sánchez no se atreva a nombrar a ‘ABC’ y ‘El País’…
Como ve no era necesario nombrar a ningún medio para saber de qué medios hablaba. Además, es una forma de actuar muy generalizada. Lo que le debería dar vergüenza es la situación actual del periodismo no si se publica o no un par de nombres de medios. Atentamente
Gervasio es adicto a una droga que está pegando muy fuerte: la superioridad moral. En realidad, Armada, él mismo, Iñaki y tantos otros sólo se quejan de la feria a toro pasado, cuando en realidad han compartido cama y colchón con los responsables del actual estado de cosas. Y mientras les ha interesado, no han dicho absolutamente nada. Es más, siguen midiendo muy bien sus palabras, para tranquilizar su conciencia y agrandar su ego, pero seguir cobrando cuando toca. Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha…
Estimado Gracián: Quiero que sepa que jamás he pertenecido a la plantilla de ningún medio desde que acabé periodismo en 1984. De hecho, nunca he cobrado una paga extra por lo que me es difícil entender y aceptar lo que dice. Lo único que he hecho es contar con gran tristeza la salida de un gran periodista y compañero de un medio de comunicación. Si verdaderamente amase este oficio estaría tan preocupado como yo. Considero muy desafortunado su comentario que conforma estar muy mal informado. Atentamente Gervasio Sánchez
No he hablado yo de sus extras. El oficio está enterrado, y usted lo sabe, porque se codea con sus enterradores desde have esos mas de 30 años que refiere. Lo de Armada es una más, quizá a usted le duela a nivel personal, porque dignifica algo en su historia, porque estropea la aureola de su recuerdo. Pero el circo se vino abajo totalmente alla por los 90, y llorar ahora por la leche derramada me parece ridículo.
No sé qué quiere decir cuando habla de codearme con los enterradores. Lo que yo hago es intentar subsistir en un oficio muy complicado, intentado hacer mi trabajo lo mejor posible sin pisotear a nadie. A mí me han dolido muchas historias parecidas. Tengo decenas de compañeros y compañeras en la misma situación. Es bueno criticar sin caer en la prepotencia como hace usted, protegido por un seudónimo. Quizá eso sea hacer el ridículo. Atentamente
Pa usted la perra gorda… Y sin embargo, a mí me pareció muy mal que usted criticara la situación de 20 minutos sólo después de que comprara Heraldo. Fijo o no, su vinculación con la cabecera aparece en su perfil de Twitter («trabajo en») y tiene un espacio fijo allí. Es más, tengo la sospecha de que la información de los sueldos le vino a usted del mismo Heraldo, y de que la divulgó en una conferencia haciéndole claramente el juego a este grupo… Al menos, eso es lo que parece y ya me disculpara si me equivoco, pero la práctica de esta profesión siempre me ha confirmado que el ‘qui prodest’ es una buena pista.
Como muchos, yo mismo he pagado un precio alto por oponerme al estado de cosas que rige la profesión. He dado la cara, me he hecho bastante mala sangre y he tenido que buscarme la vida para poder comer…
La historia de la prensa en los últimos 20 años es una historia de periodistas cargándose el periodismo (y a sus compañeros). Y sí, me molesta bastante ver cómo aparece, de cuando en cuando, un Pepito Grillo que da lecciones morales sin llegar al fondo del asunto.
¿De qué viven los medios? El caso de Aragón es, si me lo permite, sintomático; en esto también somos el ‘Ohio’ de España. El dinero público fluye hacia los grupos sin control, en un pseudomonopolio agravado con la aparición de las cadenas autonómicas; la colusión de intereses políticos, empresariales, financieros, se ve en el accionariado mismo de las empresas. ¿Quién hace o dice nada al respecto? ¿Cuándo vamos a decir la verdad, que el periodismo se ha convertido en un chantaje legalizado al resto de poderes por el que se reparte el dinero de los ciudadanos?
En fin, nada personal, pero no me cuenten cuentos, ni batallitas… Porque con esas milongas se ha aguantado este negocio durante los últimos años y aquí todo sigue igual. Si quiere salvar la profesión que compartimos, en mi opinión, no basta con denunciar situaciones particulares ni con dejar a los responsables en el sobreentendido. Hay que analizar el funcionamiento de un sistema corrupto, señalar sus piezas y pedir cambios en empresas, instituciones y leyes. Un saludo.
«Vivimos una época curiosa, extremadamente cínica en mi profesión. Periodistas que mantuvieron estrechas relaciones con los poderes fácticos y que se encargaron de promocionar los intereses de sus amigos políticos y económicos se disfrazan ahora de paladines de la independencia.»
«Las biografías periodísticas son una secuencia de etapas y vivencias, a veces labradas al calor de traiciones. Me molestan aquellas biografías sesgadas que sólo muestran la parte edulcorada.»
«Hay periodistas que han estado años en puestos claves de los medios de comunicación, han callado todo lo que ocurría y han mandado temas importantes a la basura. »
«Estoy rodeado de compañeros, algunos muy buenos amigos, insatisfechos por lo que hacen y sobre todo por lo que no pueden hacer. Sí están bien pagados. Reciben todas las pagas inimaginables, pero se tienen que callar ante situaciones vergonzosas que se repiten habitualmente en las redacciones. Algunos sólo hablan después de haber sido despedidos durante un ERE. Cuentan lo que nunca se atrevieron a contar cuando estaban en plantilla.»
Y finalmente: «Estoy rodeado de compañeros, algunos muy buenos amigos, insatisfechos por lo que hacen y sobre todo por lo que no pueden hacer. Sí están bien pagados. Reciben todas las pagas inimaginables, pero se tienen que callar ante situaciones vergonzosas que se repiten habitualmente en las redacciones. Algunos sólo hablan después de haber sido despedidos durante un ERE. Cuentan lo que nunca se atrevieron a contar cuando estaban en plantilla.»
O eres muy ingenuo, Gervasio, o sabías perfectamente que estabas colocando en el disparadero a Arsenio justo cuando Heraldo, tu periódico desde los tiempos de Sarajevo, le estaba apretando las clavijas.
Sería muy interesante explicar cómo salió Arsenio de 20 Minutos (y el que te habla tiene una carta de despido de Arsenio Escolar, ojo). O cómo la comercializadora de publicidad de Heraldo, Blue Media, contrató con el diario de su hijo -Ignacio Escolar- justo después. ¿Te parecen interesantes estos asuntos?
Tampoco estaría de más explicar a los lectores por qué los apellidos se repiten en esta profesión: unos conocidos para el gran público, como Escolar, Onéga o Prats, pero otros sólo para los iniciados. ¿Por qué hay en los primeros puestos de la prensa hijos de, hermanos de y hasta parejas de o amantes de?
Ni siquiera el periodismo de trinchera que ha nacido al albur de estos tiempos nefastos para la profesión se salva de la quema. La dependencia política está de la mano del sectarismo, cuando de los intereses económicos (Roures o el nuevo Diario 16).
No Gervasio no…, esto no es un problema de Armada. Ni de unos medios. Ni de (falta de) buena voluntad. Esto es un problema de una profesión cangrenada por dentro, de unos lazos político-periodísticos de dependencia económica y de influencia terribles…
En las dos últimas décadas he visto yo mierda mediática para inundar el país. Y la condición para sobrevivir en este mar de detritus es saber muy bien cuándo, cómo y delante de quien abres la boca.
Esta era la cita que faltaba, perdón: «Os pongo un ejemplo de un medio del que acabo de conocer los salarios de sus directivos y cargos de responsabilidad. Me refiero a un medio que pierde mucho dinero desde 2009.
19 personas sumaban un coste salarial de 2,6 millones de euros hasta hace pocas semanas. El resto de la plantilla, jefes de sección para abajo (127 empleados), sumaban 5,63 millones de euros. Es decir, que esos 19 jefes (el 11,8% de la plantilla) suponían el 32% de la masa salarial total.»
Pa usted la perra gorda. Y sin embargo.. Sin embargo sigue utilizando un seudónimo. No voy a entrar con usted en una batalla que parece que es lo único que le interesa. Pero sí le quiero aclarar una cosa: la información a la que se refiere me llegó de trabajadores internos de la cabecera. Jamás hubiera consentido que Heraldo o cualquier otro diario me hubiera utilizado. Por lo tanto se equivoca totalmente. Y si hubiera tenido los datos de cualquier otro medio hubiera hecho lo mismo: publicarlos si lo hubiera considerado necesario. Me sorprende que diga que ha pagado un alto precio y luego me ponga a caldo en muchos renglones. Me sorprende que diga (bajo seudónimo, que es bastante cómodo) que la profesión esta gangrenada y luego me critique en cada línea. Parece usted el defensor de la propiedad periodística. Yo no tengo la culpa de lo que pasa en los periódicos ni tampoco soy el responsable de las decisiones ejecutivas. De hecho la decisión ejecutiva a la que se refiere se tomó casi dos años después del cambio de accionariado. Mi texto no influyo en esa decisión. Se lo puedo asegurar. Ya no le voy a contestar salvo si usted da la cara con su verdadero nombre. Atentamente.
Pues no, usted no tiene la culpa. Y si ed cierto lo que dice, mis disculpas. Que tenga buen día.
Me CREO lo q cuenta Gervasio y como lo cuenta.VALORO su profesionalidad q SIGO y me SUMO a la DIGNIDAD del trabajo bien hecho y q MEJORA la VIDA personal y SOCIAL:»Estudiar para VIVIR MEJOR y q el MUNDO también AVANCE + y MEJOR» -nos decían papá y mamá»- Seguro q es el mismo mensaje d Alfonso y d tant@s + ,much@s? HEMOS LLEGADO..con buen HACER..Camiño longo.DUELE..Y un poco + xq aún hay + q HACER y DECIR ,y las REFERENCIAS + SON + NECESARIAS Q NUNCA x l@s q «vienen» y «creen» q es POSIBLE!!Se lo hemos dicho..GRACIAS A LA VIDA Gervasio,Alfonso..y tant@s xq SABER de VOSOTR@S es SENTIR y PENSAR LA VIDA !y q como me dicen mis ex-alumn@s aún «SIGUES» PROFE!Me da ALEGRÍA y me acuerdo de l@s q SEGUIMOS y @s AGRADEZCO-sufro- Q LA DIGNIDAD sea lo q + se VALORE. SERÁ!!GRACIAS XQ SIGÁIS!!
Hay que tenen muy pocos escrúpulos para haber trabajado tantos años en el diario ABC, un periódico que tanto dolor ha causado, que tandas mentiras ha difundido, que tanto ha hecho contra el periodismo, contra África, contra las mujeres, contra la gente de este país. Esto no se comenta en el artículo.
Hay que ser muy sectario e ignorante para escribir un comentario como este.
Llevo 30 años trabajando en ABC. ¿Debo entregarme al tribunal de derechos humanos por tanto daño causado?
Estimado Carlos: Trabajar en un diario no te obliga a comulgar con su línea editorial ni te conviertes en el responsable de las arbitrariedades que cometan sus máximos responsables. Es verdad que hay periodistas que no aceptan ninguna crítica contra su medio como si la comunión fuera perfecta. Incluso conozco casos de periodistas acérrimos defensores de su diario que se han vuelto críticos cuando lo ha abandonado. En este caso se trataba de contar la situación de Alfonso Armada a quien conozco desde hace más de un cuarto de siglo y con el que he trabajado en bastantes coberturas en zonas conflictivas. No se trataba de hablar de lo que el diario ha hecho desde su fundación. No me ha parecido afortunado tu comentario. Espero que mi mensaje te sea útil. Un cordial saludo
Si con los grandes periodistas se comportan asi imagínese ustedes lo que hacen en los pequeños medios,como dice mis excompañeros periodistas al dictado, publicitario, casi siempre, y sin molestar al poder
En tiempos difíciles, uno agradece cada una de las palabras que acaba de leer en un gran homenaje entre periodistas. Brillante.
Voz disonante? Armada fue el correo de su paisano Bieito cuando decidió cargarse a todos los corresponsales de ABC (leed el libro de Ramiro Villapadierna, uno de los damnificados, donde cuenta cómo asentía a todos los planes de si entonces amigo director). Al final, le ha tocado a él.
Yo dejé ABC en septiembre de 2015 tras 27 años en Cultura. Aquello ya era irrespirable.
Excelente artículo Gervasio dedicado a una excelente persona!!!! Aprovecho para enviarle un cariñoso abrazo a Alfonso (tú me lo presentaste) y para afirmar que tus comentarios sobre la crisis del periodismo, los despidos y los empresarios, directivos, y directores mediocres se podrían extrapolar a la situación que sufrimos en El Periódico de Catalunya. En “mi casa durante 27 años”, el presidente y la alta dirección pretenden liquidar a los fotoperiodistas, con el beneplácito del director, máximo responsable del descrédito del medio y de la pérdida de lectores, que no piensa mover un dedo por nosotros.