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Sucesos y caprichos. Oportunismo electoral del asesinato

"Pero el problema no es de periodismo, de profesionalidad, ni siquiera de modelo de negocio, de audiencias, de dinero. Es un problema político. El mismo que pinta Goya en 'Que viene el coco'", reflexiona el autor tras el caso de Gabriel Cruz.

Francisco de Goya realiza en los últimos años del siglo XVIII sus Caprichos, una serie de 80 grabados sobre temas, aparentemente, azarosos. La realidad es que el pintor plasmó una demoledora crítica a la sociedad de su época donde casi nadie salía indemne. Goya retrató a la nobleza y al clero como burros que cabalgaban a los campesinos, a los monjes como duendes que hinchaban sus barrigas con gula, toda la superficialidad de una corte que había quedado fuera de época tras 1789.

Pero también a unas clases dirigentes como monstruos a lomos de unos asnos, el pueblo. Goya se debatía entre la Ilustración y el polvo de los caminos de un Imperio en desmoronamiento, que condenaba a la ignorancia, el rencor y la violencia a los habitantes de su metrópoli. La tensión entre un futuro que parecía posible a través de la razón y la enseñanza y un presente al que aún parecía faltarle mucho para desperezarse atormentaba a Goya, a cualquier ilustrado, entre otras cosas porque a la modernidad todavía le faltaba descubrir el materialismo histórico y las clases. Medio siglo más tarde Marx y Engels se encargarían de completar la ecuación.

Cuando la actualidad agarra de la garganta siempre vuelvo a Goya y sus Caprichos, buscando una imagen que me explique que, mucho antes que nosotros, también hubo un presente y alguien turbado por sus acontecimientos. Estos días he mirado atento el tercero de esta serie. Una figura en primer plano de espaldas, embozado de la cabeza a los pies con una capa. Frente a él, un par de niños se abrazan a su madre con expresión horrorizada, intentando escapar del espectro. Ella, que parece saber quién se oculta tras el disfraz, le mira con expresión deseante. Goya lo tituló Que viene el coco.

Por un lado podemos interpretar que se critica la educación infantil en base a engaños y supersticiones, al miedo, más que como instrumento pedagógico, como arma de disciplina. Por otro a la mezquindad de la madre que es capaz de asustar a sus hijos para poder encontrarse, libre, con su amante. Lo alegórico y onírico de estas escenas no es casual, el pintor tenía que sortear los peligros absolutistas de su época.

Es natural que un crimen conmocione a la sociedad, más aún si la víctima es un niño al que le es arrebatada la vida por alguien cercano. El asesinato de Almería ha tocado a la gente porque ha sido un recordatorio de que el mal, sin adjetivos, se puede encontrar a un paso de nosotros, amenazando a los más inocentes, a los que solo se dirigían a jugar. Son admirables la entereza de los padres, la colaboración ciudadana en la búsqueda del menor, el trabajo de la Guardia Civil. Y paremos ahí.

Estos días nos hemos encontrado con el horror sin matices, el que es capaz de provocar una asesina. Pero también con otro tipo de asco que se agarra al estómago, en el que han participado impresentables con firma o amparados por el anonimato, como bien nos explicaba Maestre en estas páginas. Supongo que existe un periodismo de sucesos decente, más allá del espectáculo grotesco, populista y canalla lleno de especulaciones, opereta y efectos de sonido de película de acción.

Pero el problema no es de periodismo, de profesionalidad, ni siquiera de modelo de negocio, de audiencias, de dinero. Es un problema político. El mismo que pinta Goya en Que viene el coco, el intento por aprovechar la estupefacción, tristeza e indignación del público ante un hecho terrible para construir un clima narrativo favorable al miedo y la venganza. La intención es que rompamos nuestros lazos sociales, que desconfiemos del de al lado, que nos pensemos amenazados por un peligro inmediato, imparable y difuso.

Resulta paradójico que tras la aseveraciones de las fuerzas reaccionarias de que el feminismo victimiza a la mujer, esos mismos elementos se esfuercen de una forma descarada por construir una identidad general de víctimas que miran a las calles, nuestros espacios comunes, asustados tras las rendijas de las persianas. El mecanismo no es nuevo, ya Reagan en los ochenta transformó unos índices de delincuencia enormes en cine de acción y tiroteos. Temor y venganza, sangre y celuloide.

Hay política con intención directa, como la económica, aquella que busca un beneficio directo para quien la promulga: la derecha baja los impuestos, los ricos aplauden con las orejas. Y luego otras de intención indirecta, donde nadie saca un beneficio de su aplicación, más allá de la construcción de relato. PP y Ciudadanos saben que la cadena perpetua con eufemismo es inútil para la prevención del crimen, para la defensa de las víctimas y el fin de reinserción constitucional. Pero les da igual porque vale para fomentar esa narración de que la izquierda es comprensiva con los delincuentes, a menudo tan solo por defender los derechos humanos más elementales. Podemos llamarlo oportunismo, podemos llamarlo mezquindad, como la mirada de la mujer del grabado de Goya que sabe la falsa naturaleza de la amenaza.

España es uno de los países con menos homicidios del mundo, así lo aseguraba un informe del Ministerio del Interior de 2016, en el que se situaba nuestra tasa en un 0,63 por cada 100.000 habitantes. Todos los países de Europa, excepto Austria, están por encima de nosotros. De hecho, esta cifra, de unos 300 asesinatos al año, se compone en casi una quinta parte por los englobados en la violencia de género. La cifra de víctimas mujeres alcanza el tercio si eliminamos el criterio de que el asesino sea o haya sido su pareja*.

En el año 2003 un hombre, empresario, blanco y español asesinó en Boadilla del Monte a una mujer negra nacida en Sierra Leona que ejercía la prostitución. La descuartizó en nueve partes con un cuchillo y la arrojó a diferentes contenedores de la basura. Quizá en este caso insistir en los condicionantes personales valía de algo, ya que las posiciones de ejecutor y víctima del crimen tenían relación con el suceso. Pero nadie, como es lógico, dedujo que los empresarios de Boadilla del Monte debían ser señalados por el hecho de serlo. Nadie hubiera escrito, de haber existido las redes sociales, mensajes de odio insistiendo en la identidad racial o la nacionalidad del asesino.

Denunciar este hecho tan obvio le ha costado a Escolar una campaña de los medios más ultras secundada por miles de aplicados secuaces. Y la razón, nos tememos, no ha sido tanto ponerles delante del espejo, sino romper la dinámica del odio y del miedo, un odio que ni siquiera tiene que ver con esa espontaneidad inquietante de la gente delante de las comisarías gritando improperios, quizá hasta entendible, sino un odio que pretende sacar réditos políticos de los sucesos criminales.

Asquea escuchar a Hernando haciendo campaña en la capilla ardiente del chiquillo, repugna ver cómo Mediterráneo Digital y la periodista de Libertad Digital, Yolanda Couceiro, han aprovechado la vinculación del padre del niño asesinado en Almería con Podemos para situar una suerte de contradicción al oponerse este partido a la cadena perpetua. Hasta para revolcarse en el fango de la vileza hay límites.

Dejen en paz la memoria de las víctimas, dejen de utilizar el dolor de sus familias. Dejen de hacer del miedo y la justicia un arma política, por favor.

Actualización (12.05h): Según la información recogida por feminicidio.net, unas 100 mujeres son asesinadas cada año.

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Comentarios
  1. Soy uno de esos abducidos por la carrera profesional, llevamos 20 años pagando un unifamiliar y no me siento estafado. Trabajé 40 años con suerte, ni un dia en el paro. Hice la mili, hice la licenciatura y hacia chapucillas para las cañas.
    En mi juventud y hasta hace 10, 15 años funcionaba el ascensor social. Hoy no.
    Ni entiendo ni entenderé que los menores de 40, por ejemplo, no voten alternativas al sistema como un sólo.
    Yo no puedo, me pilla cansadito y aburrido de ver gente de especial valía venderse por una vida burguesa. Los líderes zurdos ya no beben tinto con gaseosa, después de comer o cenar gintonic, güisqui o algún brebaje del mismo estilo. Van a Zalacain o al Celler, o al Andramari.
    Y yo pago algunas facturas suyas.
    Y no me gusta que mis hijos se acomoden.
    ¿Dónde quedó lo de «se nace incendiario y se muere bombero»?
    Peste de políticos!

  2. Boro: “No están juzgando lo que tú has escrito, están juzgando tu ideología”
    Boro, apodo de Jorge Correa, periodista de La Haine y Kaosenlared fue condenado el pasado enero a un año y 6 meses de prisión por un delito de enaltecimiento del terrorismo, por compartir publicaciones a través de su cuenta de Facebook. Además, el próximo 16 de abril comienza el juicio por el que le piden 6 años de cárcel y 6.200 €, acusándole de atentado a la autoridad y lesiones a dos agentes mientras cubría la manifestación de Madrid del 29 de marzo de 2014 ‘Jaque a la monarquía.
    La primera condena de la Audiencia Nacional por sus publicaciones en Facebook se enmarca dentro de los procesos abiertos tras la segunda fase de la Operación Araña, en la que fue detenido junto a más de 70 personas, todas acusadas de enaltecimiento del terrorismo por su actividad en redes sociales.
    «hay mucha gente que les persiguen porque saben quienes son, les persiguen no por sus comentarios en facebook o en twitter sino porque son activistas. En mi caso la cosa es parecida, cuando ellos se enteraron de que yo era parte de La Haine, crearon una segunda causa, y como este tipo de causas se las pueden crear a cualquiera…
    «El ciberterrorismo es la nueva definición para englobar este tipo de delitos, como si simplemente opinar estuviera al mismo nivel que un delito de terrorismo. Es algo que se lleva haciendo toda la vida, el opinar, todo este tipo de cosas que hoy en día están siendo juzgadas, desde chistes hasta opiniones o lemas, eso antes no era delito, y se nos quiere hacer creer que con el cambio de legislación es cuando ha empezado a serlo. Y eso es falso porque, por ejemplo, las dos primeras fases de la operación Araña fueron antes de la entrada en vigor de las Leyes Mordaza. Mi caso, que tengo el juicio ahora en abril, es anterior, el primer caso de Pablo Hasel es anterior, el de Valtonyc es anterior, etcétera. Ellos han cambiado la legislación para justificar lo que ya venían haciendo.
    «Es necesario que todo el mundo sea consciente de que esto no lo vamos a parar cómodamente sentados desde el sofá de casa y desde el ordenador. Hay que volver a tomar las calles como se hizo en aquellos repuntes de movilizaciones por ejemplo de las Marchas de la Dignidad. Hay que volver por ese camino, porque otros como el institucional no veo que esté dando muchos frutos.
    «hay mucha gente que parece que se queja en twitter y ya está, ya no hace falta que vaya a la manifestación ni que me organice con mi vecino o con mi compañero de trabajo. Ese es el error, está muy bien como medio de difusión, pero solamente con difundir no haces nada, tiene que haber organización, si no estaríamos vendiendo humo».
    http://kaosenlared.net/boro-lh-no-estan-juzgando-lo-que-tu-has-escrito-estan-juzgando-tu-ideologia/

  3. Gracias a ti, Daniel, los que somos unos iletrados podemos comprender que todas las magnitudes de la vida, debido al monismo que tanto te gusta cultivar, se reducen a explicaciones superestructurales.
    No queda de menos decir que ni Engels ni Marx descubrieron las clases; tendrías que remontarte a Aristóteles y Linneo. Y, por supuesto, cada vez que ofreces una imagen de desvelamiento, al usar con oportunismo los Caprichos de Goya, como si las imágenes fueran, inequívocamente, productos de crítica social, nos haces comprender a los demás, como buen teólogo laico, qué se esconde bajo las apariencias.
    Que seas un escritor profano y ameno y que, desde luego, seas tan consciente como cualquier otro de la basura informativa, no quita que te bajes de ese pedestal que observa, con ojos privilegiados, los verdaderos y más poliédricos movimientos de la historia.

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