No es difícil desmantelar en trozos inservibles la narrativa oficialista israelí que muestra a los y las manifestantes de la franja de Gaza como terroristas que merecían morir al protestar en la Línea Verde el pasado 30 de marzo, Día de la Tierra Palestina.
El ejército israelí ha matado sin escrúpulos y sin someter a un juicio antes. Ha matado a miles de personas palestinas en operaciones militares, comenzando por el Plan Dalet que desembocó en la Nakba palestina, o en momentos de tregua. Ha matado a activistas de nacionalidad británica o estadounidense. Mató también a un soldado español en el sur del Líbano. Todo, con total impunidad.
La ejecución de 17 palestinos el 30 de marzo, dejando también 1.479 heridos y heridas, no ha cambiado la reacción de parte de Israel, ni de su opinión pública, parte de la cual se manifestó el domingo 1 de abril en Tel Aviv contra tal matanza gritando «¡peligro, peligro, gobierno de guerra!». No ha cambiado la reacción de las voces de la comunidad internacional, de Naciones Unidas o la Unión Europea, que piden “una investigación”. Lo que sí ha cambiado es el marco donde se desarrolló el nuevo crimen israelí: la protesta en Gaza de docenas de miles de manifestantes el Día de la Tierra.
Lo qué está sucediendo en la franja de Gaza
Es algo extraordinario. Un cambio, aire fresco, nuevos tiempos a los que les han precedido momentos de reflexión, asambleas populares y encuentros entre las masas. No hablo de la sociedad civil, hablo de las masas.
El malestar provocado por el bloqueo israelí, el castigo del presidente Mahmud Abbas contra Hamas, la represión y el clientelismo de Hamas y la corrupción transversal que cruza de la Franja a Cisjordania, han sido el abono para que brotase un nuevo movimiento. Aunque debemos esperar aún a que su gente se presente públicamente, se pueden adelantar dos conceptos: pacifismo y retorno (de los y las refugiadas de Palestina).
La idea de plantar tiendas de campaña paralelamente a la Línea Verde, a unos 700 metros de la Línea, pertenece a dicho movimiento. Sin embargo, fue finalmente desarrollada por Hamas y el resto de facciones palestinas con modificaciones. La gente del movimiento lo calificó como “secuestro”. A pesar de ello, decidieron participar sin rencores.
Lo que falló
“La idea era que la marcha pacífica culminara en esfuerzos incansables, en todas las zonas donde existen refugiados y refugiadas, y atrajera a activistas internacionales que creen en la paz y el derecho a la vida, y a todos los medios de comunicación del mundo”, explica Yamil, uno de sus pensadores.
Meses antes del 30 de marzo se hablaba de la idea de una marcha pacífica por el retorno. Semanas antes hubo asambleas abiertas a todo el mundo. Se preparó un primer borrador de lo que serán en un futuro próximo las bases filosóficas, las prácticas a adoptar y aquellas que no serán nunca abrazadas. Se habló de extender la “cultura pacífica”.
Al acercarse el día de la Tierra, las facciones palestinas decidieron “adelantarse”. “Las facciones descartaron todos los consejos- continúa Yamil.- Mi familia y yo participamos a pesar de que no estábamos a favor. Lo más bonito fue que solo se ondeaba la bandera palestina. Todo el mundo estaba al lado de todo el mundo ayudándose”.
Uno de los consejos era el establecimiento de una distancia más que prudencial entre la gente que se manifestaba y los soldados israelíes. El uso, por primera vez, de drones israelíes para dejar caer gases lacrimógenos entre esas personas da a entender que los israelíes habían oído hablar de dicho plan.
¿Realmente importa la distancia?
No. Israel cuenta con drones, artillería o aviones. La maquinaria bélica israelí está lista para coartar cualquier manifestación pacífica. En la Gran Marcha del 30 de marzo también hubo, a pesar de todo, jóvenes que tiraban piedras y cócteles molotov, y prendían neumáticos, aunque no alcanzaban las posiciones israelíes.
Las masas palestinas en la franja de Gaza no se dan por vencidas. “Palestina es preciosa pero la sangre de nuestros hijos es aún más preciosa”, dicen. Se aproxima la mayor amenaza para la ocupación israelí: el pacifismo.