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En el gimnasio, pa’ mala yo

"Me dirigí a la elíptica, como cada día, dispuesta a pasar del nivel tres al cuatro. Me he fijado en si el monitor también toca los glúteos de los fornidos machos que hacen pesas. Nada de nada".

Un gimnasio. JOSEPH MCKEE

Tienes las tetas caídas, ¿a que sí?”. En ese momento deseé tenerlas realmente caídas, tenerlas tan caídas que me llegasen al suelo; poder sacudirlas, incluso, con mis rodillas, como hacen los futbolistas cuando dan golpecitos de balón; deseé que mis tetas fuesen dos nunchakus agitados por una maestra –yo– de las artes marciales.

La pregunta me la hizo el monitor del turno de mañana de la zona de máquinas de mi gimnasio. Porque él, por supuesto, entiende qué es tener una 85 E y quiso hacerme un tetasplaining. Le respondí que quizá sí, que no me he hecho la prueba del lápiz pero que probablemente a mí se me aguantaría la caja entera de rotuladores bajo el pecho. “Yo me entrego al dios del fitness”, dije desesperada. “Seguramente sea genético, no hay nada que hacer”, me dijo. Ahí entendí que un gimnasio a veces es un lugar hostil para las mujeres.

Me dirigí a la elíptica, como cada día, dispuesta a pasar del nivel tres al cuatro. Días antes, el monitor de tarde me había dicho que debía darme más caña si quería que mi culo recuperase su sitio. Para mostrarme que se parecía más a un flan que a la idea platónica de culo, me tocó uno de los cachetes y lo tambaleó. “¿Ves?”. Aquello se movió como si no perteneciese a mi cuerpo. Me he fijado en si el monitor también toca los glúteos de los fornidos machos que hacen pesas. Nada de nada. “Qué curioso”, pensé. “Debe de ser que a ellos no se les cae el culo. ¿Qué extraña magia negra habrá detrás? ¿El patriarcado? No, tía, no exageres”. Todos estos pensamientos flotaban en mi cabeza cuando un hombre puso su botella de tres litros –sí, tres litros– de batido vitamínico en mi sitio. Sacó una hoja, la desdobló y la miró. “Vale, ahora toca este ejercicio”, se dijo a sí mismo. Junto a mi elíptica estaba su máquina, que no sé cómo se llama pero consiste en empujar una barra de hierro con los hombros mientras haces sonidos de parturienta. Lo de los vestigios guturales prehistóricos debe de ser un requisito para que la máquina funcione porque todos los hombres que la usan los hacen. Las mujeres, no. Pienso que no es solo una ocupación del espacio físico, sino también del sonoro. No me molestan especialmente sus ruidos, aunque a veces me jode un poco que sus gemidos histriónicos se eleven por encima de la canción que suena en mi mp3. Con el reggaeton, como con el arte, necesito concentración.

Le pregunté por qué ponía ahí su botella, encima de mi sudadera, en mi elíptica. La botella parecía mía y eso me inquietaba mucho porque el color amarillo oscuro me recordaba a una vez que mi gata se hizo pis de los nervios y el líquido era igual. “¿No puedo ponerla ahí o qué?”, me respondió. Entonces lo vi. El líquido amarillo ya no me inquietaba tanto como la camiseta del maromo en cuestión: “FBI: Female Body Inspector” (Inspector de Cuerpos Femeninos). “No hay más preguntas, señoría”, pensé.

Seguí pedaleando en la elíptica, fijándome en las calorías quemadas: “Doscientas. ¿Con esto ya puedo comerme una pizza sin sentirme culpable?”. Oí gritos. Me quité los cascos con gesto enfadado, dispuesta a pedir que por favor bajaran el volumen para poder escuchar atentamente Lo malo, de Aitana War por vigésima vez. Vi que el monitor abroncaba a un chico menudo por haber dejado tiradas unas cuerdas con las que acababa de hacer un ejercicio. “Si las usas, las colocas en su sitio”. El tipo disparaba improperios: “¿Tú eres gilipollas? ¿Me estás buscando? No sé dónde va la puta cuerda”. “Cállate o la tendremos, ¿me estás buscando tú a mí? Mira que los dos nos ponemos muy nerviosos”, le respondió el monitor. Así estuvieron un rato hasta que entró un tercero a intentar calmarlos. Parecía que en cualquier momento el portero de la discoteca les fuese a decir: “En mi bar, bulla no, ¿vale?”. Tras el numerito, el monitor sacó su tupper y mientras comía la ensalada dijo: “Estoy intentando ser vegano, pero es muy difícil”. A su lado, uno que hacía pesas se rió: “Mira, te voy a llevar a comer un buen filete y se te quita la tontería”. La caverna de Platón era esto. “Bueno, lo que llevo mal es lo del queso. Me gusta mucho, aunque he leído que es cancerígeno”, dijo. Ahí me salió la fact checkerque llevo dentro: “Yo creo que no hay base científica para eso, si quieres te busco estudios a ver, seguro que no es tan así como has leído, en serio”. El de las pesas volvió a reírse: “No solo no es cancerígeno, ¡es que es anticancerígeno, que lo sé yo!”.

Vi que la máquina de aductores estaba libre. Los aductores, para quienes -como yo- ignoran sus músculos, está más o menos por la famosa zona de “me rozan los muslos”. Un tipo se me acercó: “Perdona, la estaba usando yo. Es que estoy haciendo una serie con cuatro máquinas a la vez y voy alternando”. ¡Cuatro! “¿Entonces no puedo usar ninguna de las cuatro hasta que tú acabes tu serie?”, pregunté. “Exacto”, respondió. Los privilegios masculinos no son un concepto abstracto, en la vida real –y no en el pensamiento teórico– casi se podrían cartografiar como si fuese una zona geográfica en sí misma. “Cuando termine puedes usarla”, sentencié. Mi frase tenía demasiado peso incluso para mí misma. El tipo apoyó un codo en el respaldo de la máquina, yo seguía dale que te pego al aductor mientras él me miraba sin decir nada. Su acto venía a decir: “Efectivamente, no puedo exigirte que te levantes de ahí, pero me voy a quedar aquí bien pegadito para incomodarte”. Violencia simbólica, la suya. Orgullo el mío de saber que unos años atrás me habría levantado sin rechistar e incluso habría pedido perdón. Pa’ mala yo.

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Comentarios
  1. Estupenda novela de intriga… Para cuándo el segundo capítulo? Ardo en deseos de ver cómo evoluciona la trama! Increíble talento para la ficción en tuyo. Prometes

  2. Iba a comentar aquello de que te has inventado de la primera a la última letra del artículo a base de topicazos rancius de la España pre-landista, pero bajo a buscar el formulario y veo que ya te lo ha comentado todo quisqui.

    Flaco favor hacen estas cosas a la lucha feminista.

  3. El monitor tendría que ser el primero en no tener aptitudes machistas¿Hasta cuando vamos a tener que lidiar con estos machistas? Animo chica y mejor no vallas de mala por la vida, pero hay valer tus derechos y respetando los de los demás.

  4. Cámbiate al gimnasio solo para mujeres: CURVES.
    El de Argüelles es maravilhoso!! Super ambiente, la dueña es encantadora, y las entrenadoras son increíbles. Estupendas profesionales.
    La mejor decisión que he tomado desde que he decidido dejar de compartir espacio con trogloditas en gimnasios mixtos.

  5. Gracias por publicarlo. Refuerza perfectamente mis prejuicios contra las mujeres. Gimnasios solo masculinos ya, segregación entre sexos en las escuelas ya, e incluso en el transporte público, quiero compartir los menos espacios públicos con mujeres.

  6. Por favor, dejad de publicar INVENTS.

    En la redacción seguro que sabéis que este artículo es pura ficción.Y aún así lo publicáis. Da vergüenza ajena.

  7. Pues yo de siempre he sido una cortalote en el gimnasio. Tío que venía de espabilado a decirme tal o cual cosa de mi cuerpa,zass…salia escaldado. Llegar yo y estar la máquina libre y llegarme un orangután y decirme oye que la estaba usando y decirle no me digas pues te esperas. Y hacer yo mi ejercicio despacio y sin prisas y que le den al frustrado ese. Que entre los que me decían que debia definir(no sabía que las mujeres teníamos definicion…) Que una piba con volumen era fea mimii…y yo decirle al cuarto metro mal medido y hormonado de cintura para arriba,pues tu no veas lo feo que eres con esas patas de pollo flaco y no te digo na. Jajajaja es que no me callo. Y Si,hago ruido cuando uso las máquinas. Que se jodan. Y sido. Sudo como un animal. Eso los hunde más en la mierda.

  8. Jaja inventadísimo y bochornoso…parece que no has pisado un gimnasio en tu vida y has escrito tooodos los topicazos que conoces de oídas

  9. Primero decirte q efectivamente no tienes ni idea de como es el cuerpo masculino… a nosotros nos engorda la tripa y no el culo como a vosotras. Eres muy quejica… yo podria contar mil anécdotas sb tias y eso no lo convierte en verdad universal. Segundo si no te gusta no vayas… hay mil deportes q puedes hacer pero no… es mas facil quejarse y echar la culpa a los hombres…

    • Se nota que eres muy macho. Como a ti no te tocan el culo o te miran las tetas, pues crees que a las chicas les gustan esas cosas. Eso de que si no te gusta no vayas es típico de los de tu calaña. Seguro que en tu MANADA os contáis como manoseáis a las que van al gimnasio que vas. No creo que te agradaría que a una de tus hermanas la trataran así machito.

  10. No sé a qué gimnasios vas, pero deberías cambiarte ya. Llevo muchos años entrenando y jamás me he encontrado con ese tipo de gente.

  11. Me parece que no te gusta ver hombres ni en el national geographics hija mía. Por tu relato, pareces la pobrecita del cuento. Espabila y deja de pensar lo que te dicen los demás.

  12. Pues a mí me parece que has hecho muy mal, deberías haberle dejado que el pobre hombre terminase su superserie de 50 máquinas a la vez y en ninguna hago nada. Ironías aparte, ese es el mayor asco que tengo de los gimnasios, los tíos que hacen superseries, ocupan todas las máquinas y tú te tienes que poner a mirar… Solo te voy a decir una cosa: ole tus ovarios, y si yo hubiera sido tu, habría tardado el doble, solo por joder. Pa’ mala tu. y si te digo la verdad, yo ahora intento hacer ejercicios multiarticulares que no requieren de máquinas, así no me molestan.

  13. Cambia dd gimnasio. Al que yo voy, los monitores (2 chicos y 2 chicas) son encantadores, y te ayudarán en todo lo que quieras y puedan.
    La gente que usa las máquinas también es idiota, pero se lo guardan para ellos.
    Un saludo

  14. Supongo que irás a un gimnasio de trogloditas. Te lo digo por que soy monitor de uno y no pasan las cosas que dices y suele pasar cuando los monitores no tienen la suficiente formación

  15. Dejando a un lado el hecho de que absolutamente nada de lo que cuentas ocurrió de verdad, muy buen artículo. Le ha faltado alguna mención al Manspreading,eso sí.

  16. Muy bueno y más real imposible! ?
    Si me lo permites, añadiría a estos personajes el típico machotepetado que se permite dejar restregado su embriagadr sudor en todas las máquinas que usa, porque como él lo vale, no necesita toalla; o el que lleva un mes apuntado al gimnasio e intenta corregirte mientras te ejercitas, porque claro…después de un mes está petado… y «sabe de eso» mejor que tú aunque lleves años entrenando

  17. A que mierda de gimnasio vas? XD o eres una exagerada o ese gim es denunciable.
    Puesto que he ido como a.. 7 gimnasios diferentes en mi vida, algunos mas de dos años (supongo que no es mucho), y nunca me ha pasado algo así, mas bien al revés, te preguntan si quieres compartir maquina incluso viene en las normas del gim, así que creo que es una exageracion la mayoría de cosas que estas diciendo.

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