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Los desahucios, el feminismo y el consumismo del otro Murillo: “¿Y esta exposición no la van a llevar al Prado?”

Laura León y José Antonio de Lamadrid adaptan fotográficamente 12 cuadros del pintor barroco a temas sociales del siglo XXI.

Si Murillo hubiera tenido que retratar la realidad de estos tiempos, en vez del Regreso del hijo pródigo, habría pintado, tal vez, El desahucio. Es posible que en su Vieja con gallina ya no hubiera una gallina, sino un lote de medicamentos para una enfermedad de este siglo llamada depresión. Quizá los Niños jugando a los dados fueran hoy la Generación Z, que comen bollos en vez de fruta y se entretienen con los múltiples dispositivos móviles que hay en casa. Si Murillo hubiera vivido este 8 de marzo quizá no hubiera pintado a María Magdalena penitente o a Santa Ana enseñando a leer a la virgen o a La gitana y el niño, sino a una superviviente de la violencia machista o a una abuela que cuida de su nieta para que su madre pueda trabajar o a una mujer independiente que hace lo que le da la gana. En vez de las Bodas de Caná, tal vez el pintor habría plasmado en su lienzo un símbolo del consumismo. 

Murillo no lo hizo, evidentemente. Vivió en el siglo XVII y pintó lo que vio, sobre todo, obras de carácter religioso por encargo de la Iglesia. Pero sí lo ha hecho el otro Murillo, el Murillo fotógrafo del siglo XXI, creado por Laura León y José Antonio de Lamadrid en una exposición que forma parte del año dedicado al pintor sevillano en el 400 aniversario de su nacimiento. «A mí me llena mucho más esto, es decir, conectan mucho más conmigo estas fotografías y los temas que aborda que los cuadros de Murillo que he visto esta mañana en el Museo de Bellas Artes”, dice una chica con acento asturiano en la sede sevillana de la Fundación Cajasol, patrocinadora del proyecto.

La muestra, compuesta por 12 fotografías, es una adaptación fidedigna en términos de composición, atmósfera y color de los cuadros seleccionados según tres variables: que fueran conocidos, que fueran abordables y que conectaran con la realidad social. Los protagonistas no son actores ni actrices. Álvaro, por ejemplo, fue desahuciado. En ese proceso se produjo una ruptura familiar. Cuando quiso recuperar la relación con su padre, éste había muerto. «Álvaro, de alguna manera, ha encontrado a su padre en este cuadro. Es como la pieza que ha cerrado su historia», cuenta León delante de El desahucio, donde la vaca ha sido sustituida por un carro de la compra y el anillo por una llave. 

Un hombre se acerca y se aleja de la fotografía titulada El Milagro científico de la reproducción. Se vuelve a acercar y se vuelve a alejar, como si lo que tuviera delante no fuera la foto sino el cuadro que recrea, La Inmaculada del Escorial, en el Museo del Prado. «Lo más complicado ha sido crear la atmósfera: desde la iluminación, al fondo con las pinturas y el tipo de objetivo y diafragma», sostiene De Lamadrid. En esta otra composición, Mari posa embarazada. Tras múltiples intentos por reproducción asistida, logró su deseo de ser madre de manera natural. 

Lola es una mujer que lleva buena parte de su vida enferma. Con su rostro lleno de arrugas, agarra un lote de pastillas con una mano y sujeta una bolsa de la farmacia con la otra. «Ella es mi tía”, dice la fotoperiodista. «Mi hermana, cuando vino a ver la exposición me dijo: hasta ahora no he visto que la tita tenía depresión». Las pastillas de Lola, con sus uñas pintadas, una pulsera y un reloj, eran una gallina en el cuadro de Murillo. 

Esa reacción que genera en quien visita la muestra, esa emoción, esa llamada de atención, ese ‘espera, que aquí está pasando algo’, es uno de los objetivos que perseguían los autores. «Ya vemos fotos de desahucios y no nos impactan, miramos para otro lado. Más allá de que el fotoperiodismo sigue siendo clave, explorar otras fórmulas de contar lo que pasa para no dejar de captar la atención ha sido una de las razones de este trabajo», puntualiza León. «Sentir, hacer sentir es una de las cosas más difíciles, y aquí quizá se intenta transmitir de un modo claro y muy concreto esas preocupaciones sociales. Es una forma de que la gente se implique», añade De Lamadrid. 

Frente al cuadro de la depresión, el más “periodístico” según los autores, cuelga Madres abuelas, donde una mujer enseña a leer a su nieta. Hortensia estuvo varios meses en una autocaravana con su hija y su nieta en Roma para que su hija pudiera terminar el doctorado. Justo al lado, la María Magdalena Penitente de Murillo ha pasado a llamarse La liberación. La protagonista es Ana Bella, una mujer que sufrió la violencia de género durante once años y logró escapar de ella una noche con sus hijos.

Mujeres en la ventana se conserva actualmente en la National Gallery of Art de Washington. En la obra de este Murillo fotógrafo, las que miran son Mar y Marcela, ambas mujeres transexuales que luchan a diario por los derechos de este colectivo. Belén es católica y Fátima es musulmana. Sostienen la Giralda como símbolo de la convivencia en paz. Es la recreación que León y LaMadrid han hecho de Santa Justa y Santa Rufina, las hermanas martirizadas y condenadas por su fe cristiana.

Se escucha bullicio fuera. Unos cincuenta niños y niñas del colegio público San Sebastián, de Archidona (Málaga), se agolpan en la puerta. “Vamos a ver primero al otro Murillo. ¿Nos dará tiempo ir después a ver a Murillo en el Museo de Bellas Artes? ¿Cuánto se tarda?”, pregunta la profesora, que ya ha visto el Murillo fotógrafo. El libro de sugerencias está lleno de felicitaciones. “Es la segunda vez que vengo”, dice una. “Es la quinta vez”, dice otra. “Es la primera vez que nos pasa con una exposición. Nos preguntan también si pueden comprar las fotos”, asegura la empleada que controla el acceso. “Por favor, a quien corresponda, que se difunda. Que no se abandone cuando acabe, que se dé a conocer al mundo entero. Es nuestro arte contemporáneo”, dejó por escrito a boli otra visitante. 

“Bartolomé Murillo se retrata a sí mismo para satisfacer los deseos y plegarias de sus hijos”, se puede leer en una inscripción en latín bajo el autorretrato del artista, conservado en la National Gallery de Londres. “Diego, pintor, parado”, se puede leer bajo el autorretrato del pintor principal de los fondos utilizados para este proyecto. “¿Y esta exposición no la van a llevar al Prado?”, pregunta otra visitante a la salida. De momento, podrá visitarse hasta el 22 de abril en la sala Murillo de la Fundación Cajasol.

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Comentarios
  1. Cómo al Prado no me es factible ir, yo además de felicitar a lxs artistas les solicito que hagan una gira de esta original y oportuna exposición por tierras del nordeste y noroeste de la Península.

  2. Lástima que siendo un artículo que habla de la adaptación de cuadros a fotografías, no tenga mas imágenes que hablan por sí mismas y sin embargo se extienda tanto en el argumentario, justamente de esas imágenes de las que no dispone el artículo.

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