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La ideología de los jueces
"No todo lo 'malo' es ilegal, ni todo lo ilegal es delito. Esa es una reflexión que los juzgadores están obligados a hacer permanentemente".
Todas las personas tienen ideología. A veces de forma más o menos consciente, pero casi todos tienen su visión sobre cómo debiera funcionar el mundo en su conjunto. Así se distinguen ideologías más individualistas, regresivas o involutivas, que tienden normalmente a un apego a la tradición, junto a otras que tratan de buscar espacios de mayor cooperación e intercambio de información entre los seres humanos, espacios que son los que, por cierto, nos han hecho llegar más lejos como especie. En ambas tendencias no es posible hablar estrictamente de “derecha” e “izquierda”, puesto que individualismo, conservadurismo, apego a la tradición y “progresismo” hay en los diferentes sectores de ambas ideologías.
Cualquier juez o jueza, como ser humano que es, posee indudablemente una ideología en su vida privada y se ve influido por la misma en su vida pública. Todo ello es inevitable. El problema se produce cuando dicha ideología se refleja de forma patente en sus sentencias, hasta el punto de que el juez, atenazado por sus prejuicios ideológicos, manipula las interpretaciones de las leyes en beneficio de su propia orientación de pensamiento, o incluso tergiversa los hechos que debe juzgar con el mismo fin. Es más que probable que el juez que obra de ese modo no sea consciente de ello, o bien que siendo consciente crea estar obrando rectamente, para un buen fin colectivo, incluso para la defensa de una “razón de Estado”, que naturalmente se compagina –es difícil que sea de otro modo– con su orientación ideológica.
Y es que por más que a buena parte de la ciudadanía le ponga los pelos de punta leer algunos fallos judiciales y crean que detrás de los mismos hay un psicópata o un fanático, en realidad lo que suele haber es un ciudadano que cree hacer el bien, aunque esa noción del “bien” no coincida con la de esa parte de la ciudadanía. En ese punto se sitúa justamente el problema: en los conceptos de “bien” y “mal”. Se trata claramente de nociones profundamente teológicas, comprensibles en el esquema de razonamiento de cualquier religión, pero que por más asentadas que estén en nuestras mentes, no pueden trasladarse a la expresión del poder en un Estado aconfesional. En el laicismo no existe el “pecado”, dado que las conductas se evalúan en función de un ordenamiento elaborado colectivamente por el pueblo a través de sus representantes, en principio sin otra inspiración que la “experiencia”, es decir, la base del método científico.
De esa forma se consigue entender que no es que matar o robar sea “malo” de por sí, sino que lo es porque la sociedad, tal y como la conocemos, sería imposible con la constante amenaza hacia la vida o el patrimonio. De ese modo también se comprende que en esa democracia a la que me estoy refiriendo, nadie debe sentir ningún temor a pensar y mucho menos a hablar, y por ello existe la libertad de expresión. O bien que uno no debe sufrir la sensación paranoide de estar siendo vigilado, y por esa razón existe el derecho a la intimidad. Y así sucesivamente con el resto de derechos. Esa es la orientación de nuestros actuales ordenamientos, basados en ese cientifismo que impulsaron el racionalismo inglés, la ilustración francesa después y un número extraordinario de filósofos y científicos que nos han ayudado –y nos seguirán ayudando– a entender mejor el mundo.
El problema acaece cuando se olvida todo lo anterior, y un juez se deja llevar por su noción ideológica del “bien” y el “mal”, y se aleja, por tanto, de la que debiera ser su única ideología, si puede llamarse así: la defensa de los derechos humanos. Y de ese modo cree, por ejemplo, que la mejor forma de combatir el terrorismo es sancionando a quien simplemente suelta absurdos exabruptos incluso en canciones u otras expresiones artísticas, reprimiendo así una de nuestras más ancestrales y esenciales herramientas de crecimiento humano: el arte, que debe ser observado especialmente cuando ofende, porque ello provoca lo más preciado que tenemos después de nuestra vida: nuestra capacidad de reflexión. O bien decide no sancionar a policías que han sometido a supuestos malos tratos a un detenido por uno de los delitos más odiados por la sociedad en su conjunto, en beneficio de una lógica bélica de cerrar las filas que carece de razón de ser en tiempo de paz, y que solo tiene valor en el marco de barbarie de una guerra. O entiende que castigar como delito las expresiones públicas de burla a un jefe de Estado es la mejor forma de defender al Estado, aunque flaco favor le hace al Estado y a su jefe con esa actitud, que solo tiene sentido en una dictadura en la que el líder –lógicamente– debe ser protegido de cualquier crítica para sustentar entre la ciudadanía la ilusión –falsa– de su infinito poder y bondad. O bien ordena el encarcelamiento de opositores con argumentos formulados en tono alarmante, pero en su fondo tan inseguros y endebles que arriesgan con cruzar la infranqueable línea de la persecución ideológica.
Convendría hacer una revisión de algunos planteamientos judiciales. No es tan difícil. Basta con que la ideología personal no condicione la labor jurídica de los jueces. No todo lo “malo” es ilegal, ni todo lo ilegal es delito. Esa es una reflexión que los juzgadores están obligados a hacer permanentemente.
Jordi Nieva Fenoll es catedrático de Derecho Procesal. Universitat de Barcelona
Buenas tardes, os ha dicho alguien que vuestro blog puede ser adictiva ? estoy preocupada, desde que os recibo no puedo parar de mirar todas vuestras sugerencias y estoy muy feliz cuando recibo uno más, sois lo mejor en español, me encata vuestra presentación y el curre que hay detrás. Un beso y abrazos, MUCHAS GRACIAS POR VUESTRO TRABAJO, nos alegrais la vida.
Saludos
Totes les persones tenim la nostra pròpia ideologia, manera de pensar i de entendre les coses, però també som conscients que no podem traslladar-les a totes les parcel·les de la nostra vida i ens posem límits.
Els jutges aquests límits no se’ls han de posar en la seva feina, els hi venen donats per llei, i sentit comú, Són moltes les ocasions que estem veient en la que les decisions dels jutges tenen un elevat component ideològic, i lamentablement sempre és en el mateix sentit.
A més, resulta que, quant més amunt en la escala professional han arribat, més clara és aquesta tendència. Això em porta a pensar que els propis jutges veuen que la forma i el sentit en que prenen les seves decisions poden ajudar o perjudicar la seva carrera professional.
Desde México: Siendo medico, me involucre en el «Derecho», terminé con unas risotadas, que se derivan de la obscuridad que el sistema de poder ha introducido para beneficio de unos cuantos (jueces ignorantes, corruptos, anómicos, serviles).
Por mucho que te empeñes en defender a los jueces no vas a conseguir limpiar su imagen putrefacta. No son inocentes criaturas como lS quieres pintar sino autenticos mercenarios que comorcian con la justicia ante unos politicos corruptos y ladrones. No intentes engañar a los lectores
rojozamorano, no entiendo tu comentario… Yo no he comprendido que los defienda. ¿Puedes explicarte? Gracias
Todo el mundo tiene creencias que no es lo mismo que ideologías, que son aquellos conjutos de creencias utilziados por una minoría para aprovecharse de la mayoria, con son las ideologías filosófico-religiosas, socioeconómicas o políticas. Un ejemplo de un nuevo régimen sin ideología puede encontrarse en:
http://www.elcaminoparacambiarelmundo.info
Todos tenemos un muerto en el ropero (algunos inclusive tienen un cementerio) y los jueces no son la excepción; los politicos lo saben, y manipulan a los jueces a su antojo extorcionándolos con dar a conocer su pasado si no fallan como ellos quieren.
Quien está marcando en Europa la pauta de la represión política es España.
Juán Manuel Olarieta (Abogado y luchador antifascista)
http://insurgente.org/juan-manuel-olarieta-no-nos-va-a-quedar-mas-remedio-que-perder-el-miedo/
Tomo la licencia de ampliar el contenido del párrafo siguiente:
«… hasta el punto de que el juez, atenazado por sus prejuicios ideológicos [,o amenazado] manipula las interpretaciones de las leyes en beneficio de su propia orientación de pensamiento [o en beneficio de quienes han de ser juzgados]
La solucion, al problema pasa pues por hacer un programa informático para evitar las subjetividades humanas, puesto que la verdadera justicia debe andar más próxima a las matemáticas que a la caprichosa legislación. Ahora bien, aténganse a las consecuencias de su aplicación.
El entendimiento básico del derecho lleva a rechazar no sólo su adscripción a las ciencias exactas, sino a las ciencias mismas. En concreto, las formulaciones de normas (ej: los artículos del CP) ofrecen un multiverso de interpretaciones (las normas en sí). ¿Qué significa la palabra «violencia» en el delito de rebelión?
La ideología del intérprete (ej: el juez, la Administración), junto con la lógica sistemática del ordenamiento jurídico (especialmente la jurisprudencia) será la que determine la norma o significado aplicado. Por eso, el Derecho está más cerca de la moral o la política que de las matemáticas.
Te recomiendo leer «La dogmática jurídica como tecno-praxis» (Atienza) y «El realismo jurídico redefinido» (Guastini).
Los jueces son estafadores por naturaleza: nos engañan con la ley, la interpretan a su antojo y obtienen un lucro político y/o económico.
No todos son iguales. (Y tampoco los políticos, ni mucho menos aunque haya gente interesada en propagarlo así).
Están los Jueces por la Democracia, una minoría, eso sí.
Y hasta los militares tienen al ex teniente Luís Gonzalo Segura, que empeñado en denunciar la corrupción en el ejército lo echaron o se tuvo que ir.
En México no existe el «feminicidios» le llaman «Crimen Pasional» hasta enlas agresiones de un hermano contra su hermana… los jueces tienen que tomar decisiones con sentido común, llamando a los delitos por su nombre.
No, no son inocentes esos jueces, no.
No nos engañemos, tienen doble vara de medir.
Joan Escudé: «Tenemos el franquismo con otra piel de cordero.
La Transición fue un engaño provocado, y bendecido por los partidos de izquierda, porque el atado y bien atado es así.
El Partido Socialista fue un tapón que salió del régimen para tapar las ansias de libertad, se han ido tapando las vergüenzas,y mientras no haya un cambio profundo la casta fascista no desaparecerá.
Tendríamos que haber ganado. Ahora, todo sería diferente»
(Joan Escudé, 102 años, último superviviente de la división 43, compañía que resistió heróicamente durante 63 días el asedio fascista a la Bolsa de Bielsa).