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Capone, Cifuentes y la falta de cariño

"Cristina Cifuentes es un cadáver político, tanto que cada nueva maniobra de su defensa es aumentar la temperatura del despojo tirado al sol".

La todavía presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, en un acto de campaña en 2015. Foto: Dani Pozo / CC BY 2.0.

Lo menos grave que hizo Al Scarface Capone en su carrera criminal fue evadir impuestos, pero fue precisamente la forma que las autoridades norteamericanas encontraron para detenerle. Su banda se dedicaba al proxenetismo, el juego ilegal y el tráfico de alcohol, prohibido en Estados Unidos de 1920 a 1933, mercado que permitió a la mafia edificar varios imperios con sus correspondientes césares. Capone tenía comprado a medio Chicago por lo que sus tropelías, donde el terrorismo y el asesinato eran su OPA hostil contra sus rivales, no le reportaban mayores consecuencias penales. Si cayó, esto es, si el Estado se decidió a plantarle cara, fue porque su poder comenzaba a ser tan grande que rivalizaba con el de algunos grandes industriales del país. Capone confundió su lugar, porque una cosa es ser rico y otra aspirar a ser patricio.

Cristina Cifuentes es un cadáver político, tanto que cada nueva maniobra de su defensa es aumentar la temperatura del despojo tirado al sol. Todo empieza a oler demasiado mal, incluso para una líder del PP, incluso para España.

Los menos avezados piensan que lo del máster es un asunto menor. En principio es un síntoma del sentimiento de impunidad del que gozaban los dirigentes populares a la hora de hacer y deshacer sus asuntos políticos y personales, de difícil distinción en sus carreras. El máster de Cifuentes no fue otorgado por ningún centro de estudios de aquellos que se anunciaban en el Teleprograma ofertando cursos de corte y confección y mecanografía, sino por la joya de la corona del ámbito universitario aguirrista, la Universidad Rey Juan Carlos, una institución pública.

La universidad dejó de ser entendida como núcleo de conocimiento e ilustración para el progreso social, para pasar a ser un centro de presunta capacitación de los engranajes de nuestro capitalismo desfigurado. Los másteres, además de ser un opíparo negocio, representan una privatización encubierta de la enseñanza pública, convirtiendo a las altas instituciones educativas en una especie de presa de contención para los propios universitarios: si ya muchos no pueden estudiar una carrera por la subida de las tasas y la caída de las becas, muchos más se verán discriminados al no poder acceder a estas escarapelas académicas.

Si se demuestra que el título de Cifuentes es falso no solo se pondrá en duda su título, ya que no sería descabellado pensar que puedan existir muchos más casos similares. ¿En qué lugar deja esto a los estudiantes que obtuvieron el suyo de manera limpia? El neoliberalismo no solo llegó en forma de contenido académico, sino que parece que ha convertido a la universidad en un lugar desregulado donde todo se compra y se vende, hasta su propia dignidad.

Pero al margen de estos asuntos, el caso del máster de Cifuentes puede que nos explique que en las estructuras de poder político de la derecha madrileña todo ha salido gratis hasta que algunos han empezado a comerse el marrón ellos solos.

El pasado 12 de febrero, Francisco Granados declaró ante la Audiencia Nacional a propósito del caso Púnica a petición propia, esto es, porque le dio la gana, le favorecía en su defensa y le apetecía tirar de la manta. Granados explicó al juez García-Castellón que Esperanza Aguirre e Ignacio González, mientras que fueron presidentes de la Comunidad de Madrid, financiaron ilegalmente a su partido utilizando a empresas públicas, como el Canal de Isabel II o el Consorcio de Turismo, que contrataban a su vez, fraudulentamente, a las empresas organizadoras de las campañas electorales de los populares.

Según Granados, el grupo que controlaba este entramado estaba liderado por Ignacio González, pero tenía como escuderos a José de la Uz, Isabel Gallego y Borja Sarasola, altos cargos del PP madrileño y del gobierno regional en la época, además de a Cristina Cifuentes, a quien atribuyó haber mantenido una relación sentimental con González.

Los medios destacaron que la Audiencia Nacional daba una credibilidad relativa a las declaraciones del acusado puesto que no había aportado ninguna documentación. Granados explicó a la salida de su declaración que carecía de papeles porque él se iba con lo puesto al abandonar el cargo. Es lo que tienen los casos de corrupción, que ninguno de los implicados se molesta en hacer un esquema firmado por si en algún momento se lo requiere la Guardia Civil.

Cifuentes, actual presidenta, tocada por esta comparecencia no solo en el ámbito político sino también en el personal, anunció que presentaría una querella contra el exsecretario general del PP madrileño, al que calificó de presunto delincuente que llevaba en prisión más de dos años. Granados, que se podía haber ahorrado lo del supuesto affaire, tiró con bala envenenada porque en su posición podía aguantar trena y castigo, pero no escarnio. Nadie se preocupó en enviarle algún SMS que dijera “sé fuerte”.

Que un tema aparentemente secundario como el del máster de Cifuentes salte ahora, con claridad meridiana, después de haber quedado sepultado por el tiempo y toneladas de papeles sobre él, se puede deber a que la garganta profunda hable desde la honradez de quien no puede soportar más el desbarajuste o desde la inquina de quien no quiere verse arrastrado por el barro. Si caigo yo, y encima sin honores, caemos todos, suele ser la máxima del que ya no tiene nada que perder.

Cifuentes no es una secundaria, por su posición dentro del partido, por su alto cargo institucional, pero también por ser el recambio del PP para el aguirrismo. La que hoy es ya casi un zombie de la política, hace nada era la dama que la derecha madrileña postulaba para llegar, tarde o temprano, a las más altas cumbres. No es que el puesto de presidenta de la Comunidad esté maldito, es que está muy sucio y todo el que lo ocupa se acaba manchando. Duran poco las alegrías en la casa del pobre, últimamente también en la del rico.

Al final los señores del IBEX no iban desencaminados cuando pusieron sus ojos en una formación desconocida fuera de Cataluña hace tan solo unos años. Ciudadanos, que era una apuesta a largo plazo, un “por si acaso”, un antídoto a Podemos, va a tener que pasar de telonero a cabeza de cartel en muy poco tiempo. Es lo que pasa cuando te olvidas, como Al Capone, de que tú no eres el capital, sino su alto funcionariado. Y en eso, en jugarte la cabeza por poner en peligro determinadas estabilidades, no está exento nadie, ni siquiera la Corona -que se lo pregunten al Emérito-.

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Comentarios
  1. Durante tres meses, a raiz de su presentación en Madrid, yo estuve afiliado a Ciudadanos durante TRES meses, hasta que me convencí de que PP = C´s

  2. Menos Cuñadanos todos sabemos que M.C. Cifuentes no ha pasado el exámen. Incluso M.Rajoy todavía no le ha enviado su mensaje:»sé fuerte»

  3. IbexRivera sale en defensa de Cifuentes

    Albert Rivera argumenta que “no se puede echar a una presidenta autonómica solo por las investigaciones periodísticas de un diario digital”, “Ahora hay dos verdades, la de Cifuentes y la de un periódico digital”, ha argumentado.

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